domingo, 5 de diciembre de 2010

Semblanzas de nuestros héroes caídos en Malvinas. Recordando al subteniente Oscar Augusto Silva

El subteniente Oscar Augusto Silva y su derrotero en Malvinas


De la promoción 112 del Colegio Militar de la Nación, sus camaradas le impusieron el sobrenombre de “sapo”.
En noviembre de 1981 egresó como subteniente del arma de Infantería.
No estaba en sus planes lo que se avecinaba en pocos meses más, el lanzamiento de la Operación Azul o Rosario.
El subteniente Silva, destinado en el Regimiento de Infantería 4 de Monte Caseros, en la provincia de Corrientes,recibió la orden de movilización y se comenzó a preparar para ir a la Patagonia para desde allí hacer el salto a Malvinas. Su derrotero fue Monte Caseros, Comodoro Rivadavia y Río Gallegos.
Apenas llegado a las islas fue destinado al norte del aeródromo, en la península de Freycinet. Más tarde vendrían sucesivos cambios de posición.
A fines de mayo, con los británicos avanzando en el terreno, el dispositivo de defensa en los cerros que circundan Puerto Argentino se dividía en dos cordones: el primero, en una línea imaginaria que unía de norte a sur al monte Longdon, Dos Hermanas, Goat Ridge y Harriet. El segundo cordón más al este unía Wireless Ridge, los cerros Tumbledown y William y Sapper Hill.
El primer cordón defensivo fueron las posiciones bajo órdenes del subteniente Silva. Desde el 8 de junio de 1982 tuvo la misión de patrullar Goat Ridge de noche, mientras que diurnamente ocupaba posiciones al oeste del cerro Dos Hermanas, junto a la sección del subteniente Llambías Pravaz.
Durante la noche del 10 al 11 de junio, el Para 3 británico atacó monte Longdon; mientras que los Royal Marines de los Comando 42 y 45 lanzaban sus ataques contra los cerros Harriet y Dos Hermanas.
El RI 4 se aferró todo lo que pudo a sus posiciones, heroísmo puro que pagó con su vida el teniente Martella. Y los heridos que van dejando los crudos combates, los subtenientes Nazer, Mosquera y Pérez Grandi.
En la confusión de la noche durante el repliegue y cambio de posiciones Llambías Pravaz y Silva se encuentran. Conformando una sección con los últimos hombres se repliegan hacia el segundo cordón defensivo de Puerto Argentino.
Casi sin respiro, las tropas británicas agotadas, son reemplazadas por elementos del Para 2, de los Guardias Escoceses y del batallón de Gurkhas, que se lanzan en dirección a Wireless Ridge los primeros y hacia Tumbledown y William los segundos.
En una situación desesperada, emergió su espíritu de soldado, pidiendo un puesto de combate para hacer frente a la abrumadora superioridad británica. Es así que lo suman a la fracción del teniente de corbeta Vázquez del Batallón de Infantería Nº 5, ya alistados para los combates finales.
En el anochecer del 13 de junio comenzó el ataque británico con todo su poderío, comandos paracaidistas, guardias escoceses y Gurkhas se enfrentaron a la última resistencia del dispositivo argentino de defensa.
Las posiciones fueron abrumadas por el fuego nutrido del enemigo, no sólo de las unidades de infantería sino también por fuego de artillería.
En sus últimos minutos el subteniente Silva hizo todo lo que estaba a su alcance, ordenó, condujo a sus soldados, y combatió como uno más. Vio la muerte a su alrededor y siguió combatiendo hasta sentir una herida mortal que se abría paso en su cuerpo, el calor de la sangre derramada, preludio de la muerte que se avecinaba.
Un FAP fue su último y leal compañero hasta que cayó.

jueves, 23 de septiembre de 2010

Campaña para la colocación del busto del Teniente Estévez en la plaza de armas del RI Mec 25 del Ejército Argentino


Para el mes de mayo de 2011 se espera poder inaugurar el busto del Teniente 1º (Post mortem) Roberto Estevez en la plaza de armas del Regimiento de Infantería Mecanizado Nº 25 en Sarmiento, provincia de Chubut.
La campaña de recolección de bronce ya comenzó en todo el país.

Agradecimiento: G. Stoessel

miércoles, 15 de septiembre de 2010

Se multiplican los encuentros entre veteranos y seguidores de la gesta de Malvinas, en esta ocasión en Fuerte Barragán


El pasado mes de agosto, en las instalaciones del Fuerte Barragán en Ensenada, provincia de Buenos Aires, donde funciona el museo Héroes de Malvinas, se realizó un ameno encuentro, donde además de conocer el museo en detalle, se pudo compartir un film en el microcine, anécdotas y detalles de los participantes de la gesta e intercambiar información entre aquellos malvineros de corazón.


Un reconocimiento especial para Gabriel (PdeT) por ser uno de los motores de este encuentro.
Fotos: Walter (J T Kirk).

lunes, 9 de agosto de 2010

Testimonios en primera persona. Puerto Rey, Isla Soledad, Malvinas: Relato del oficial de comunicaciones del buque mercante Río Carcarañá

Domingo 16 de mayo de 1982.

A bordo, muchos tripulantes de los buques argentinos, sabían que día de la semana era gracias al menú. ELMA, Empresa Líneas Marítimas Argentinas, sociedad del Estado, heredera de la vieja tradición de los buques de pasaje, mantenía las costumbres administrativas de las viejas Flota Mercante del Estado (FME) siempre conocida como Flota y de la Flota de Navegación de Ultramar, de Alberto Dodero, luego nacionalizada, conocida como FANU. ELMA se forma a principios de la década del '60, y en los años 80 quedaban muchos tripulantes, en especial oficiales que provenían de una u otra. Marcaba diferencias, sobre todo en los relatos de sobremesa, que si había alguno con chispa, eran muy reconfortantes y divertidos.
Bueno, el caso es que martes y jueves, pastas; viernes, pizza; sábado en navegación franca lejos de la costa, asado a la noche; domingo al mediodía, pasta pero casera, amasada en el momento. El domingo, como día festivo, los buenos Comisarios procuraban que hubiese algún postre y no la habitual fruta. Santiago Tettamanzi es de esos Comisarios.



Durante la mañana, oigo un ruido muy fuerte de aviones, enjaulado en la radio, no sabía que había pasado. Pregunto, dos o tres aviones pasaron encima nuestro, ¿propios o de ellos? Nadie sabía o nadie dijo. A las 1200 me releva Raúl, me voy a almorzar, como algo rico, los cocineros eran muy buenos. Postre, duraznos en almíbar con dulce de leche. El dulce de leche era un producto que se negociaba en el mercado negro de a bordo. Corta sobremesa, y a dormir un rato. Aclaro que soy famoso por dormirme en cualquier situación y esto significa, un viernes a la noche, sentado a la mesa con seis matrimonios de origen italiano a los gritos; en un sofá cerca de la mesa, en una reunión de gerencia, escondiéndome del gerente; en la oficina, sentado metiendo la cabeza entre la ropa del perchero; en el coche de acompañante, en fin, en cualquier momento que así lo justifique. Unos 10-15 minutos y adelante, tiro lo que resta de la noche.
Estoy en la cama, abro los ojos y me tiro por la escalera, mientras me cruzo con un montón de gente rajando del puente y yendo todos al inicio de la escalera.
Dos o tres Harriers, supongo que dos, nos atacan. El ruido de los impactos de los proyectiles contra la chapa naval, el ruido de los aviones, las bombas que explotan. Los esfínteres que empiezan a evacuar gases instintivamente, apilados, los cuarenta tripulantes en ese lugar, el miedo presente en el rostro de cada uno, dándonos cuenta de lo terrible del ataque y, siempre, con esa certeza de que no podés hacer nada para defenderte.
Pasa el ataque, ninguno estaba herido y empezamos a ver los daños, los proyectiles todavía estaban humeantes en el piso, algunos todavía dando vueltas. El olor de la pólvora, la desesperación de ver todo destruido, ver que pasa. Se relevan los daños, todos los elementos de salvaguardia, léase lancha, bote y balsas de la banda del sol, estribor, destruidos. Solo nos queda la mitad de los elementos sobre babor. Es mejor abandonar, ir hasta la costa y ver después como hacemos.
Mi cama partida al medio, la puerta del baño destrozada, en el placard la ropa colgada, rota. Me lo contaron, no me animé a verlo, miedo, terror, no sé como describirlo.
Voy primero al bote (por el miedo) bajo en él para destrabar las trincas de la pluma mientras lo mantenemos amarrado. Empezamos a acomodar todo lo que se podía. El caso es que nos vamos para tierra, a unas dos millas.



Las fotos de lo sucedido las sacó el gordo Balín. Mientras estamos en navegación vuelven dos aviones, los saludamos, distinguí al piloto con su casco y mascarilla, venían bien rasantes. ¿Nos atacarán? Por suerte, no. Cuando recordé las marcas de los aviones, por suerte después, me percaté que habían sido ingleses.
Llegamos a la costa, medio rocosa, casi como un muelle, con kelpers, los verdaderos, las algas. Desembarcamos, hacemos un pasamanos, nos sacamos los salvavidas, los amontonamos en otro lugar.
Antes de abandonar, nos comunicamos con "Perdiguera" (nombre clave del Forrest, un buque de la FIC requisado, al comando del entonces Teniente de Navío Molini).
Estaban enfrente nuestro, en isla Swan habían encontrado náufragos del buque Isla de los Estados. Nos vienen a buscar, les decimos que mejor mañana. "Mañana no sé dónde ni como vamos a estar, me dieron la orden de llevarlos a Fox, Señor" dijo Molini.
Vuelta a juntar todo, la lancha y el bote salvavidas a remolque, creo que la balsa, en cubierta. No había lugar para todos adentro. Así que nos turnábamos para estar afuera y un rato adentro. Ya era de noche. Miedo, frío, incertidumbre, maldita incertidumbre.
Empezaba otra etapa de la guerra. En un momento, el Flaco Zenobi, el Jefe de Máquinas, lo mira a Santiago y le dice:
-Che, Santiago.
-¿Si?
-Suerte que de postre fueron duraznos con dulce de leche, que si servías frutillas con crema nos matan a todos.
Gracias a Dios, siempre hay alguien con buen ánimo.


Fuente: Relatos del Pancho. Una visión de un civil metido en el medio de una guerra.
Agradecimiento: VGM Francisco Elizalde.

jueves, 10 de junio de 2010

1829 - 10 de Junio - 2010 Día de la Reafirmación de los Derechos Argentinos sobre las Islas Malvinas, Islas del Atlántico Sur y Sector Antártico

Se conmemora en este día la designación del primer Gobernador argentino en las Islas Malvinas, en 1829. En aquel año, el Gobierno de Buenos Aires designó Gobernador del Archipiélago a Luis Vernet, quien estaba trabajando en la colonización del puerto Soledad.
Esta acción se suma como un hito más a los antecedentes que dan apoyo a los reclamos de soberanía argentina sobre las Islas Malvinas, Georgias y Sandwich del Sur.

martes, 8 de junio de 2010

Radarización del Teatro de Operaciones del Atlántico Sur. Reseña de los radares operados desde el continente y desde Puerto Argentino en Malvinas


Durante el conflicto de Malvinas, la Fuerza Aérea Argentina desplegó y operó en las islas un radar Westinghouse TPS-43 para realizar el control de todas las operaciones aéreas. El radar Westinghouse 43-E determina las tres dimensiones (azimut, distancia y altura), con un alcance de 220 millas náuticas (410 Km.). Fue diseñado modularmente de manera tal que sea posible su despliegue a distintos lugares a través de medios aéreos, marítimos o terrestres.
Este fue el radar utilizado para guiar a los aviones contra los buques británicos; para controlar a los cazas argentinos en los combates aire-aire con los aviones Harrier; para alertar a la defensa antiaérea; y para localizar a la flota británica y más específicamente a sus portaaviones, entre otras actividades.


Para el radar instalado en Malvinas, con un alcance de 220 millas náuticas, así como para los que se encontraban en el continente, el techo o altura máxima era de 100.000 pies, lo que no quiere decir que vea hasta dicha distancia, porque depende de la configuración del lóbulo del radar. Es el caso de los radares móviles Cardion Alert del Ejército Argentino, cuyo alcance está en las 120 millas náuticas.
Además del despliegue en las islas del Grupo 2 de Vigilancia y Control Aéreo, se desplegaron otros tres Escuadrones V.Y.C.A. móviles en Puerto San Julián, en Río Gallegos y en Río Grande, cubriendo de esta manera todo el Teatro de Operaciones Sur. Secundando a las Estaciones de Interceptación desplegadas, se conforman otras Estaciones V.Y.C.A. Móvil con Radares Cardion del Ejército Argentino en Puerto Santa Cruz, San Julián, Viedma, Trelew, Puerto Argentino y Mar del Plata, todos ellos bajo control operacional de la Fuerza Aérea Argentina.


Fuente: Diario de Guerra del Radar Malvinas. FAA.

martes, 1 de junio de 2010

Las acciones aéreas del lunes 01 de junio de 1982. El derribo del Hércules C-130H TC-63

Orden Fragmentaria 2258.

Avión C-130H, matrícula TC-63, perteneciente al Grupo 1 de Transporte Aéreo, Escuadrón 1, desplegado en Comodoro Rivadavia y El Palomar, con indicativo TIZA.
Misión: exploración y reconocimiento.
Tripulación: capitán Rubén Martel, capitán Carlos Krause, vicecomodoro Hugo Meisner, cabo principal Miguel Cardone, cabo principal Carlos Cantezano, Suboficial principal Julio Lastra, suboficial ayudante Manuel Albelos.
Despegó de Comodoro Rivadavia a las 06:30.
El TIZA decoló de Comodoro Rivadavia a las 06:30, pero regresó poco después por fallas. Solucionó las novedades y volvió a despegar a las 08:53.
Arribó al punto V (50°00'S/61°00'O), a las 10:15 e inició, desde allí, el recorrido triangular hacia el punto A (50°48'S/60°20'O), al que arribó a las 10:25.
Luego, siguió al punto L (50°30'S/60°17'O), alcanzándolo a las 10:35.
Cuando se dirigía al punto B (50°30'S/59°39'O), el más exterior de su recorrido y volando a 10.000 pies (nivel de vuelo 100) tal cual lo ordenado, informó:
El IFF (identification friend or foe, identificación amigo o enemigo) se encendió por 10''-7''-6''-, se mantiene encendido, e informó luego: ¡Estamos en emergencia!...
Las comunicaciones se cortaron...
A las 10:50, el TC-63 fue interceptado y derribado por una patrulla aérea de combate; cayó en el mar y no hubo sobrevivientes.


Fuente: Extracto de "Historia de la Fuerza Aérea Argentina"
Tomo VI: La Fuerza Aérea en Malvinas.

El ataque al crucero ARA General Belgrano. Una mirada sobre la asistencia noruega a Gran Bretaña en contraposición con la ayuda soviética a Argentina


Fotos satelitales rusas, captadas por el espionaje noruego, habrían sido la clave para el dramático hundimiento del crucero argentino.
El episodio más dramático de la Guerra de Malvinas, el hundimiento del crucero General Belgrano, que costó la vida de 323 marinos argentinos, habría sido posible a partir de la información de satélites soviéticos “robada” por Noruega. Esa es una de las conclusiones a lasque llega el periodista ruso Sergey Brilev en su libro sobre los distintos aspectos de la participación rusa en el conflicto del Atlántico Sur.
La afirmación de Brilev está basada en una investigación realizada en 2002 por la cadena televisiva noruega NRK, que en realidad no tuvo mayor difusión en la Argentina en aquel momento. Ese informe decía que, durante el conflicto de Malvinas, los noruegos capturaban sistemáticamente la información de los satélites soviéticos desde la base ubicada en la localidad nórdica de Fauske.
Brilev explica que, dentro del esquema de la OTAN, Noruega era el país “especialista” en asuntos soviéticos, no sólo porque compartía frontera con la URSS, sino porque además contaba con una buena industria electrónica como para ocuparse de espiar la información satelital.
Por eso, durante la guerra de Malvinas, “el Servicio de Inteligencia Noruego interceptaba y decodificaba todos los datos provenientes de los satélites de inteligencia soviéticos. Y esa información era transmitida a Gran Bretaña, una aliada de Oslo dentro de la OTAN” explica Brilev.
La información de la televisión noruega fue confirmada en su momento por una alta fuente militar británica que dijo: “Cuando estalló la guerra, nosotros no teníamos información de inteligencia del área. Fue ahí donde tuvimos ayuda de los noruegos, que nos brindaron permanentemente información sobre las posiciones de los barcos argentinos”.
Brilev explica que, a partir de las fotografías satelitales que interceptó Noruega, los británicos tuvieron las coordenadas con la posición del crucero argentino, lo que les permitió destruir la nave el 02 de mayo de 1982, aún cuando se hallaba fuera de la zona de exclusión marítima.

Fuente: La Nación. Enfoques. 30/05/2010 (Sobre el libro de Sergey Brilev).

viernes, 28 de mayo de 2010

1982 - 28 de mayo - 2010 A 28 años de los combates del istmo de Darwin en Malvinas

La Sección “Bote” y su marcha a Darwin.

En las últimas horas de la tarde del 27 de mayo, el teniente Estévez retornó de Pradera del Ganso y se reunió de inmediato con su encargado de sección, el cabo primero Olmos. En el puesto de comando de la fuerza de tareas, el teniente coronel Piaggi le había impartido la nueva misión para la fracción: a orden del comando, Estévez y su gente deberían efectuar un desplazamiento para reforzar las alturas del establecimiento Darwin, ocupadas en esos momentos por personal de la Compañía Servicios del Regimiento 12. Luego de diagramar las características de aquella futura operación, Olmos comunicó la novedad a los jefes de grupo mientras que el teniente se dirigió a reconocer los primeros tramos del camino a utilizar.
Ya en el crepúsculo, poco después de que los soldados terminaran de racionar consumiendo la mezcla de merienda y cena que era lo habitual en la guarnición, el teniente Estévez reunió a su sección. Allí, el oficial le comunicó a la tropa que comenzara a preparar su armamento y se proveyera de todas las municiones que pudiera ya que, en cualquier momento, podrían ser mandados a reforzar las defensas de la primera línea, para lo cual todos debían que estar en condiciones de alistamiento inmediato. Después de evacuar algunas dudas y hacer varias recomendaciones, Estévez aprovechó también la ocasión para hablarles brevemente a sus hombres:
- Por fin ha llegado el momento más importante de sus vidas como soldados; si recuerdan toda la preparación que han tenido, la fracción tiene más posibilidades de cumplir con la misión.
Y finalizó la corta alocución con otra concisa frase:
- ¡Confío en la sección!
Salvo la mitad del personal, que tuvo que cubrir el servicio de seguridad normal, el resto pasó la noche bajo techo dejando en condiciones el armamento, ordenando las pertenencias que no iban a utilizar en su accionar en sus bolsones portaequipo (los que quedaron apilados en la casa que oficiaba de puesto de comando), y tratando de descansar un poco. De pronto, el istmo comenzó a ser batido por la artillería naval británica lo que marcaba el inicio de la ofensiva enemiga; horas después, entrada ya la madrugada, la situación tuvo una preocupante variante:
- ¡Mire Langer...! - le dijo el cabo Zárate a su soldado - ¡Mire las bengalas!
Por las ventanas del primer piso de la escuela se veía, hacia el norte, el dantesco espectáculo del ataque de la infantería inglesa a las primeras posiciones del Regimiento 12, dado por el fuego de la artillería, de los morteros y de las ametralladoras, con los hipnóticos surcos de las balas trazantes de estas últimas. Nadie durmió en esas horas de tensa espera: todos imaginaban que pronto iban a marchar hacia algo que, probablemente, iba a ser muy duro con la consecuente y lógica sensación de temor que ese hecho les producía, pero también existía una especie de alivio al estar próxima a su final la incertidumbre de haber estado casi dos meses aislados en esas posiciones de Pradera del Ganso, en medio de un ambiente sumamente hostil, y sin saber casi nada del desarrollo del conflicto. Pasadas las tres y media de la madrugada, se pudo apreciar una pausa del fuego en lo que era el campo de combate y, alrededor de las cinco, el teniente Estévez recibió desde el puesto de comando de la fuerza de tareas la orden de poner en ejecución el movimiento que le había sido anticipado en la tarde anterior.
A escasos cien metros hacia el norte del pequeño puente que permitía salvar una entrada del mar, casi en el borde del acantilado, uno de los soldados de la sección, Oscar Ledesma, estaba montando guardia cuando alcanzó a distinguir a tres o cuatro personas que venían en su dirección a la carrera. Sin saberlo, lo hacían por una pequeña playa que días antes había sido minada por el teniente Estévez; en forma fortuita, las trampas explosivas no estallaron al paso de estos hombres. El centinela se dispuso a hacer fuego sobre ellos al no obtener respuesta a los pedidos de identificación pero un resbalón al intentar cargar el fusil hizo que esta acción se retrasara unos segundos, los suficientes como para que los recién llegados pidieran a gritos que nadie tirara, que eran propia tropa. Efectivamente, eran soldados del Regimiento 12 que venían replegándose en forma descontrolada desde las posiciones que habían sido arrolladas por el enemigo, y ninguno de ellos traía consigo su armamento individual. Eran, aproximadamente, las cinco y cuarto de la madrugada.
Unos minutos más tarde, el teniente Estévez dio la orden a los jefes de grupo para que se reunieran en las cercanías del puesto de comando de la sección, con el personal al completo y portando todo el armamento y la munición necesaria para reforzar la primera línea. Muy a su pesar, ya que quería junta a toda la sección, tuvo que dar una orden a uno de sus jefes de grupo:
- Rosales, me ordenaron que deje un grupo acá pero se va a quedar usted con tres soldados; el resto me lo llevo.
Ni al cabo ni a los soldados seleccionados les convencía quedarse allí, pero la insistencia del suboficial para ir con el teniente encontró la negativa de éste:
- Ustedes se quedan, no se habla más. Cuiden bien el sector.
A las 6 de la mañana de aquel 28 de mayo, después de despedirse de lo que se quedaban, el teniente Estévez y su sección se pusieron en fila y comenzaron a avanzar hacia el norte por el ondulado y descubierto terreno en medio de la oscuridad, tratando de cubrir lo antes posible el poco más de kilómetro y medio que los separaban de su objetivo. Detrás, quedaban el cabo Rosales y los soldados Álamo, López y Mayna y dos conscriptos del grupo de apoyo de la Sección “Romeo”, Héctor Cabrera y José Luis Cevallos, para dar seguridad al puesto comando de la compañía y para actuar como escalón de recibimiento en caso de repliegue de la fracción.
Estévez encabezaba la fracción, cuya masa estaba constituida por veintiséis soldados aspirantes a oficiales de reserva, con el grupo del cabo Castro al principio de la fila seguido por el del cabo Zárate. A continuación, marchaban el cabo Miguel Ángel Ávila, jefe del grupo de apoyo de la sección del subteniente Gómez Centurión, y cuatro de sus conscriptos (Buffarini, Culasso, Bartolucci y Arce) portando una ametralladora MAG y un lanzacohetes. Si bien estos últimos estaban acoplados a la Sección “Bote” sólo desde los principios del mes de mayo, habían desarrollado una buena camaradería con los hombres del teniente Estévez, como así también el propio cabo Ávila, un jujeño de diecinueve años de edad.
El movimiento tuvo algunas dificultades ocasionadas principalmente por el traslado de la munición, ya que el peso de la misma exigía casi al límite a quienes portaban los cajones y se retrasaban en la marcha, debiendo requerir el auxilio de otros compañeros para poder realizar su tarea. Esto ocasionó que la columna se estirara y los que iban en la vanguardia debieran esperar en dos o tres oportunidades a los retrasados en este menester, entre ellos Horacio Giraudo y Adrián Rossi. Como para hacer más incómoda la situación, la helada e intermitente llovizna los mojaba en forma por demás molesta.
El cabo primero Olmos se había demorado al esperar que uno de los soldados buscara la munición que dejara en su pozo de zorro; cuando éste regresó, ambos comenzaron a trotar para alcanzar a los demás. Una cosa le llamó la atención a Olmos: pasaron por la posición de una pieza de artillería antiaérea de 20 milímetros de la Fuerza Aérea, que se encontraba desprovista de su dotación, sin siquiera con un soldado de guardia.
Varios minutos después de haber partido, los adelantados de la fila se encontraron con algunos efectivos del Regimiento de Infantería 12, replegados desde lo que había sido la primera línea del combate observado en aquella madrugada; se encontraban en sus antiguas posiciones y contaban con un jeep, desde cuyo interior podían oírse el intercambio de tráfico radioeléctrico. A cargo de esa pequeña porción de tropas estaban el teniente primero Manresa, jefe de la Compañía A de aquella unidad, y el teniente Alejandro Garra, compañero de promoción de Estévez. En la breve charla que se produjo en medio del campo y la oscuridad, aquellos le comentaron al oficial del 25 qué era lo que había pasado durante el combate y le indicaron hacia dónde estaban las posiciones que debía ocupar, facilitándole Manresa dos guías, el cabo primero Pérez y el soldado Encinas, para una mejor orientación. Tras la despedida, la Sección “Bote” continuó con la marcha.
- ¿Qué fue lo que pasó, Pérez?- le inquirió Estévez al suboficial que lo estaba guiando.
- Avanzaron con todo, mi teniente -respondió Pérez- y nos tuvimos que replegar.
Ya en las proximidades de la zona que debían alcanzar, los infantes cruzaron por una tranquera que estaba abierta y adoptaron la formación en línea. Apareciendo por la retaguardia, ya muy cerca de los pozos en donde estaba establecida la sección de los servicios, la fracción sorprendió al subteniente Peluffo. Sin tener un aviso previo de la llegada de refuerzos, Peluffo pensó que el enemigo lo había sobrepasado, pero cuando uno de sus soldados le dijo que esos eran los hombres del 25 que estaban con ellos en la zona de Pradera del Ganso, el joven subteniente salió a recibirlos. A la vez, el teniente Estévez impartía a su sección la orden de desplegarse en cadena con el mismo frente que traían en la marcha. Luego de que Peluffo se presentara, Estévez le inquirió:
- ¿Cuál es la situación?
El subteniente le informó acerca de los movimientos que el enemigo había hecho durante la noche, incluido el fuego de ablandamiento efectuado por su artillería en el sector, y del repliegue de parte de la Compañía A; también le comentó la disposición de su tropa y el armamento de que disponía, remarcándole que la altura que tenían a la derecha se encontraba desocupada. Obrando en consecuencia, el teniente le ordenó que tomara un grupo de tiradores y una de las ametralladoras MAG y que se ubicara cubriendo ese flanco para evitar un probable envolvimiento del sitio. Los jefes de grupo de la Sección “Bote” se habían acercado también para recibir las directivas acerca del despliegue de la fracción.

Los inicios del combate.

Mientras el teniente Estévez se estaba retirando para ultimar detalles del despliegue de su gente y el subteniente Peluffo se disponía a llamar al cabo primero Ríos para ir a ocupar el sector derecho de la posición, en forma casi simultánea se presentó ante ellos el sargento primero Jumilla, encargado de la sección del Regimiento 12. Éste dio la novedad de que se veía movimiento de tropas en formación de combate, a unos quinientos metros al frente. ¿Serían fuerzas propias en repliegue o el enemigo estaba a la vista? Ante la duda manifestada por Estévez, el subteniente Peluffo ordenó que una patrulla reconociera a ese personal; ya los dos oficiales y el resto de la tropa podían ver desde sus ubicaciones, recortadas sobre las aguas de la Bahía de Darwin, las siluetas de los que venían avanzando.
Con la Sección “Bote” desplegada todavía sobre el faldeo sur de la hondonada que se abría ante ella, el cabo Luis Miño y el soldado Alberto Moschen fueron designados para efectuar el reconocimiento y avanzaron hacia la tropa observada. Momentos más tarde, a unos ciento cincuenta metros de distancia, una ametralladora enemiga abrió el fuego desde el sector de su aproximación y la ráfaga alcanzó al cabo y al soldado, quienes murieron en forma inmediata. Al mismo tiempo, todo el sector de la defensa comenzó a ser intensamente saturado por el fuego de armas automáticas, el que encontró a los soldados del Regimiento 25 sin ninguna protección.
El teniente Estévez gritó a sus hombres que se tiraran cuerpo a tierra, ya que los estaban atacando los ingleses, y les ordenó que cada uno se arrastrara hasta el primer pozo que encontrara. En la medida de lo posible y aún con la oscuridad cernida sobre ellos, apoyados por los infantes del Regimiento 12 que también disparaban a discreción sobre las bocas de fuego enemigas, los soldados de la sección fueron cumpliendo con este propósito y desde las protecciones que iban obteniendo comenzaron a responder con mayor eficacia al ataque inglés; el intercambio de disparos se generalizó por ambos bandos y el combate se transformó en una situación caótica y feroz. El subteniente Peluffo, quien había pensado en cumplimentar la orden de Estévez de cubrir el flanco derecho de la posición llevando consigo un grupo de tiradores y una de las ametralladoras de la Sección Exploración, no tuvo tiempo de ejecutarla ante la precipitación de los acontecimientos. Se arrastró hasta uno de los pozos y empezó a combatir.
Eran, aproximadamente, las siete y media de la mañana...

Fuente: Extracto del Libro "Pradera del Ganso (Goose Green) Una batalla de la Guerra de Malvinas" Oscar A. Teves 2007 - Edición del autor.

martes, 25 de mayo de 2010

1810 - 2010 El bicentenario de la Nación Argentina y sus héroes de mayo a pesar de los gobiernos de turno


Doscientos años de historia. Muchos héroes con sus bustos, cuadros y cientos de páginas.
Desde 1982 tenemos una nueva generación de héroes, poco conocidos, pero tan honorables y grandiosos como los que gestaron a la incipiente Argentina. Muchos de ellos recién hoy son reconocidos por nosotros aunque la deuda hacia ellos continúa. Héroes de carne y hueso, sin páginas que exalten lo inexistente y que escondan un pasado ignominioso. Gente común, como nosotros, pero que en mayo de 1982 brindaron lo más preciado que tenemos sin miramientos, muchos cumplieron con el deber y el honor hacia la patria y muchos de ellos, en tal lucha incierta, perecieron.
La honra de cumplir doscientos años como Nación debe incluir inexorablemente a los participantes de la gesta de Malvinas. Viva la patria! Viva Argentina!


Fotos: Santiago Cortelezzi y La Nación.

domingo, 9 de mayo de 2010

Inteligencia en Malvinas. El ataque al buque pesquero Narwal acaecido el 09 de mayo de 1982


El buque pesquero de bandera argentina “Narwal”, sin armas y en tareas de inteligencia, estaba tripulado por veinticuatro pescadores, su capitán Asterio Wagata, y un observador militar a bordo, el entonces teniente de navío Juan Carlos González Llanos.
Mientras el Narwal navegaba posicionado en 52º 45' Sur y 58º 02' Oeste, fue atacado por dos aviones Sea Harrier de la RAF. Pasado el ataque inicial, parte de la tripulación se disponía a abandonar en balsas el buque averiado cuando en un nuevo raid son destruidas las mismas, quedando únicamente un solo bote para realizar dicho abandono. Más tarde, el pesquero fue abordado por un helicóptero británico con base en el PAL Hermes al mando del comandante Pollok con personal de comandos.
El buque pesquero Narwal se hundió al día siguiente mientras era remolcado. Entre los prisioneros, veinticinco en total, hubo un fallecido, el contramaestre Omar Alberto Rupp, resultando doce hombres heridos.
El Helicóptero Puma AE-505, perteneciente al Batallón de Aviación Combate 601 del Ejército, se dirigía al lugar donde estaba hundiéndose el buque para rescatar a los sobrevivientes cuando fue abatido por un misil Sea Dart disparado desde el destructor tipo 42 Coventry. Los restos del helicóptero y la tripulación no fueron encontrados ya que cayeron al océano en proximidades de la Isla de los Leones Marinos.
Los tripulantes del Helicóptero Puma fueron condecorados con la medalla "La Nación Argentina al Valor en Combate" (Post Mortem).

Teniente 1º Roberto Mario Fiorito
Teniente 1º Juan Carlos Buschiazo
Sargento Raúl Dimotta



Foto buque Narwal: Histarmar.

martes, 4 de mayo de 2010

04 de mayo de 1982. Guerra de Malvinas: Es impactado por un misil antibuque Exocet el destructor británico tipo 42 Sheffield

04 de mayo de 1982.
Base Aeronaval de Rio Grande.
Tierra del Fuego.
Aviones Super Etendard pertenecientes a la "Segunda Escuadrilla Aeronaval de Caza y Ataque" de la Armada Argentina.



El cazabombardero 3-A-202 del Capitán de Corbeta Augusto Bedacarratz y el 3-A-203 del Teniente de Fragata Armando Mayora en silencio de radio y con información posicional recibida del avión de reconocimiento Neptune 2-P-112 al mando del CC Proni Leston, previo reabastecimiento de un KC-130, se dirigen raudamente al objetivo y disparan misiles AM-39 Exocet sobre el destructor tipo 42 HMS Sheffield, causándole un grave incendio que no pudo ser controlado.
A los pocos días el buque colapsa y se hunde cuando era remolcado por naves inglesas.
La escuadrilla fue reconocida por su actuación con la condecoración "Honor al Valor en Combate".



Fuente: ARA.

sábado, 1 de mayo de 2010

1982 - 01 de mayo - 2010 A 28 años del bautismo de fuego de la Fuerza Aérea Argentina en Malvinas

Pilotos caídos durante las acciones del 01 de mayo de 1982 de la Fuerza Aérea Argentina:

Capitán Gustavo Argentino GARCÍA CUERVA Mirage IIIEA I-015


Primer Teniente José Leónidas ARDILES Mirage V Dagger C-433


Teniente Daniel Antonio JUKIC IA-58 Pucara A-527


Primer Teniente Mario Hipólito GONZÁLEZ Canberra MK.62 B-110
Teniente Eduardo Jorge Raúl DE IBÁÑEZ Canberra MK.62 B-110

sábado, 17 de abril de 2010

Los héroes del conflicto de Malvinas. El Capitán de Fragata Pedro Edgardo Giachino y su actuación al frente del BIM Nº 2 durante el 2 de abril de 1982


Nació el 28 de mayo de 1947 en la provincia de Mendoza, donde realizó sus estudios primarios y secundarios. Ingresó a la Armada Argentina el 3 de febrero de 1964 como cadete del Curso Preparatorio de la Escuela Naval Militar. Se inclinó por la Infantería de Marina, destacándose rápidamente por su elevado espíritu militar.
Luego de finalizar el Viaje de Instrucción a bordo de la Fragata ARA "Libertad”, se recibió de Guardiamarina de Infantería de Marina el 30 de diciembre de 1967, integrando la Promoción 96 de cadetes navales.
En febrero de 1968 realizó un intensivo curso de Comandos para Infantes de Marina en Tierra del Fuego. Su primer destino fue el Batallón de Infantería de Marina N°5.
Sus inclinaciones por el combate en circunstancias especiales, lo llevaron a realizar el curso de Reconocimiento Anfibio en el año 1970.
En 1971 aprobó el curso de Comandos para Personal Superior en la Escuela de Infantería del Ejército Argentino, en el que sobresalió por sus condiciones profesionales.
Completó su formación como comando anfibio al calificarse como paracaidista militar en la Brigada de Infantería Aerotransportada del Ejército Argentino, en Córdoba.
Ascendió a Teniente de Navío el 31 de diciembre de 1975.
Luego, en el Batallón de Infantería de Marina N°1 fue Jefe de una Compañía de Tiradores. Posteriormente ocupó el cargo de Jefe de Operaciones de la Agrupación Comandos Anfibios y más tarde el de Ayudante del Jefe de Operaciones e Inteligencia de la Fuerza de Apoyo Anfibio. El 31 de diciembre de 1981, ya como Capitán de Corbeta, asume su último cargo: Segundo Comandante del Batallón de Infantería de Marina Nº2.
Para las operaciones de recuperación de nuestras Islas Malvinas, Giachino fue Jefe de una patrulla de Comandos Anfibios y Buzos Tácticos que desembarcó el 1 de abril de 1982 durante la noche, en una playa al Sur de Puerto Argentino. Su misión era lograr la rendición del Gobernador británico antes de que el grueso de las tropas argentinas irrumpiera en la localidad. Con ello Giachino debía evitar un sangriento e inútil combate en plena planta urbana.


La patrulla desembarcó desde el Destructor ARA "Santísima Trinidad", logrando llegar a las playas en botes de goma; las fuerzas enemigas de la zona no advirtieron el desembarco nocturno de los hombres de Giachino.
A las seis de la mañana del 2 de abril de 1982, Giachino rodeó con sus hombres la casa del Gobernador británico y le intimó rendición; los británicos, sorprendidos, abrieron fuego sobre la patrulla. Tal como prescribían las órdenes recibidas, Giachino procedió sin provocar bajas ni daños al oponente; sin duda, estas órdenes son las más difíciles que pueda recibir un militar, pero Giachino estuvo a la altura de las circunstancias.
Repite varias veces su intimación; los británicos redoblaron sus disparos sin dar indicación de tregua alguna.
Treinta minutos después, la primera ola de asalto de la Fuerza de Desembarco Argentina toca tierra en las playas distantes unos siete kilómetros de donde Giachino estaba tratando de lograr la rendición del Gobernador. La recuperación de las Islas se estaba consumando. Pocos minutos después, los vehículos anfibios blindados de la Infantería de Marina Argentina rodaban hacia Puerto Argentino, mientras naves de la Flota de Mar hacían ver sus siluetas en la bahía.
Si las tropas argentinas entraban a la localidad, se iniciaría el combate con los británicos en el mismo pueblo, circunstancia que debía evitarse a toda costa. Giachino supo que debía actuar para impedirlo, de acuerdo con sus órdenes. En su condición de Jefe, tornó la decisión más importante de su vida. En la evidencia de la inutilidad de lograr la rendición británica, avanzó solo hacia el interior de la casa del Gobernador, derribó una puerta. Una ametralladora enemiga le hizo fuego a quemarropa, cayó hacia atrás. Gritó a sus hombres que se cubrieran.
Su segundo (Teniente de Fragata Diego García Quiroga) quiso sacarlo de la línea de fuego, recibiendo a su vez una descarga que lo hirió gravemente. El cabo enfermero Urbina intentó rescatar a sus dos jefes, siendo también herido; aun así, logró dar los primeros auxilios a los oficiales y a sí mismo. La presión de la situación general, motivó al Gobernador británico a ordenar la suspensión del fuego y pedir parlamento.
La misión del Capitán Giachino se había cumplido: el Gobernador se rindió antes de que las tropas argentinas hicieran su entrada a Puerto Argentino. El precio fue la vida de nuestro héroe, quien muere minutos después a causa de las severísimas heridas recibidas.
Ascendido "Post Mortem" al grado de Capitán de Fragata de Infantería de Marina. Sus restos descansan en Mar del Plata, donde reside su familia. Fue condecorado "Post Mortem" con la máxima distinción que otorga la Nación Argentina: "La Cruz al heroico valor en combate".
La Armada Argentina reconoce en el Capitán Giachino al arquetipo del jefe, que lidera a sus hombres en combate asumiendo personalmente los riesgos mayores y que, ante órdenes recibidas, las ejecuta puntillosamente, aun a costa de su propia vida. No delegó en sus subordinados la tarea más peligrosa. La tomó para sí, lo que es privilegio de los grandes.

Fuente: Armada Argentina.

viernes, 19 de marzo de 2010

Testimonios en primera persona: Sapper Hill, islas Malvinas. Emotivo relato de uno de los miembros del Grupo de Artillería Aerotransportado Nº 4


"Hoy tan lejos en el tiempo y tan cerca en mi corazón, debo reconocer cuando fue mi bautismo de fuego, se que fue el 11 de junio, pero no se a que hora, creo que fue de noche, ya que al ser apuntador izquierdo, me costó encontrar la luz roja para ajustar la deriva de tiro, pero cuando el obús estuvo apuntado, esos segundos que pasan desde que la munición está dentro del cañón hasta que dan la orden de fuego, son eternos, cuando yo bajara el percutor y la explosión me dijera con su bravo ruido que era artillero, mi vida cambiaría para siempre!
Cuando el cabo Sánchez dijo fuego! y el proyectil salió, el nos dijo, siéntanse dichosos, son artilleros!!! todos al unísono gritamos, ¡viva la patria!
Fue un momento inolvidable, único! Fue algo hermoso, sentirme artillero y haberme recibido luchando por mi patria, hacia que fuera todo más especial, pero lo importante, era e iba a ser por todo el resto de mi vida, artillero.
Fueron días muy extensos, casi no había descanso, las piezas tiraban día y noche sobrecargando la cadencia de tiro recomendada para el obús Oto Melara, eso hacía que llegado el 13 de junio, empezaran a quedar algunas piezas fuera de servicio, se agotaba el material.
En la bruma de los horarios recuerdo que en un momento, hubo una falsa orden de repliegue, en ese fallido, cuando estábamos reunidos una bomba enemiga cayó cerca de la reunión y hubo heridos, el cabo Aguirre y el soldado Hernandorena, pero en ese momento recibimos la orden de que debíamos volver a las piezas inmediatamente, cosa que hicimos, y seguimos tirando, y nos seguían tirando permanentemente, fue en esos momentos, que se agigantó la figura de un cabo fuera de lo común, el cabo Quiroga, fue el comienzo de un comportamiento extraordinario de alguien que fue más allá de su función, nos daba fuerza, verlo venir con los cilindros de mate cocido con leche endulzado en medio del bombardeo enemigo para darnos, a nosotros los de las piezas, ese líquido caliente que nos daba fuerzas.
En la vorágine del combate, varias veces nos metimos en los refugios más cercanos a las piezas que estaban en funcionamiento.
Cuando salimos del refugio, y fuimos a buscar la pieza que quedaba en pie, éramos el negro Moyano y yo de la sexta pieza, cuando nos acercamos a esa pieza el negro me dijo: Walter, andate, yo me quedo, vos salvate.
Yo le dije que no, que nos quedábamos los dos, si estuvimos en la guerra juntos, o nos salvávamos los dos o moríamos juntos, pero nunca lo iba a dejar solo, asi que fuimos a esa pieza, donde se contaban sólo 20 hombres más nosotros.
Tuvimos la suerte, Dios mediante, que esa pieza estaba comandada por alguien que me enseñó todo lo que sabía sobre la guerra, era y es, el tipo que me dio el ejemplo que aún hoy me sirve para manejarme en la vida, me enseñó, de lealtad, de patriotismo, de eso que dijo Jesús alguna vez “no hay sacrificio más grande que dar la vida por un amigo”
Ese señor, a mi criterio, un grande, un señor que debería tener el pecho lleno de medallas, fue, es y va a ser por siempre mi jefe, era el subteniente Gabino Suarez.
Éramos sólo 22, y en un minuto el subteniente Suarez organizó la resistencia, unos a apuntar, otros a cargar municiones, otros a prepararlas y cada uno de nosotros con una función específica.
Me es muy difícil recordar esos momentos y no emocionarme, porque nunca fui testigo de tanta valentía, tanta decisión, de decir, por acá no pasaran!, aún hoy lo recuerdo al subteniente Suarez a los gritos al lado del cañón dándonos fuerzas, con su ejemplo, mientras nosotros hacíamos lo que debíamos hacer.
En mi caso, en un momento iba a traer municiones del montón que estaba a un costado de la posición, cerca del camino, cuando llegábamos a la pieza, en medio del bombardeo inglés, que nos tiraban con todo lo que tenían, teníamos un hacha con el que abríamos los cajones y los tubos en donde venían los proyectiles, de última, los cajones los tirábamos contra una piedra y se despedazaban, también cuando algunos seguían trayendo munición, yo cargaba el obús, todos hacíamos de todo, y todo esto en medio del bombardeo inglés.
Una de las cosas que más orgullo me da, es que durante todo este período nadie se protegió en los refugios, seguíamos trayendo, preparando y cargando la pieza, en esos momentos el enemigo estaba muy cerca, más o menos a 600 metros, por lo cual a las vainas debíamos sacarles seis de los siete sacos de pólvora para poder hacer puntería directa sobre las tropas enemigas, lo recuerdo al soldado Maidana trabajando sobre las espoletas de tiempo, a las órdenes de los suboficiales, estos proyectiles son los que hicieron un daño terrible a los británicos, y nosotros veíamos que hacíamos daño.
No tengo ni idea si pasaron horas o minutos, pero fue muy intenso, era todo un movimiento, coordinado por el subteniente Suarez. Recuerdo con mucho respeto al cabo 1º Dattoli, otro grande, dándonos fuerzas y cuidando a cada uno de los soldados.
Había mucha actividad en esos metros cuadrados de la pieza, era una locura, teníamos que patear las vainas servidas para no chocarnos con ellas, ya que eran tantas que casi no había lugar para moverse, el ruido que hacia nuestro obús era hueco, y no había una explosión fuerte, pero cada uno de los proyectiles tenía un gran poder de destrucción, además iba con toda la bronca y las ganas de que no pasen, estábamos dispuestos a dejar la vida, pensando que no pasarían si quedaba uno de nosotros vivo y tuviera algo para tirar.
A medida que tirábamos, y las municiones iban mermando, sabíamos que el final se acercaba, pero nunca nos iríamos mientras nos quedara algo para tirar.
Sabíamos inconscientemente que era inútil, estaba perdiéndose la batalla, ya que con solamente mirar al frente veíamos que nos superaban por mucho en la cantidad de personal.
Hay cosas que uno entiende con el tiempo, (o no le encuentra explicación), que era lo que hacía que estos 22 locos estuvieran en ese momento y en ese lugar combatiendo, en inferioridad absoluta, tirando, y con la convicción de no irse pasara lo que pasara, los detalles se van perdiendo con el tiempo, pero las sensaciones son las mismas, el olor a pólvora, los ruidos, los silencios momentáneos, muchas cosas que pasaron en esos momentos se asocian hoy con los olores, y cuando recuerdo esos momentos se viene a mi mente el olor a la pólvora cuando tirábamos.
Sólo el que estuvo en ese lugar en esos momentos sabe cuan hombres eran todos, no se puede entender de otra manera, que un tipo como el petiso Heredia, que creo que pesaba menos que una caja de municiones, pudiera traerla, corriendo desde el lugar en donde estaban hasta la pieza, o ver a Salas, abriendo las cajas contra las piedras, sin importarle que pasara, sólo pensábamos en tirarle y hacerlos mierda.
Después de 24 años alguien me dijo que lo que hicimos esas últimas horas salvo a miles de hermanos de la muerte.
Y llego el último proyectil, que no fue lanzado, porque por esperar unos minutos quedo trabado en el tubo del obús, y supimos, con tristeza y dolor, que eso era lo último que podíamos hacer. Habíamos agotado las municiones.
Aún hoy recuerdo la cara de mis hermanos, la resignación y la bronca nos llenaba el corazón de argentinos bien nacidos, y alguien dijo, bueno, hicimos todo, repleguemos!
Esos 200 metros que había entre la pieza y el puesto comando fueron un infierno.
Nos tiraron con todo, ninguno de nosotros pensábamos que saldríamos con vida de ese repliegue. Pero salimos.
En un momento quedamos cuerpo a tierra cara a cara con el negro Moyano, y después de mucho tiempo, nos reímos, y él me dijo algo asi como: ”la puta, no nos vamos a morir ahora, no? tenemos que ir a comer pizza a mi casa”
También en esos momentos se escuchaban los gritos de los jefes, nos guiaron de a poco hasta el puesto comando, cuando llegamos ahí, el cabo 1º Dattoli contó a todos y faltaba uno, el loco, volvió al refugio a ver si estaba, esto en medio de un terrible bombardeo, pero el soldado, que no recuerdo quien era, estaba con nosotros, volvió, con la bandera del grupo con él; hoy esa bandera está en el museo del Grupo de Artillería, hoy el cabo 1º Dattoli está sin ser reconocido.
Y tomamos la decisión de volver al pueblo.
Los metros que recorrimos hasta el pueblo me sirvieron para entender que lo que habíamos hecho era inolvidable, y cuando miraba a mis jefes, los subtenientes Suarez y Pucheta, el sargento Squaglia, el cabo 1º Dattoli, el cabo Sánchez, esos que alguna vez puteé con ganas, eran unos gigantes, que jamás serían vencidos, porque nos dieron la mejor instrucción que un militar de carrera le podía dar a un conscripto, eso nos salvó, además estuvimos juntos hasta lo último, y eso no tiene precio, ese hecho nos hermanó para siempre, hoy están en mi mente, las lágrimas de muchos de ellos, la desazón de todos, el cansancio.
El camino hacia el pueblo era una total desolación, nadie por ningún lado, el silencio era absoluto, se escuchaban los pasos nuestros al golpear los borceguíes en el asfalto mojado, sólo se veía humo en algunos lados, (luego me enteré de que no fue asi lo del silencio, ya que ellos destruyeron el lugar en donde estuvo el GA4 totalmente, asi que el silencio solo es una sensación que yo tuve).
Además de los suboficiales y oficiales, estábamos los conscriptos, mis hermanos de la clase 62 y 63, con algunos de ellos compartimos desde la incorporación en el distrito militar La Plata hasta ese momento, con otros fueron los días de la guerra, pero ese camino recorrido fue algo que nos amalgamaría para siempre, ellos son distintos, son especiales, me doy cuenta cuando nos vemos en la actualidad, como dice Saint Exupery, solo se ve con el corazón, lo esencial es invisible a los ojos, por eso la unión entre nosotros es invisible a los ojos, está en nuestros corazones. Para mi fue un gran honor haber combatido junto a ellos. me siento honrado de haber formado parte de ese grupo. fue un honor.
Al llegar a la parte céntrica del pueblo, estaba el teniente coronel Quevedo parado sobre una pequeña altura de tierra mirando hacia el lado desde donde veníamos, solo nos vio cuando estábamos casi en frente de él, según su cara se sorprendió enormemente, el subteniente Suarez se abrazó a él y hablaron un rato.
Luego vino todo lo que nosotros sabemos, la vuelta a casa. y el silencio durante muchos años.
Nunca terminaré de agradecer a todos y cada uno de los integrantes del Grupo de Artillería Aerotransportado 4, por haberme permitido luchar junto a ellos.
Agradezco muy especialmente a mi querido jefe, Juan Gabino Suarez y a todos los que de una manera u otra me dieron una instrucción excelente.
Señores, fue un gran honor!
Viva la patria"

“Combatimos con honor y volveremos"

Fuente: Oscar Walter Rubíes, G.A. Aerot 4, Batería de Tiro “C”, 5º pieza

viernes, 22 de enero de 2010

Las banderas de guerra de las unidades que volvieron al continente luego de la contienda en las islas Malvinas


Al amanecer del 14 de junio de 1982, en Bahía Fox, Isla Gran Malvina, el jefe del Regimiento 8 de Infantería, teniente coronel Ernesto Repossi llamó al teniente 1º Marcelo Giglio para decirle lo que todos imaginaban: se avecinaba la rendición. De paso le dio una orden: "Hágase cargo de la bandera del regimiento. No la puede tocar ningún inglés." Giglio llamó a dos de sus camaradas, los tenientes 1º Rafael Barreiro y Hernán Vecchieti. Los tres jóvenes oficiales se juramentaron para evitar que la bandera cayera en manos británicas.
Ese 14 de junio, en su primera entrevista con los ingleses para negociar la rendición, el gobernador de Malvinas, general Mario Benjamín Menéndez, planteó a los británicos el derecho que tenían sus tropas de regresar con sus banderas al continente. Los británicos accedieron. Pero nada de eso se sabía en el frente de batalla y la obsesión de muchos oficiales fue evitar que los enemigos se alzaran con las banderas como trofeo de guerra, en especial las de los regimientos históricos que lucen las condecoraciones ganadas en la Guerra de la Independencia. Y el 8 de Infantería era uno de ellos.
El ya retirado capitán Giglio y el hoy coronel Vecchietti recuerdan veinte años después: "Decidimos descoser la bandera en dos paños. Uno azul y blanco y el otro azul, desprendimos las medallas de la corbata y llamamos a dos suboficiales de nuestra más absoluta confianza a los que les confiamos a uno las medallas y a otro la cuja. No recordamos cómo hizo uno para hacer pasar la cuja, pero el otro disimuló las condecoraciones como medallas suyas que se colgó en la cadena que llevaba al cuello. Y ocultó otra en un llavero."
Giglio y Vecchietti descosieron también sus chaquetas. Vecchietti tajeó el cuello de la suya, que todavía conserva, con habilidad suficiente como para que pareciera gastada por setenta y cuatro días de campaña. Giglio escondió entre el duvet y su cuerpo el paño azul y blanco. Vecchietti aplanó como pudo la corbata y el moño de la bandera. El subteniente Barreiro hizo lo mismo con el restante paño blanco. Y se encomendaron a Dios. Horas después eran prisioneros de los británicos.
Lejos del 8 de Infantería y mucho más cerca de Puerto Argentino, el hoy teniente coronel Miguel Angel Cargnel era entonces teniente y abanderado del Regimiento 7 de Infantería y batallaba en Wireless Ridge. "El 12 de junio, cuando los ingleses atacaron Longdon, vimos que estábamos muy comprometidos. Y dijimos: La bandera no. Con el teniente Jorge Guidobono enterramos el asta y los herrajes en nuestra posición de combate. Guidobono se cosió el paño en el interior de la campera de duvet, yo me quedé con la corbata y el moño y repartimos las condecoraciones entre otros oficiales. Así nos replegamos el 14 a Puerto Argentino, cuando ya se sabía de la rendición."
Al este de Bahía Fox el joven subteniente Leandro Villegas ya se había envuelto la bandera de la Compañía de Ingenieros 9 como un chiripá. Tenía 21 años, hacía apenas tres meses que era oficial del Ejército y estaba metido en una guerra y en una disyuntiva: el jefe de su unidad, el mayor Oscar Minorini Lima, le había pedido que quemara la bandera antes que cayera en manos inglesas. "Lo convencí de que intentáramos llevárnosla escondida. Quemamos el asta en una típica cocina malvinera de la casa que nos servía de apoyo. Todo fue muy a las apuradas, pero cuando fuimos prisioneros, la bandera no fue descubierta en las tres revisaciones que nos hicieron."
En la que era residencia de Menéndez, antes de que amaneciera, dos miembros de su staff personal, los entonces mayores Carlos Doglioli y Agustín Buitrago, se habían alzado con cuanta bandera argentina encontraron, aún las pequeñas que estaban en algunos de los escritorios de la casa. Salieron a la todavía noche, iluminada sólo por el resplandor del fuego de artillería, y no vieron la bandera que flameaba en el mástil de la residencia. Esa bandera fue vista recién cerca de las nueve de la mañana, por el hoy capitán retirado Luis Daniel De Urquiza, entonces oficial del Batallón Logístico 10. "Se venían los ingleses, estarían a seiscientos metros, y aunque ya se hablaba de un cese del fuego, había intercambio de disparos: el clima bélico no se distiende así nomás. Corté la cuerda del mástil y me envolví la bandera al cuerpo, la cubrí con la campera y subí el cierre hasta el cuello. Así fui a parar a un galpón, ya prisionero."
La bandera del 8 de Infantería llegó a Comodoro Rivadavia en manos de Giglio, Vecchietti y Barreiro. Cuando desembarcaron del buque inglés "Norland" en Puerto Madryn, compraron hilo y aguja y la bandera fue cosida en el trayecto Madryn-Comodoro Rivadavia. Entró flameando al regimiento. Al hoy teniente coronel Cargnel tampoco le descubrieron la suya: ni en los diecisiete días que estuvo preso en un frigorífico destartalado de la Bahía San Carlos, ni en los trece días que pasó a bordo del buque inglés "St. Edmund" que lo dejó el 14 de julio en Madryn. Al joven subteniente Villegas sí se la descubrieron a bordo del "Norland". Los ingleses pidieron la bandera y Villegas, según sus herméticas palabras, se puso "un poco inquieto". Hasta que el jefe de su compañía le dijo: "Listo Villegas, déme la bandera" Fue entregada, se labró un acta y, al llegar a Puerto Madryn reclamada. "Ya van a tener noticias...", fue la respuesta al reclamo. Pero la bandera fue entregada ese mismo día por los británicos. Durante el viaje del "St. Edmund", De Urquiza tuvo que desnudarse para ser revisado: "Allí apareció la bandera. Cuando el inglés la vio hizo como un amague de algo. Pero le dije: Don't touch my flag (No toque mi bandera) y el tipo, muy respetuoso, no la tocó. Volvió conmigo y con el último contingente de prisioneros. Al año siguiente, la llevé por disposición del Ejército a la Sala de Banderas del Monumento a la Bandera de Rosario. Allí deberían estar todas."
Muchas otras banderas, en otras manos, gracias a otros trucos, volvieron de Malvinas al continente. Algunas cayeron en poder de los británicos. Todas son hoy un pedazo de historia.

Fuente: Alberto Amato para el diario Clarín