domingo, 26 de marzo de 2017

Malvinas 35 años: los preparativos de las fuerzas de desembarco de la operación Azul


Día D, hora H: el desembarco argentino en Malvinas en primera persona

El capitán de fragata José Luciano Acuña partió de Puerto Belgrano al mando de un buque repleto de tropas y con cinco sobres lacrados. Cuando recibió la orden de abrir uno de ellos, supo que estaba ante un momento histórico para el que se había preparado toda su vida.

En febrero de 1982, el hoy contraalmirante retirado José Luciano Acuña, entonces capitán de fragata, se presentó en la base naval de Puerto Belgrano, a donde había sido destinado a fines de 1981, tras una breve licencia por la muerte de su esposa. A poco de llegar a su nuevo destino, fue asignado como comandante del buque de desembarco de tanques "Cabo San Antonio" y notó que "había una actividad que no era normal para esa altura del año". Las prácticas y preparativos que les eran ordenados alimentaban todo tipo de especulaciones entre los propios marinos.
"A mediados del mes de marzo me mandaron al Golfo San José, al norte de Península de Valdez", cuenta Acuña: embarcó al Batallón de Infantería de Marina N° 2 en el "Cabo San Antonio" y realizaron una serie de operaciones de práctica, que por su precisión ayudaron a alimentar aún más los rumores sobre la proximidad de una operación militar. Sin embargo, como el resto de los comandantes navales de esa época, Acuña no tenía la menor idea de lo que se estaba gestando: "Uno de los méritos que tenía la Operación Rosario es que pudimos guardar tanto secreto que el enemigo no se enteró. Cosa que es dificilísimo ante un servicio de inteligencia tan bueno como el británico", explica. Pero su intuición comenzaba a vislumbrar lo que sería su futuro próximo.
Tras las prácticas en Golfo San José, el "Cabo San Antonio" regresó a Puerto Belgrano y desembarcó los vehículos anfibios y las tropas. Pocos días después, cuando se conoció la orden de volver a embarcar, sumando esta vez a tropas del Ejército, todos avizoraron la proximidad del comienzo de la guerra.
El 28 de marzo fue un día radiante: "un día que da gusto ser marino", recuerda Acuña, quien zarpó con la flota ese mañana aunque todavía sin tener certezas sobre cuál sería su destino final. Antes de partir, el comandante de la flota, el contraalmirante Carlos Büsser, le entregó cinco sobres lacrados con el mandato de esperar órdenes para abrirlos, según se le indicara. Al llegar a bordo, un oficial trató de convencerlo de abrir el primer sobre y ver su contenido, algo que él descartó: "Cuando llegue la orden lo vamos a abrir", respondió.
La orden de abrir el sobre número 5 llegó cuando el "Cabo San Antonio" estaba en el punto donde comienza el canal de acceso a Puerto Belgrano: "En ese momento me enteré que formaba parte del grupo de tareas que iba a recuperar las Islas Malvinas", cuenta el marino. "Yo nunca supuse que iba a tener tanta responsabilidad. Me había estado preparando desde 1954 para esto", añade Acuña, quien al recibir la noticia cayó en la cuenta de que apenas conocía a su tripulación -acababa de ser transferido- y atravesaba el duelo por la repentina muerte de su esposa. "No quería que mis oficiales miraran y vieran a un viudo lloroso", sostiene al recordar cómo debió buscar fuerzas dentro de sí mismo.
El desembarco de los cerca de 400 infantes de Marina y Ejército que se encontraban a bordo quedó programado para "el día D a la hora H". Una vez que supo su destino, Acuña se lo comunicó a la tripulación y comenzó a navegar rumbo a Malvinas, con una trayectoria oblicua: debía evitar que los barcos que navegaban cerca la costa los vieran, pero también a los pesqueros que suelen navegar cerca de la zona de las 200 millas.
El 29 de marzo, el tiempo comenzó a desmejorar: "el 29, el 30 y el 31 soportamos un temporal del suroeste que nunca en mi vida había tenido que afrontar". El buque de desembarco de tropas y tanques Cabo San Antonio tenía portalones que se abren y bajan para permitir el desembarco, pero no muy resistentes a los "golpes de mar". Acuña sabía que "dos buques gemelos habían tenido problemas en un temporal y no habían podido abrir las compuertas", por lo que debió navegar evitando que se dañaran. "En ese temporal me di cuenta que tenía una tripulación muy marinera", explica.
El día "D" estaba originalmente previsto para el primer día de abril, pero el mal clima retrasó los planes dado que era preciso al menos un día de mar calmo para organizar el desembarco. La ocupación de las Malvinas había sido bautizada inicialmente como "Operación Azul", pero en medio del fuerte temporal el entonces teniente coronel Mohamed Alí Seineldín, embarcado en el Cabo San Antonio, recordó que cuando ocurrieron las invasiones inglesas al Río de la Plata, el general Liniers había enfrentado similares inclemencias, que cesaron cuando invocó a la Virgen del Rosario. Por su sugerencia, el almirante Büsser, jefe de la fuerza de desembarco, rebautizó la operación como "Operación Rosario": el cambio en las condiciones climáticas que posibilitó el inicio de las operaciones el 2 de abril quedó para siempre adjudicado a la intercesión de la Virgen.
Cuando el capitán Acuña dio la orden de alistar a las tropas para el desembarco, notó con sorpresa que no había movimientos en el buque: nadie había dormido en la noche del 1° al 2 de abril y ya todos estaban en sus puestos. Antes del desembarco, el comandante Büsser pronunció una arenga que se transformaría en mítica: instó a sus subordinados a ser duros con el enemigo pero amables con los habitantes, previno a las tropas de asalto acerca de que actuaría con máxima severidad ante delitos como el abuso de autoridad o el pillaje, prohibió el ingreso a las propiedades privadas y exigió el respeto a las mujeres y niños. La dictadura argentina apostaba a una operación "limpia" que no impidiera futuras negociaciones. "El viva la Patria que escuché en ese momento fue como un grito que salía de las entrañas del buque. Nunca me voy a olvidar de eso, cómo me emocioné", explica Acuña.
El "Cabo San Antonio" entró a Puerto Groussac sin radar ni sonda, en medio de la noche, y sólo una vez que recibió la contraseña por parte de los barcos que le daban cobertura. Antes, un grupo de buzos tácticos habían inspeccionado el lugar indicado para el desembarco, tras lo cual llegaron un grupo de comandos anfibios. "Siempre me acuerdo cuando estoy en un semáforo, porque la contraseña era 'luz verde'", recuerda Acuña con nostalgia. A las 6 se abrieron las compuertas y los vehículos anfibios se lanzaron al agua. Con el mar calmo y en la oscuridad de la madrugada malvinense, venciendo al temor natural que inspira la guerra, las tropas pisaron tierra firme e iniciaron la marcha por la turba, esquivando alambrados y obstáculos naturales. Horas después, centenares de soldados argentino tomaban el control de las islas sin producir bajas británicas.
Si bien la resistencia de los Royal Marines fue débil, en esas operaciones se produjo la primera baja argentina: el capitán Pedro Edgardo Giachino avanzaba con algunos de sus hombres sobre la casa del gobernador, que estaba cercada por fuerzas propias, cuando fue alcanzado por balas enemigas.
Treinta y cinco años después, Acuña recuerda aquellos días del desembarco y reflexiona: "La parte táctica estuvo muy bien. Muy pero muy bien. Fuimos justos, mostramos estar adiestrados, hicimos las cosas bien". Y añade: "Si alguna vez escuchan esas palabras 'los chicos de la guerra', por favor no lo repitan. Los conscriptos que estaban en el "San Antonio" eran marineros hechos y derechos, que cumplían con su obligación y querían más. Antes de terminar la guerra, cuando llegó una nueva camada de conscriptos, los que estaban a bordo no se querían ir".
En la "Operación Rosario" intervinieron unos 700 Infantes de Marina y 100 integrantes de fuerzas especiales. La cantidad de tropas fue decisiva para la toma de todos los objetivos planificados sin encontrar resistencia. Tras más de un siglo y medio de soberanía británica, las Islas Malvinas volvían a estar bajo bandera argentina.

Fuente: Infobae por Fernando Morales 26 de marzo de 2017

martes, 14 de marzo de 2017

Genera controversias la actitud de una entidad provincial de DDHH y ciertos acompañantes conspicuos durante un viaje realizado a Malvinas


Los Familiares de los soldados argentinos caídos en Malvinas e Islas del Atlántico Sur queremos expresar nuestro más profundo dolor ante la inexplicable actitud de los integrantes de la Comisión de la Memoria de la Provincia de Buenos Aires que, encabezados por Adolfo Pérez Esquivel, viajaron a las Islas Malvinas para mancillar la memoria de nuestros seres queridos sepultados en el Cementerio de Darwin.

En primer lugar, queremos repudiar la actitud de sus integrantes, cuando se refirieron a nuestros hijos, esposos, padres, hermanos, como a “N.N.”
Nuestros seres queridos han sido declarados como “Héroes Nacionales” mediante la Ley 24.950 del año 1998, nombrando a los 649 por orden alfabético. En el Cementerio de Darwin no hay “N.N.”, hay soldados reconocidos por el Estado Nacional y por el conjunto del pueblo argentino. Hasta los propios británicos los han tratado mejor, poniendo en sus tumbas la respetuosa inscripción de “Soldado argentino sólo conocido por Dios”.
Entendemos que el proceso que se ha abierto con la eventual realización de pericias forenses requiere de una enorme discreción, para resguardar a cada una de las familias de los soldados que yacen en el Cementerio de Darwin en tumbas sin localizar, evitando la reapertura de sus heridas espirituales. Rechazamos enérgicamente las declaraciones irresponsables de personas que nada tienen que ver con nuestro dolor, y que pretenden influir en decisiones que sólo nos corresponde adoptar a los familiares de esos soldados.
No podemos permitir que el odio y el resentimiento, producto de las luchas fratricidas que asolaron a nuestra comunidad, se ensañen con la honra a nuestros seres queridos, que entregaron sus vidas por una causa justa, avalada por la inmensa mayoría del pueblo argentino.
No podemos entender la persistencia de una campaña de desmalvinización, que trata de convertir a nuestros seres queridos en “víctimas de la dictadura militar”, cuando murieron peleando contra las fuerzas británicas.
Hace apenas ocho años, los Familiares de los Caídos en Malvinas e Islas del Atlántico Sur inauguramos el Monumento en el Cementerio de Darwin, con la presencia de dos contingentes de 200 familiares. Fue un extraordinario acontecimiento, que permitió a la mayoría de los presentes completar su duelo. Lo hicimos con el esfuerzo propio, y la generosa actitud de un empresario argentino, Eduardo Eurnekian, quien puso los recursos para construir ese homenaje. 
En estos momentos, una delegación integrada por personas que jamás se acercaron en 35 años a las familias que dieron un ser querido en Malvinas y en el Atlántico Sur y sin siquiera invitar a una madre de un Héroe Nacional, pretende sustituir nuestra voz plagada de gestos amorosos a nuestros seres queridos, por su propia voz, impregnada de frases huecas e hipócritas, movidas por ideas que nada tienen que ver con los más genuinos sentimientos de nuestro pueblo.
¡Que la Santísima Virgen de Luján, Patrona de los argentinos, bajo la advocación de Nuestra Señora de las Malvinas, los perdone!

Fuente: Comisión de Familiares de Caídos en Malvinas e Islas del Atlántico Sur ,14 de marzo de 2017

viernes, 10 de marzo de 2017

Con el proceso de individualización de los soldados sepultados en Darwin en marcha, la Cancillería argentina se ha reunido con familiares de caídos y veteranos de Malvinas


Malvinas: funcionarios de Cancillería recibieron a familiares de caídos y ex combatientes

Autoridades de la Cancillería recibieron hoy a representantes de la Comisión de Familiares de Caídos en Malvinas e Islas del Atlántico Sur y de la Confederación de Combatientes de Malvinas de la República Argentina y reiteraron que la iniciativa de identificación de soldados argentinos no identificados sepultados en el cementerio de Darwin es de estricto carácter humanitario.
Durante el encuentro, que se prolongó por más de una hora, se respondió a todas las preocupaciones expresadas por los participantes, reiterando además que la iniciativa humanitaria será llevada a cabo por el Comité Internacional de la Cruz Roja, de acuerdo a lo establecido en los documentos suscriptos en Londres en diciembre de 2016 entre la República Argentina, el Reino Unido y la Cruz Roja.
Tanto la iniciativa como las actividades que se llevarán a cabo están cubiertas por la fórmula de salvaguarda de soberanía establecida en los Acuerdos de Madrid de 1989.

Para el Gobierno argentino, los soldados caídos son héroes de guerra, cuyos restos no serán trasladados al continente, salvo expresa voluntad de la familia directamente involucrada y una vez concluido el proceso.

Se ratificó asimismo que las tareas en el terreno serán llevadas a cabo exclusivamente por un equipo de expertos forenses designados por la Cruz Roja, entre los cuales habrá dos argentinos.
Finalmente, se expresó el compromiso de transmitir a todos los actores involucrados en este proceso las inquietudes planteadas y se reiteró que esta Cancillería estará siempre abierta al diálogo.

Información para la Prensa N° 062/17 09 de marzo de 2017