martes, 1 de julio de 2025

Testimonios en primera persona: Puerto Argentino, Malvinas. Minucioso relato de uno de los soldados del RI Mec 6 del EA sobre el derribo de un Sea Harrier el 1 de junio de 1982


Mi posición en Malvinas estaba ubicada a unos 200 metros al sudoeste del camino que une Puerto Argentino con el aeropuerto viejo. Varias veces fui a prestar servicio en un puesto de observación ubicado a aproximadamente 50 metros al norte del mismo camino justo frente a la boca de entrada a la rada de Puerto Argentino.
Sobre el mismo camino, a más o menos 1 km del pueblo y unos 2 km en línea recta con el aeropuerto, el Ejército Argentino desplegaba una batería de misiles Roland operada por el Grupo de Artillería de Defensa Aérea 601.
A fines de abril o principios de mayo de 1982 implementaron un sistema de baño para la tropa que consistía en trasladarnos al pueblo para acceder a unas instalaciones con duchas de campaña con abundante agua caliente salada, cuya desventaja era que no disolvía la suciedad (a esas alturas abundante) y el otro inconveniente es que nunca pude disponer de una toalla seca como para disfrutarlo.
Una mañana, a principios de mayo, luego del desayuno consistente en medio jarro de campaña de mate cocido con leche y estando en los preparativos para la excursión de baño, escuchamos provenientes del camino una serie de explosiones y ruido de turbinas, segundos después pasaron por delante nuestro unos cuatro Sea Harrier que venían en escape posterior a su ataque a la batería de misiles Roland volando muy bajo y con rumbo al mar. A 100 metros al sudoeste de nuestra posición, nuestra subunidad, la compañía A del RI Mec 6 General Viamonte, tenía emplazada la Sección Apoyo que contaba con un cañón sin retroceso Czekalski de 105 mm, un cañón sin retroceso M67 de 90 mm y misiles antitanques filoguiados Cobra. Los aviones en escape pasaron uno detrás del otro cerca de la elevación y desde arriba el suboficial que estaba a cargo disparó un misil Cobra. Vimos al último avión de la fila hacer maniobras evasivas que eran copiadas perfectamente por el proyectil de operación manual hasta que llegó a su límite de alcance y cayó a tierra (la acción llevada a cabo estuvo muy por fuera de los objetivos de diseño y misión del arma). Creo que contuvimos la respiración todo el episodio y ver los aviones ingleses escapar nos dejó con ganas de más.
La revancha llegaría el 1 de junio. Martes, día soleado sin nubes y poco viento en superficie soplando del oeste, yo estaba en el puesto de observación.
Estimo que era después del mediodía cuando escuché gritos de soldados en las posiciones vecinas diciendo “¡el misil, el misil!” y al levantar la vista mirando hacia el oeste (en dirección al pueblo) ví un misil Roland que venía en mi dirección volando recto y nivelado a unos 10/20 metros del suelo. Mirando hacia el sudoeste ví un Sea Harrier volando en la misma dirección a una altitud a la que se distinguían detalles de la máquina a simple vista, hecho inédito para nosotros porque en general solo veíamos la estela de condensación (probablemente fueran Patrullas Aéreas de Combate o vuelos de reconocimiento), o a nuestra altura si estaban atacando algún objetivo cercano. Ahí se produjo esa situación en la que uno no sabe para donde mirar, pero se resolvió por si sola a los pocos segundos. Pasados unos 200 metros, el misil hizo un giro muy cerrado en ascenso hacia su derecha con una trayectoria curva que lo llevaba hacia su objetivo. En ese momento estaba claro que el Sea Harrier estaba sentenciado. Deben haber sido segundos, pero uno esas situaciones las vive como en cámara lenta. A poca distancia de impactar en el avión, el piloto intentó una maniobra evasiva inclinando la máquina unos 30/40º a la derecha lo que no evitó que el misil hiciera blanco en la parte posterior (estimo que entre el borde de fuga del ala izquierda y el estabilizador) y casi simultáneamente se produjo su eyección. De inmediato el Sea Harrier, con llamas desprendiéndose del lugar de impacto, comenzó a caer en barrena plana y su piloto a flotar con su paracaídas empujado por la brisa hacia el este. En un punto dejé de ver el avión por los obstáculos del terreno, pero supimos que había caído al mar.


El resto lo supe después, el piloto era el teniente Ian Mortimer de la RAF volando el Sea Harrier FRS.1 matrícula XZ456 embarcado en el portaaviones HMS Invincible. 
Hubo un intento de rescate por parte de aeronaves argentinas, lo fueron a buscar en un helicóptero CH-47 Chinook, que el piloto llegó a ver muy cerca (según su relato), y fue repelido por los británicos. Luego de unas ocho horas de búsqueda el teniente Mortimer fue rescatado por sus compatriotas.
 
Fuente: VGM Fernando Vassallo, Ca A, RI Mec 6, Ejército Argentino. 

sábado, 31 de mayo de 2025

El hundimiento del destructor HMS Coventry con material sensible el 25 de mayo de 1982 en aguas de Malvinas obligó al Reino Unido meses después a sumergirse en el pecio del buque


El 25 de mayo de 1982 era hundido por los cazabombarderos A-4B Skyhawk de la Fuerza Aérea Argentina el destructor británico tipo 42 HMS Coventry al norte de la isla Gran Malvina, al oeste de la boca norte del Estrecho de San Carlos.
El buque, que en veinte minutos colapsó y se hundió, quedó a 100 metros de profundidad al norte de la Isla de Borbón.
Al terminar el conflicto, el Reino Unido temía que la marina soviética intentara llegar al pecio de buque y se apropiara de material sensible. Por eso, en agosto de 1982, planeó y lanzó la operación Blackleg (pata negra) y entre octubre y diciembre de 1982 se desplegarían en aguas de Malvinas con el fin de recuperar material criptográfico clasificado que quedó a bordo.
Para la operación se contrató al buque de apoyo al buceo MV Stena Seaspread a quien se le integró un equipo de buceadores de la Royal Navy que tenían como misión asegurar armas, destruir equipos sensibles y recuperar documentos codificados del Ministerio de Defensa y de la OTAN, además de la cruz de clavos de la catedral de Coventry, que estaba embarcada en el buque desde 1978, cuando entró en servicio en la marina británica.
Al arribar al archipiélago se posicionaron a 13 millas náuticas al norte de Gran Malvina, y justo debajo de ellos, a 300 pies de profundidad, estaba el pecio del Coventry convertido en tumba de guerra.


Se conformaron tres equipos de buceo y un equipo de control, comunicados vía radio, que se turnarían en bajar asistidos por un ROV con cámara que les permitiría trabajar con iluminación para cortar una sección del buque e ingresar para cumplir el cometido.
Lo primero que se buscó fue en el cuarto de computadoras y se recuperaron documentos secretos, luego fue el turno del camarote del capitán, donde tuvieron que forzar la caja fuerte porque no funcionó la combinación y recuperaron documentos con la leyenda “top secret”. Al mismo momento otro de los equipos de buceo recuperaba la cruz de clavos.
Ya a fines de noviembre se habían cumplido todas las tareas planeadas. Dejaron para el final las armas, entre ellas el lanzador de misiles Sea Dart. El último misil estaba en el lanzador, armado, a 90º grados del buque, pero no pudo ser utilizado porque el ataque argentino llegó sin avisar.
Se colocaron escalonadamente en la superestructura 2 kilos de explosivo plástico y a sus laterales dos cargas de 25 kilos en lugares estratégicos de la proa, por último, una carga explosiva en el lanzador de misiles.
Con todos los equipos de buceo ya a bordo, el MV Stena Seaspread se alejó del área donde permaneció casi tres meses y se procedió a detonar las cargas explosivas.


Por el Acta de Secretos Oficiales de la corona británica, la misión estuvo sellada por 30 años, en ese lapso de tiempo, sólo se permitió informar a personas autorizadas por el Ministerio de Defensa de las inmersiones al pecio del HMS Coventry al norte de las islas Malvinas.