viernes, 25 de mayo de 2012

1982 - 25 de mayo - 2012 A treinta años de la conmemoración de nuestra fecha patria en Malvinas


Han pasado treinta años desde aquella fría y ventosa mañana en la turba malvinense donde por primera vez desde 1833 se realizaba una formación y oficio religioso para conmemorar el nacimiento de la Argentina, recordando a los próceres de antaño y a los héroes desconocidos del presente, que ya habían entregado su vida en los días precedentes, cumpliendo con el deber que nos inculcaron desde muy jóvenes. Muchos otros, ilustres y heroicos desconocidos, luego de este día, ofrendaron su vida por los ideales de 1806 y 1807, 1810 y 1982. A todos ellos, a nuestros forjadores y a nuestros defensores, a los que se quedaron custodiando y a los que volvieron, mi eterno reconocimiento.


Mientras tanto el día patrio dejaba ver el esfuerzo argentino; tres aviones Harrier destruidos sobre los cielos de Puerto Argentino, la Fuerza Aérea atacaba con éxito buques en el estrecho de San Carlos y era hundido el destructor Coventry y los ya famosos Super Etendard de la Aviación Naval hundían al buque portacontenedores Atlantic Conveyor; como bien se diría, un día productivo para las fuerzas argentinas y un gran dolor de cabeza para las fuerzas británicas.

jueves, 24 de mayo de 2012

Testimonios en primera persona: las mujeres en el conflicto de Malvinas embarcadas en el rompehielos ARA Almirante Irízar


Seis instrumentadoras quirúrgicas salvaron vidas durante el conflicto con el Reino Unido; los soldados aún les escriben cartas en agradecimiento.

Tenían veintitantos y eran instrumentadoras quirúrgicas en el Hospital Militar Central. En junio de 1982 se presentaron voluntariamente a una convocatoria para prestar servicio en Malvinas. Un día después embarcaron rumbo al Sur y trabajaron en el Rompehielos ARA Almirante Irízar, que funcionaba como buque hospital frente a Puerto Argentino. Marta Lemme y Susana Maza recuerdan esos días con emoción y respeto. A 30 años de la guerra, pueden revivir cada momento y contar sus vivencias con detalles. Reconocen que tuvieron miedo y mucha ansiedad, pero no se arrepienten. "Nuestra función era servir a la Patria y eso hicimos", sostienen.
Marta había empezado a trabajar en el Hospital Militar Central (HMC) en 1980. Susana, cuatro años antes. El 2 de abril de 1982, cuando fue el desembarco argentino en el archipiélago, preguntaron si podían anotarse para ir, pero no había instrucciones precisas. Además, la mujer no estaba incorporada con grado militar a las Fuerzas Armadas: recién a fines de ese año se recibieron las primeras promociones.
En junio, por pedido del Hospital de Puerto Argentino, la dirección del HMC abrió una convocatoria: el combate estaba dejando heridos de gravedad y necesitaban personal idóneo para cirugías. "Nos avisaron que si queríamos, podíamos participar. Requerían personas que supieran preparar las salas, el material, la aparatología...En aquel entonces, al no haber personal militar, las instrumentadoras eran todas mujeres y eran civiles. Los enfermeros que tenían grado militar no eran instrumentadores", explica Susana.
El llamado rindió sus frutos: se anotaron cinco enfermeras del HMC y una del Hospital Militar de Campo de Mayo. "Fue una cosa rápida, nos dijeron un mediodía y salimos al día siguiente", dice. Marta agrega que los familiares tuvieron poco tiempo para digerirlo. "A veces me preguntan qué dijeron mis padres, pero no tuvieron tiempo de pensar", cuenta.
A las cinco de la mañana se juntaron en la guardia del HMC, en la avenida Luis María Campos, en Palermo. De ahí, Aeroparque, Río Gallegos, helicópteros, el Irízar. Las equiparon con borceguíes, camperas, abrigo. Y zarparon rumbo a Malvinas. Sintetizan: "Emoción profunda, ansiedad, incertidumbre".



En el rompehielos convertido en hospital había 300 hombres, militares. "Nos recibieron muy bien, fueron muy atentos. Primero estaban asombrados de que estuviéramos ahí", describen. "Cuando llegamos al buque, lo primero que quise fue llamar a mi familia para decir que estaba bien. Hasta que no encontré una radio para hacerlo no me quedé tranquila", dice Marta. Los primeros momentos a bordo fueron de incertidumbre. "Tuve miedo, inquietud. Nadie sabía nada y eso me ponía mal. Empecé a cuestionarme un montón de cosas. ¿Habré hecho bien? ¿Serviré para algo?", rememora.
"Una vez que me dijeron dónde y cómo íbamos a trabajar, ya me quedé tranquila", añade. Cuando llegaron a Puerto Argentino, el combate no daba tregua. El Irízar quedó en medio de fuego cruzado y el capitán tomó una decisión. Susana relata: "Nos comunicaron que nuestra presencia sería más útil en el barco que en tierra. Ya se preveía el cese de hostilidades: íbamos a pasar a engrosar la fila de prisioneros".
"Pusimos el grito en el cielo. Habíamos viajado para estar en Malvinas, queríamos bajar y estábamos ahí, justo enfrente. Pero pronto empezaron a evacuar heridos y el ritmo de trabajo se volvió intenso", recuerdan.
"Estábamos en un quirófano, al rato pasábamos a terapia, a postcirugía. Ibas de un lado al otro y en plena acción, aceleradas, no pensás, no te quejás: actuás", sintetizan. Según cuentan, el buque hospital estaba bien equipado: terapias intensiva e intermedia, varios quirófanos, radioterapia, radiología portátil, cámara hiperbárica, laboratorio clínico y consultorio odontológico.
"Los soldados quedaban sorprendidos al ver mujeres. Después de la sorpresa, empezaban a abrirse, a tener más confianza, veían en nosotras a una figura protectora; la hermana, la madre, la novia", recuerdan. No se les borran las caras de algunos heridos y ciertas intervenciones quirúrgicas. Meses y hasta años después, ellos tampoco olvidaron. "Nos agradecieron siempre, nos han escrito cartas. Uno hasta me invitó a su casamiento", cuenta Marta.


El regreso de Malvinas fue duro: el día en que les comunicaron el cese de hostilidades lloraron. Marta recuerda a un soldado que rezaba el rosario. "Esas cosas me emocionan. Hubo una misa y me descargué. Lloré, me aflojé. Todavía me emociono", cuenta. Susana habla de un oficial que la conmovió. "Nos mostró un cofre con la bandera argentina y nos dijo que en caso de ataque o hundimiento, iba a correr hasta ahí para sacarla, para que no cayera en manos enemigas. No es que sea sensiblera, pero hoy escucho una canción patria y me emociono", confiesa.
El grupo de mujeres volvió de Malvinas el tercer domingo de junio. Al día siguiente se presentaron a trabajar, pero les dieron una semana de licencia. Hoy, siguen trabajando como enfermeras instrumentistas en el HMC.

Fuente: La Nación 24 de mayo de 2012

viernes, 4 de mayo de 2012

Guerra de Malvinas. Testimonios en primera persona: El relato de Armando Mayora, en ese entonces Teniente de Fragata, sobre el ataque al destructor Sheffield


El ataque al Sheffield, una fragata tipo 42 que estaba a la vanguardia de la flota inglesa, supuso un duro revés para las fuerzas británicas durante el conflicto de 1982. Además, fue el primer barco que perdieron desde la Segunda Guerra Mundial. Mayora, sin embargo, recuerda que tuvo una sensación agridulce: el objetivo era pegarle al Invencible. "Todo el mundo estaba feliz. Yo no, porque el objetivo era el portaaviones. La única manera de poder haber cambiado el curso de la guerra era hundirles un portaaviones. Eso fue lo que sentí: que podríamos haber generado un cambio. Hundir al Sheffield fue un tema que les pegó, pero que no fue crucial. Si hundíamos un portaaviones, la cosa hubiese sido diferente", sostiene. A pesar de ese sentimiento, Mayora reconoce que la escuadrilla hizo su trabajo a la perfección. "El ataque del Sheffield fue el único que pudimos hacer como dice el libro. Salió perfecto", reconoce. "Éramos diez pilotos seleccionados y teníamos los mejores aviones. Éramos los de mayor experiencia, los de mayor capacidad. Habíamos armado las cosas bien", agrega. Admite que había preocupación. "Teníamos que enfrentarnos a la tercera potencia del mundo con el apoyo de la primera".


Para entrenarse específicamente para Malvinas, y como en la Argentina había dos destructores idénticos a los de la flota británica, usaron esos barcos como blancos. "Diseñamos nuestro perfil de vuelo y perfil de ataque en función de ellos. Me embarqué en el destructor ARA Hércules, con la gente de operaciones, para ver a cuánto se detectaban los buques, de qué manera", explica. "El día que desembarqué del ARA Hércules, el comandante me dijo: «Mucha suerte, no sé si nos volveremos a ver». Me sonó muy dramático, pero después llegué a la conclusión de que él era más consciente de lo que estaba por venir". Su escuadrilla decidió armar cinco parejas, el más antiguo operaba con el más joven. "Volábamos siempre juntos, siempre. En la guerra moderna, no podés emitir: el que dice algo y larga energía al éter es el que termina siendo descubierto. Nosotros estábamos fijando las reglas de emisión en forma muy estricta". Y agrega: "Desde el momento en que despegamos hasta que aterrizamos, nunca hablamos. Todo era por señas, y entre aviones separados por 1000 metros. Nos conocíamos tanto...". El 1° de mayo de 1982, primer día de combate, se frustró una misión de ataque porque los aviones tuvieron problemas al cargar combustible en vuelo. "Tuvieron que cancelar y volver. El acuerdo era que pasabas a la cola. La siguiente pareja éramos el CC Bedacarratz y yo", recuerda. El 2 de mayo fue el ataque al crucero General Belgrano. "Fue un tema duro para nosotros: no sabíamos qué había pasado, era todo incertidumbre", añade. Al día siguiente, Bedacarratz (3-A-202) y Mayora (3-A-203) estuvieron en cabecera, a punto de despegar. "Desde el momento en que te dicen que vas a atacar hasta que salís, pasan como tres horas, el prevuelo. Te tenés que vestir, armar el plan. Toda esa preparación lleva dos horas y pico. Lo hicimos el 3 de mayo y estábamos a punto de irnos, pero anularon la misión", recuerda.


El 4 de mayo amaneció nublado, lluvioso y con vientos muy fuertes. A las 7 de la mañana los sacaron de la cama porque había otro blanco. Un avión explorador de la Marina, el Neptune 2-P-112 al mando del CC Ernesto Proni Leston, había salido más temprano, había estudiado el área y había capturado datos de emisiones británicas. "En función de toda esa información, se nos ordena atacar. Fuimos hacia el avión reabastecedor, iniciamos el ataque, el Neptune emitió la última posición que tenía del blanco, nos pasó los datos y los pusimos en nuestro navegador inercial", detalla el capitán de corbeta retirado. Los aviones Super Etendard eran los únicos de la Argentina que tenían navegadores inerciales, imprescindibles para volar en el mar. "Veníamos volando muy, muy bajo, y muy, muy rápido. Era un día horrible, de chubascos, lluvias, de muy baja visibilidad, lo cual era perfecto para nosotros porque de esa manera podíamos entrar sin que nos detectaran", cuenta. A las 11 de la mañana, el momento de lanzar los misiles fue traumático. "Nos metemos en un chubasco, no veo a Bedacarratz, y cuando salimos del chubasco veo fuego debajo de su avión. Él había dado la orden de lanzamiento y yo no la había escuchado. Lanzo yo. Cuando sos piloto, estás acostumbrado a que cuando apretás un botón de los cañones, es inmediato. Y con los Exocet no es así. Tarda tres segundos, una eternidad. Hasta que de pronto se desprende el misil, que pesa 650 kilos. El avión se desbalancea y ahí ya estábamos girando a muy baja altura y a todo lo que daba. Nos fuimos sin saber qué había pasado", relata. Mayora resalta que hasta ese momento estaba "re contra enchufado" y que lo que más le preocupaba era cumplir. "Es muy laborioso, no tenés tiempo para que se te vayan los pajaritos, para nada. Tenés que trabajar: el vuelo es muy arriesgado, el proceso de lanzamiento del Exocet es muy demandante, tenés que operar el radar del avión, tenés que hacer el reaprovisionamiento en vuelo. No tenés tiempo para ponerte a pensar", detalla. Horas después, a las 5 de la tarde, mientras hacían el análisis y el informe del vuelo, el Ministerio de Defensa británico difundió que el buque Sheffield había sido atacado con misiles Exocet y que había quedado completamente inutilizado y posteriormente se hundiría.

Fuente: Extracto y edición de nota de La Nación por Natalia Pecoraro

miércoles, 2 de mayo de 2012

1982 - 02 de mayo - 2012 30º aniversario del hundimiento del crucero ARA General Belgrano


A 30 años del ataque al Crucero ARA General Belgrano mi reconocimiento a los 1093 tripulantes y un recuerdo afectuoso a los familiares de los 323 defensores de la gesta de Malvinas, que con su cuerpo custodian nuestros mares australes.

Agrego una entrada anterior en ocasión del fallecimiento del por entonces comandante del Crucero General Belgrano, el CN (RE) Héctor Bonzo.

http://malvinasdata.blogspot.com.ar/2009/04/fallecimiento-del-comandante-del.html