La historia del perro Tom en Malvinas
El camión me esperaba
afuera, junto a mis soldados y los equipos. Tomé un gran manojo de camperas y
me dirigí a la carrera, pero se me cruzó un perro de la base que habíamos
criado desde cachorro y me hizo caer. Me levanté maldiciendo, tomé otra vez las
camperas y retomé mi camino, pero a los pocos metros otra vez el perro me hizo
caer. De la bronca, lo tomé y le dije "Estás jodiendo, entonces venís con
nosotros a Malvinas" y lo subí al camión.
Al ver el perro, el
soldado Cepeda me preguntó asombrado: "¿Y eso mi Cabo Primero? ¿Cómo se
llama el perro?"
Entre risas le contesté:
"Desde hoy se llama Tom, porque vamos al Teatro de Operaciones
Malvinas"
Al poco tiempo se
transformó en el ser más mimado y querido entre todos, pero debíamos ocultarlo
de los superiores, por eso en las inspecciones siempre estaba dentro de algún
bolsón, campera o saco de dónde solo salía su hocico para respirar.
Luego de unos días de
espera en Santa Cruz partimos en un Hércules hacia las islas Malvinas
transportando a nuestro personal, dos cañones Sofma, un Unimog y desde luego a
Tom, que para esa altura ya era otro soldado movilizado del Grupo de Artillería
101.
En Malvinas Tom se
comportó como un bravo artillero. Cuando tirábamos con la máxima cadencia de
fuego hacia los británicos, él se paraba delante del cañón como el mejor de los
combatientes; siempre ladraba y jugaba con aquél que estaba bajoneado en los
momentos de calma para darle ánimo; cuando había "alerta roja de bombardeo
naval" era el primero en salir del refugio para buscar a los más alejados
y el último en entrar a cubrirse; y muchas veces su instinto canino presintió
los bombardeos aéreos antes de que se gritara la alarma, lo cual manifestaba
con ladridos que ya conocíamos. Compartía con nosotros la comida y los soldados
le fabricaron un abrigo con los gorros de lana y bufandas.
El 11 de junio a las 1115,
un avión pirata se lanzó frenéticamente sobre nuestra posición bombardeando
nuestro cañón y haciéndolo estallar, nosotros corrimos a cubrirnos y Tom, como
siempre, parado sobre una roca ladraba dando la señal de alerta.
El avión efectuó otra
pasada, esta vez ametrallando con furia nuestra tropa que repelía el ataque con
fusiles, en ésta oportunidad varios fueron heridos (yo entre ellos), y Tom, que
corría avisándoles a los más distantes fue alcanzado por las esquirlas.
El humo y el olor a
pólvora cubrieron el lugar. Como pudimos, heridos, buscamos a Tom y lo
encontramos tendido sobre una piedra inmóvil, con sus grandes ojos negros
mirándonos y despidiéndose lentamente de sus camaradas.
Allí quedó para siempre
nuestro cañón y el mejor testigo de esta Gesta, nuestro querido Tom. Allá en la
fría turba malvinera él es otro bastión argentino, que junto a los héroes que
dieron su vida por la Patria, significan soberanía y un especial estilo de
vida.
Cuando volví al
continente, en honor a él, todos los perros que tuve se llamaron Tom y mientras
yo viva así lo haré.
Tom en Malvinas fue mi
mejor amigo. ¡Y yo... jamás olvido a mis amigos!
Fuente: Relato del Cabo 1º
VGM Omar Liborio del GA 101 del EA
Foto ilustrativa: Diario Popular