En el día de hoy se conoció que el capitán
PM Rubén Eduardo Márquez se transformó en la tumba individualizada Nº 100, localización según plano D.B.5.9, es decir, sector B, fila 5 tumba 9, del
cementerio argentino en Darwin. Sus familiares más directos recibieron la confirmación de la identificación que realizaron los miembros del EAAF.
En 1982, como teniente
primero del arma de ingenieros y la especialización comando, pertenecía a la 2ª
Sección de Asalto de la Compañía de Comandos 602, al mando del entonces mayor
Aldo Rico.
29 y 30 de mayo de 1982
…La segunda sección del capitán Fernández llevaba una radio, y cuando comenzaron a oírse los tiros y verse bengalas en la noche sobre los hombres de Ferrero, pretendieron comunicarse, aunque sin resultado, porque la interferencia británica barría las comunicaciones, anulándolas. Sin disipar la incógnita, pues, el jefe de la patrulla se adelantó acompañado del subteniente Dámaso Soraides para explorar el cerro Bluff Cove Peak que estaba a su frente, dejando a sus hombres detrás. El teniente primero Daniel Oneto serviría de enlace. No detectándose ningún peligro, la mitad de la sección subió – la otra mitad estaba con el capitán Villarruel – y alcanzo la cresta luego de dos horas de difícil ascensión, tanto por las dificultades del monte, con paredes lisas en su cumbre, como por el excesivo peso de las mochilas, cargadas para abastecerlos en su espera del sobrepasaje enemigo. A la distancia, en dirección a Puerto Argentino, se percibía el rutinario cañoneo naval, iluminándose el horizonte con las explosiones, lo que sirvió para orientarlos.
…La segunda sección del capitán Fernández llevaba una radio, y cuando comenzaron a oírse los tiros y verse bengalas en la noche sobre los hombres de Ferrero, pretendieron comunicarse, aunque sin resultado, porque la interferencia británica barría las comunicaciones, anulándolas. Sin disipar la incógnita, pues, el jefe de la patrulla se adelantó acompañado del subteniente Dámaso Soraides para explorar el cerro Bluff Cove Peak que estaba a su frente, dejando a sus hombres detrás. El teniente primero Daniel Oneto serviría de enlace. No detectándose ningún peligro, la mitad de la sección subió – la otra mitad estaba con el capitán Villarruel – y alcanzo la cresta luego de dos horas de difícil ascensión, tanto por las dificultades del monte, con paredes lisas en su cumbre, como por el excesivo peso de las mochilas, cargadas para abastecerlos en su espera del sobrepasaje enemigo. A la distancia, en dirección a Puerto Argentino, se percibía el rutinario cañoneo naval, iluminándose el horizonte con las explosiones, lo que sirvió para orientarlos.
Al día siguiente, apenas
aclaró, Fernández reunió a sus hombres para impartir órdenes. Señalando una
piedra situada en un punto más elevado de donde se hallaban, indicó al sargento
primero Julio César Véliz que fuera a observar los alrededores, y al teniente
primero Rubén Márquez que se dirigiera con su pareja en dirección a donde se
habían oído los disparos, hacia el peñasco inmenso que se levantaba en la cima
misma del Monte, a quinientos metros:
-Véliz, se sube allá y me
dice que ve, y mantiene el enlace con estos dos hombres.
Márquez comento que su dúo
había quedado en Puerto Argentino por falta de lugar en los helicópteros, y
entonces el capitán instruyó al sargento primero Oscar Blas que lo acompañase.
En teniente primero Oneto se ofreció a ir él, ya que Blas era su pareja, pero
Fernández mantuvo su determinación…
…Se adelantó el sargento
primero Véliz como enlace y tras él fueron Márquez y Blas. Se desplazaron por
la ladera del cerro y desaparecieron de la vista al rato, al aproximarse al gran
peñasco. Habían pasado 20 minutos cuando desde esa dirección se oyeron tiros,
gritos y ráfagas de ametralladora.
No quedaban dudas: la
patrulla estaba rodeada. Varios de sus componentes escucharon voces en inglés
que traía el viento, y casi inmediatamente un helicóptero se posó en el valle.
Todos tomaron posiciones de defensa, preparando sus armas. Tomás Fernández
consultó con el capitán Durán, dándole su parecer:
- Vamos a esperar aquí
hasta que oscurezca. No sabemos cual es la capacidad de los ingleses que están
en esta zona; y si ellos, o uno de ellos -refiriéndose a Márquez y a Blas-
logró escapar, se va a venir con nosotros.
De día era imposible
pensar en una retirada sin ser ubicados; y aquellos dos hombres, de haber
zafado de la emboscada, podían estar ocultos entre piedras del fondo del valle.
Cambiaron, pues, de lugar y se dispusieron a aguardar la noche. Un intento de
enlace radial con el mayor Aldo Rico para comunicarle lo acaecido no dio
resultado. Lo cierto era que se encontraban en medio del dispositivo británico
y que muy posiblemente hubieran perdido a sus dos compañeros. Oneto recordaba
que Márquez había recibido auxilios espirituales esa misma tarde, sintiendo una
gran tranquilidad, al punto que una hora antes de salir en jeep para subir al
helicóptero, le había confiado:
- Realmente ahora estoy
listo para morir, en gracia de Dios.
Extracto del libro
Comandos en acción. El ejército en Malvinas. Isidoro Ruiz Moreno