jueves, 24 de marzo de 2011

Se estrena el documental "14 de Junio: Lo que nunca se perdió"

“14 de Junio: Lo que nunca se perdió”


La película narra la historia de un grupo de soldados de la compañía “A” Tacuarí del Regimiento de Infantería Nº 3 “Manuel Belgrano” del Ejército Argentino que estuvo en las Islas Malvinas en 1982.

La Compañía entró en combate durante el último día de la guerra, y sus protagonistas relatan las historias vividas con la emoción de volver al momento que cambió sus vidas para siempre.
El film va guiando al espectador por los distintos momentos que compartieron. Desde la llegada a las islas, pasando por la convivencia, la batalla y el regreso, y lo vivido después de Malvinas y el presente.
El teniente coronel Víctor Hugo Rodríguez, jefe de la sección, destacó en su momento ante la prensa que “los días más gloriosos de mi vida están en Malvinas. Allí pasé por vivencias de las más fuertes y valerosas de mi vida”.
También formaron parte del grupo, entre los que participaron del documental, Manuel Villegas, Rubén Carballo, Esteban Tries, Héctor Rebasti, Raúl Ramos, Guillermo Salort, Walter Díaz y Juan Vallejos, este último habiendo estado al borde de la muerte allí mismo en Malvinas.
Sobresale la experiencia de Juan Vallejos, quien sufrió varias heridas en combate, por lo que tuvieron que amputarle una pierna. Un hombre de gran valor, que experimentó la muerte por unos segundos, en un combate mano a mano con un soldado inglés. “Fui el último argentino en ser atendido en el hospital de campaña de Puerto Argentino, ya tomado por los ingleses, no lo podía creer”, cuenta finalmente.
Y, a pesar de todo lo que se ha dicho en torno a la guerra, sus causas, razones y consecuencias, para un soldado “lo mas lindo de un ciudadano es haber dado la vida por la patria”, afirman muchos de ellos al día de hoy.



Atención: función el lunes 04 de abril de 2011 a las 20 horas en los cines Village.

jueves, 10 de marzo de 2011

Reseña de uno de los buques hospital durante la guerra de Malvinas: el rompehielos Q-5 ARA Almirante Irizar


Construido en Finlandia de acuerdo con un contrato firmado en 1975 entre el Director Nacional del Antártico y el Astillero Oy Wärtsila de Helsinski, fue entregado a la Armada Argentina para su tripulación y operación. Buque apto para navegar en regiones polares, realizó hasta el año 2007 las campañas antárticas de verano para relevar personal y abastecer las bases permanentes y transitorias emplazadas en el continente blanco.

En el otoño de 1982 participó como buque hospital en el conflicto del Atlántico Sur.
El buque rompehielos Q5 ARA Almirante Irízar fue adaptado en los Talleres y Arsenales de la Base Naval de Puerto Belgrano en poco menos de cinco días durante el conflicto bélico. Fueron refaccionados todos los interiores y convertidos en unidades hospitalarias con una capacidad para más de doscientas camas, poniendo énfasis en las salas de recepción y clasificación de heridos (triage), en los quirófanos, en la sala de rayos X; en la terapia intensiva, en la unidad de quemados, y en todas las dependencias que requiere un hospital embarcado.
El grupo aéreo embarcado, dos helicópteros Sea King de la EAH2 estuvieron como dotación del buque.
La dotación del hospital alcanzó el número de 40 profesionales y técnicos de la salud, entre ellos catorce médicos, dos odontólogos, dos bioquímicos, un sacerdote y veintiún enfermeros. Sobre la última semana del conflicto embarcaron por helicóptero desde Comodoro Rivadavia siete civiles voluntarias, instrumentadoras quirúrgicas del Ejército, destinadas inicialmente al Hospital Militar de Malvinas, las que, por el devenir del conflicto, permanecieron aportando su esfuerzo de guerra en los quirófanos del ARA Irizar. Se desempeño como Director Médico el CC Medico Roberto Sosa Amaya secundado por el CC Médico Roberto Olmedo.
Hacia el 9 de junio, el rompehielos devenido en buque hospital fondeo en la Bahía Groussac, frente a Puerto Argentino, en el extremo oriental de la isla Soledad.
Los combates, que se desarrollaban en los cerros que rodean la capital del archipiélago, se hacían sentir en los mamparos de acero del rompehielos y en los vidrios de los ojos de buey, que vibraban y se sacudían fuertemente diariamente durante horas.
El silencio y la oscuridad cerrada de la noche malvinense, quedaba saturada por un ruido ensordecedor e iluminada por las explosiones de las bombas y el color rojo amarillento de la munición trazadora de ambos bandos y ocasionalmente se divisaban desde la cubierta del buque bengalas iluminantes descendiendo lentamente con paracaídas.
En medio de los combates y desde el muelle del Apostadero Naval Malvinas, los buques auxiliares requisados, como la goleta Penélope y los remolcadores Monsunen, Forrest y Yehuín, comenzaron a hacer innumerables viajes entre el muelle de la rada y el rompehielos, derivados del CIMM, el Centro Interfuerzas Médico Malvinas de Puerto Argentino.
Al llegar a las bandas del buque, la tripulación de los buques auxiliares y la del hospital, tenía que embarcar por medio de grandes redes colgadas del costado y el uso de camillas rígidas izadas por grúas a cada uno de los pacientes trasladados, con el peligro latente de que sean atrapados entre los cascos de los dos buques o que cayeran a las aguas congeladas.
Una vez en cubierta principal, mediante camillas, se trasladaban hasta la Sala de Recepción de Pacientes, donde eran inicialmente identificados tomándoles sus datos personales y militares y los de sus parientes más cercanos, luego eran revisados y derivados a los diferentes niveles de complejidad del sistema asistencial montado a bordo.
Toda esta tarea se complementaba con el embarque de los heridos por medio de los helicópteros Sea King embarcados, los que, pese a las fuertes inclemencias del tiempo, siguieron volando debajo de los límites operativos de la cubierta de vuelo, llegando en muchas oportunidades al extremo de volar de noche sin poseer instrumentos para este tipo de vuelo, iluminando la superficie del agua con un proyector de proa de la aeronave. Anavizados y trincados a cubierta, los camilleros bajaban los heridos desde la cubierta de vuelo hasta la Sala de Recepción deslizando las camillas sobre largas planchadas de madera colocadas sobre los peldaños de todas las escaleras metálicas. En los días finales, los quirófanos del rompehielos trabajaron sin cesar, se habían recibido más de 400 de toda magnitud.
Durante estas jornadas de intensos combates y trabajo permanente en las salas de internación, quirófanos y laboratorios del ARA Irizar, se tuvo tres contactos directos con el enemigo, entre el 10 y el 13 de junio de 1982, los británicos solicitaron al buque hospital argentino la provisión de plasma sanguíneo y de dosis de morfina para atender a sus heridos graves, cosa que se cumplió en función de lo especificado en la Convención de Ginebra de 1949, entregando lo solicitado a tripulantes de un helicóptero de la Royal Navy aterrizado en la cubierta de vuelo del rompehielos argentino.
Luego de las primeras horas de luz del 14 de junio, sobrevino un silencio abrumador, que exaltó los ruidos propios de la naturaleza, enmarcados con un viento helado que de manera arrachada golpeaba el casco del buque.
El ARA Almirante Irizar, que había zarpado desde Buenos Aires a principios de noviembre de 1981 para cumplir con la Campaña Antártica de Verano, regresaba a su apostadero habitual en los primeros días de julio de 1982, luego de interminables y aciagos ocho meses. Una CAV exitosa coronada por la participación en la guerra de Malvinas como buque hospital.
Por su actuación en el conflicto bélico, la “Bandera de Guerra” y la tripulación del buque, recibieron la condecoración "Operaciones en Combate", otorgada por el Congreso de la Nación Argentina.


Fuente: Armada Argentina