Construido en Finlandia de acuerdo con un
contrato firmado en 1975 entre el Director Nacional del Antártico y el
Astillero Oy Wärtsila de Helsinski, fue entregado a la Armada Argentina para su
tripulación y operación. Buque apto para navegar en regiones polares, realizó
hasta el año 2007 las campañas antárticas de verano para relevar personal y
abastecer las bases permanentes y transitorias emplazadas en el continente
blanco.En el otoño de 1982 participó como buque
hospital en el conflicto del Atlántico Sur.
El buque rompehielos Q5 ARA Almirante Irízar
fue adaptado en los Talleres y Arsenales de la Base Naval de Puerto Belgrano en
poco menos de cinco días durante el conflicto bélico. Fueron refaccionados
todos los interiores y convertidos en unidades hospitalarias con una capacidad
para más de doscientas camas, poniendo énfasis en las salas de recepción y clasificación
de heridos (triage), en los quirófanos, en la sala de rayos X; en la terapia
intensiva, en la unidad de quemados, y en todas las dependencias que requiere
un hospital embarcado.
El grupo aéreo embarcado, dos helicópteros
Sea King de la EAH2 estuvieron como dotación del buque.
La dotación del hospital alcanzó el número de
40 profesionales y técnicos de la salud, entre ellos catorce médicos, dos
odontólogos, dos bioquímicos, un sacerdote y veintiún enfermeros. Sobre la
última semana del conflicto embarcaron por helicóptero desde Comodoro Rivadavia
siete civiles voluntarias, instrumentadoras quirúrgicas del Ejército,
destinadas inicialmente al Hospital Militar de Malvinas, las que, por el
devenir del conflicto, permanecieron aportando su esfuerzo de guerra en los
quirófanos del ARA Irizar. Se desempeño como Director Médico el CC Medico
Roberto Sosa Amaya secundado por el CC Médico Roberto Olmedo.
Hacia el 9 de junio, el rompehielos devenido
en buque hospital fondeo en la Bahía Groussac, frente a Puerto Argentino, en el
extremo oriental de la isla Soledad.
Los combates, que se desarrollaban en los
cerros que rodean la capital del archipiélago, se hacían sentir en los mamparos
de acero del rompehielos y en los vidrios de los ojos de buey, que vibraban y
se sacudían fuertemente diariamente durante horas.
El silencio y la oscuridad cerrada de la
noche malvinense, quedaba saturada por un ruido ensordecedor e iluminada por
las explosiones de las bombas y el color rojo amarillento de la munición trazadora
de ambos bandos y ocasionalmente se divisaban desde la cubierta del buque
bengalas iluminantes descendiendo lentamente con paracaídas.
En medio de los combates y desde el muelle
del Apostadero Naval Malvinas, los buques auxiliares requisados, como la goleta
Penélope y los remolcadores Monsunen, Forrest y Yehuín, comenzaron a hacer
innumerables viajes entre el muelle de la rada y el rompehielos, derivados del CIMM,
el Centro Interfuerzas Médico Malvinas de Puerto Argentino.
Al llegar a las bandas del buque, la
tripulación de los buques auxiliares y la del hospital, tenía que embarcar por
medio de grandes redes colgadas del costado y el uso de camillas rígidas izadas
por grúas a cada uno de los pacientes trasladados, con el peligro latente de
que sean atrapados entre los cascos de los dos buques o que cayeran a las aguas
congeladas.
Una vez en cubierta principal, mediante
camillas, se trasladaban hasta la Sala de Recepción de Pacientes, donde eran
inicialmente identificados tomándoles sus datos personales y militares y los de
sus parientes más cercanos, luego eran revisados y derivados a los diferentes
niveles de complejidad del sistema asistencial montado a bordo.
Toda esta tarea se complementaba con el
embarque de los heridos por medio de los helicópteros Sea King embarcados, los
que, pese a las fuertes inclemencias del tiempo, siguieron volando debajo de
los límites operativos de la cubierta de vuelo, llegando en muchas
oportunidades al extremo de volar de noche sin poseer instrumentos para este
tipo de vuelo, iluminando la superficie del agua con un proyector de proa de la
aeronave. Anavizados y trincados a cubierta, los camilleros bajaban los heridos
desde la cubierta de vuelo hasta la Sala de Recepción deslizando las camillas
sobre largas planchadas de madera colocadas sobre los peldaños de todas las
escaleras metálicas. En los días finales, los quirófanos del rompehielos
trabajaron sin cesar, se habían recibido más de 400 de toda magnitud.
Durante estas jornadas de intensos combates y
trabajo permanente en las salas de internación, quirófanos y laboratorios del ARA
Irizar, se tuvo tres contactos directos con el enemigo, entre el 10 y el 13 de junio
de 1982, los británicos solicitaron al buque hospital argentino la provisión de
plasma sanguíneo y de dosis de morfina para atender a sus heridos graves, cosa
que se cumplió en función de lo especificado en la Convención de Ginebra de
1949, entregando lo solicitado a tripulantes de un helicóptero de la Royal Navy
aterrizado en la cubierta de vuelo del rompehielos argentino.
Luego de las primeras horas de luz del 14 de junio,
sobrevino un silencio abrumador, que exaltó los ruidos propios de la
naturaleza, enmarcados con un viento helado que de manera arrachada golpeaba el
casco del buque.
El ARA Almirante Irizar, que había zarpado
desde Buenos Aires a principios de noviembre de 1981 para cumplir con la
Campaña Antártica de Verano, regresaba a su apostadero habitual en los primeros
días de julio de 1982, luego de interminables y aciagos ocho meses. Una CAV
exitosa coronada por la participación en la guerra de Malvinas como buque
hospital.
Por su actuación en el conflicto bélico, la
“Bandera de Guerra” y la tripulación del buque, recibieron la condecoración
"Operaciones en Combate", otorgada por el Congreso de la Nación
Argentina.

Fuente: Armada Argentina