Diario El Lucero
Buenos Aires, 21 de enero
de 1833
Los mismos motivos que
tuvimos para diferir el anuncio de las tropelías de un oficial de la marina de
E. U. en Malvinas, nos han aconsejado a guardar igual circunspección en la
agresión no menos escandalosa ejercida en los mismos parajes, por un buque de
guerra de S. M. B.
La Inglaterra, una de las
naciones más liberales del globo, y que precedió a todas las potencias europeas
en el reconocimiento de nuestra independencia, y en enviarnos agentes para
estrechar relaciones amistosas con nosotros:- la Inglaterra, o mejor diremos su
gobierno, faltando a la fe de los tratados y desmintiendo las protestas tan
positivas de amistad tantas veces expresadas por sus mismos reyes en cartas
autógrafas que se conservan en nuestros archivos, se ha apoderado
subrepticiamente de una de nuestras posesiones, sin más formalidades que las
que se acostumbran con los países salvajes o desiertos!..... Relataremos los
hechos y dejaremos que juzguen nuestros lectores.
El día 2 del corriente, a
las 9 de la mañana, fondeó en el puerto de S. Luis de la Soledad la Clio,
corbeta de S. M. B. cuya salida misteriosa del Río Janeiro había sido anunciada
en los papeles públicos. El Sr. Pinedo, que se hallaba en el mismo puerto a
bordo de la Sarandí, llenando los deberes de hospitalidad que le correspondían
como jefe de mayor graduación de este gobierno, allí donde tremolaba nuestro
pabellón, encargó a dos de sus oficiales de ofrecer al Sr. Onslow, comandante
de la Clio, los servicios de que pudiera necesitar durante su permanencia en
aquellos mares.
La contestación del Sr.
Onslow a este acto de urbanidad fue, que “venía de Río Janeiro, acompañado de
otra fragata de 44, a tomar posesión de las Islas Malvinas, las que eran de S.
M. B., y que tenía órdenes terminantes de enarbolar, dentro de 24 horas, el
pabellón inglés: lo que ya había practicado en otros puertos de las islas”.
El comandante de la
Sarandí, a quien había intimado que arriase la bandera argentina de tierra, y
se retirase, le preguntó si la Gran Bretaña había declarado la guerra a la
República Argentina, o que motivos tenía para ocupar una de sus islas en el
Atlántico: a lo que repuso el Sr. Onslow que por su honor aseguraba de no haber
guerra y que muy al contrario la amistad y el comercio seguían lo mismo.
El comandante de la
Sarandí, cediendo a las circunstancias y a fuerzas superiores, se limitó a
protestar una y más veces contra la ocupación de una parte de nuestros
dominios, y se alejó de las costas donde había presenciado la humillación de su
pabellón.
Estos hechos, que no se
extrañarían en la vida de un Cortés o en un Pizarro, y que ningún pueblo
moderno quisiera ver registrados en su historia son los que caracterizan la
“segunda infracción de los derechos más sagrados de la República por parte de
los que blasonan de ser sus amigos”.
Sentimos sobremanera tener
que abrigar dudas sobre los principios que dirigen la marcha del gabinete de St
James. Considerábamos a los ingleses no sólo como a los más antiguos, sino como
a los más constantes y sinceros defensores de nuestros derechos, y nos es
doloroso vernos insultados por los amigos y sucesores del ilustre Canning, que
sostuvo con tanta energía nuestra independencia, oponiéndose a los Borbones de
España que pretendían mantenernos en el estado de colonos, y a los de Francia
que se proponían monarquizarnos.
¡Será, pues, la
Inglaterra, que se nos pinta como la cuna de la libertad y de la civilización
europea, la que dará al Nuevo Mundo el espectáculo de una violación tan brusca
del territorio de la República Argentina!
Si se consideraba con
títulos para invadirnos ¿le faltaban agentes para exponerlos? ¿Qué motivo puede
haberle hecho desistir de la vía de las negociaciones, que se hallaban
entabladas sobre este mismo negocio?
Cuando nuestro Gobierno se
decidió a nombrar a un comandante político y militar de Malvinas, el Sr. Fox,
Ministro plenipotenciario de S. M. B., invocando los pretendidos derechos de la
corona de Inglaterra sobre aquellas islas, protestó contra este nombramiento.
Pudo no quedar satisfecho con lo que se le dijo, y declarar que, a falta de
otra contestación, el Gobierno inglés se vería en la precisión de echar mano a
la fuerza….. Estos son los trámites que acostumbran los pueblos civilizados, y
es muy extraño, por no decir más, que la Inglaterra los respete cuando discute
con Holanda, y los olvide cuando trata con Buenos Aires.
¡Cuántas intimaciones y
explicaciones han precedido la salida de una flota Anglo-Gala que debe obrar en
la Escalda!.... ¿Se arrogará el ministerio inglés el derecho de clasificar las
prerrogativas de las naciones, y de medir el grado de consideración que le
merecen?
Por cualquier lado que se
mire la ocupación de Malvinas, no se descubre una sola razón que la justifique,
aún cuando fueran reales los derechos de soberanía que se alegan por parte de
Inglaterra. Pero confiamos en que el Gobierno de Buenos Aires se ocupe de
probar su insubsistencia, exigiendo la debida reparación del ultraje inferido a
la dignidad de un pabellón amigo; y qué más dócil a los principios de derecho
universal, que prevalecen entre los pueblos cultos, no se aparte de la línea de
moderación que ha seguido hasta ahora en sus cuestiones con los poderes
extranjeros; de modo que, aun cuando debiesen frustrarse las esperanzas que
pone en los sentimientos de justicia del pueblo inglés, renueve el ejemplo de
la matrona de Macedonia que apeló de Filipo al mismo Felipo, y si esto no
bastase él se procurará los caminos de existir siempre con honor.
Fuente: Operación Malvinas
Nota del editor: He respetado al máximo la prosa del artículo, corrigiendo apenas palabras y algunos signos de puntuación para una lectura más agradable.