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martes, 1 de julio de 2025

Testimonios en primera persona: Puerto Argentino, Malvinas. Minucioso relato de uno de los soldados del RI Mec 6 del EA sobre el derribo de un Sea Harrier el 1 de junio de 1982


Mi posición en Malvinas estaba ubicada a unos 200 metros al sudoeste del camino que une Puerto Argentino con el aeropuerto viejo. Varias veces fui a prestar servicio en un puesto de observación ubicado a aproximadamente 50 metros al norte del mismo camino justo frente a la boca de entrada a la rada de Puerto Argentino.
Sobre el mismo camino, a más o menos 1 km del pueblo y unos 2 km en línea recta con el aeropuerto, el Ejército Argentino desplegaba una batería de misiles Roland operada por el Grupo de Artillería de Defensa Aérea 601.
A fines de abril o principios de mayo de 1982 implementaron un sistema de baño para la tropa que consistía en trasladarnos al pueblo para acceder a unas instalaciones con duchas de campaña con abundante agua caliente salada, cuya desventaja era que no disolvía la suciedad (a esas alturas abundante) y el otro inconveniente es que nunca pude disponer de una toalla seca como para disfrutarlo.
Una mañana, a principios de mayo, luego del desayuno consistente en medio jarro de campaña de mate cocido con leche y estando en los preparativos para la excursión de baño, escuchamos provenientes del camino una serie de explosiones y ruido de turbinas, segundos después pasaron por delante nuestro unos cuatro Sea Harrier que venían en escape posterior a su ataque a la batería de misiles Roland volando muy bajo y con rumbo al mar. A 100 metros al sudoeste de nuestra posición, nuestra subunidad, la compañía A del RI Mec 6 General Viamonte, tenía emplazada la Sección Apoyo que contaba con un cañón sin retroceso Czekalski de 105 mm, un cañón sin retroceso M67 de 90 mm y misiles antitanques filoguiados Cobra. Los aviones en escape pasaron uno detrás del otro cerca de la elevación y desde arriba el suboficial que estaba a cargo disparó un misil Cobra. Vimos al último avión de la fila hacer maniobras evasivas que eran copiadas perfectamente por el proyectil de operación manual hasta que llegó a su límite de alcance y cayó a tierra (la acción llevada a cabo estuvo muy por fuera de los objetivos de diseño y misión del arma). Creo que contuvimos la respiración todo el episodio y ver los aviones ingleses escapar nos dejó con ganas de más.
La revancha llegaría el 1 de junio. Martes, día soleado sin nubes y poco viento en superficie soplando del oeste, yo estaba en el puesto de observación.
Estimo que era después del mediodía cuando escuché gritos de soldados en las posiciones vecinas diciendo “¡el misil, el misil!” y al levantar la vista mirando hacia el oeste (en dirección al pueblo) ví un misil Roland que venía en mi dirección volando recto y nivelado a unos 10/20 metros del suelo. Mirando hacia el sudoeste ví un Sea Harrier volando en la misma dirección a una altitud a la que se distinguían detalles de la máquina a simple vista, hecho inédito para nosotros porque en general solo veíamos la estela de condensación (probablemente fueran Patrullas Aéreas de Combate o vuelos de reconocimiento), o a nuestra altura si estaban atacando algún objetivo cercano. Ahí se produjo esa situación en la que uno no sabe para donde mirar, pero se resolvió por si sola a los pocos segundos. Pasados unos 200 metros, el misil hizo un giro muy cerrado en ascenso hacia su derecha con una trayectoria curva que lo llevaba hacia su objetivo. En ese momento estaba claro que el Sea Harrier estaba sentenciado. Deben haber sido segundos, pero uno esas situaciones las vive como en cámara lenta. A poca distancia de impactar en el avión, el piloto intentó una maniobra evasiva inclinando la máquina unos 30/40º a la derecha lo que no evitó que el misil hiciera blanco en la parte posterior (estimo que entre el borde de fuga del ala izquierda y el estabilizador) y casi simultáneamente se produjo su eyección. De inmediato el Sea Harrier, con llamas desprendiéndose del lugar de impacto, comenzó a caer en barrena plana y su piloto a flotar con su paracaídas empujado por la brisa hacia el este. En un punto dejé de ver el avión por los obstáculos del terreno, pero supimos que había caído al mar.


El resto lo supe después, el piloto era el teniente Ian Mortimer de la RAF volando el Sea Harrier FRS.1 matrícula XZ456 embarcado en el portaaviones HMS Invincible. 
Hubo un intento de rescate por parte de aeronaves argentinas, lo fueron a buscar en un helicóptero CH-47 Chinook, que el piloto llegó a ver muy cerca (según su relato), y fue repelido por los británicos. Luego de unas ocho horas de búsqueda el teniente Mortimer fue rescatado por sus compatriotas.
 
Fuente: VGM Fernando Vassallo, Ca A, RI Mec 6, Ejército Argentino. 

jueves, 14 de noviembre de 2019

El Plan Proyecto Humanitario Malvinas suma al Teniente (PM) Baldini a los 115 héroes ya individualizados en el cementerio de Darwin


La Secretaría de Derechos Humanos de la Nación informó de una nueva individualización en el marco del Plan Proyecto Humanitario Malvinas. Con esta, ya asciende a 115 las localizaciones de los soldados argentinos cuyos restos descansan en el cementerio militar de Darwin.
Se trata del teniente (PM) Juan Domingo Baldini. Nacido en la Ciudad de Buenos Aires el 13 de febrero de 1958, se desempeñó como Jefe de la 1ª Sección de la Compañía B del Regimiento de Infantería 7 Coronel Conde del Ejército Argentino durante la Guerra de Malvinas. Ofrendó su vida combatiendo en la Batalla de Monte Longdon el 11 de junio de 1982.
Por su destacada acción en el combate, Baldini había recibido post mortem la medalla "La Nación Argentina al Valor en Combate".
Las muestras de ADN que posibilitaran su individualización fueron brindadas por los primos del héroe, Julio Baldini y Jorge Marcone, y sus familiares notificados por el equipo interdisciplinario de la Secretaría.

El Plan contempló la exhumación de 122 tumbas cuyas losas rezaban “Soldado Argentino sólo conocido por Dios”, con lo cual se está muy cerca de completar exitosamente el proceso iniciado en diciembre de 2016 con la participación del Comité Internacional de la Cruz Roja y el Equipo Argentino de Antropología Forense.
Está pendiente una adenda para realizar un procedimiento similar de individualización en dos tumbas mal identificadas al momento de la remodelación del cementerio militar argentino de Darwin, las mismas al tener los nombres de caídos no fueron consideradas al momento de iniciar las tareas de exhumación en Malvinas.


14 de noviembre de 2019. Con información de la Secretaría de DDHH de la Nación

miércoles, 29 de mayo de 2019

En el día del Ejército Argentino fue galardonado el VGM Julio Aro por su extraordinaria labor a través de la Fundación No me olvides en el Plan Proyecto Humanitario Malvinas


En el Colegio Militar de la Nación en El Palomar se llevó a cabo la ceremonia principal por el 209º aniversario de la creación del Ejército Argentino, momento en el cual el soldado clase 61 y veterano de la guerra de Malvinas Julio Aro recibió una distinción honorifica por ser uno de los grandes artífices del exitoso plan Proyecto Humanitario Malvinas a través de su Fundación "No me olvides", donde con la participación de la Cruz Roja Internacional, el Equipo Argentino de Antropología Forense, la Comisión de Familiares de Caídos en Malvinas y organismos del Estado argentino se pudo individualizar hasta la fecha las tumbas de 112 soldados cuya losa rezaba "Soldado argentino sólo conocido por Dios" y que actualmente descansan con nuevas losas con sus nombres.
El Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas Mauricio Macri y el Jefe del Ejército Teniente General Claudio Pasqualini le otorgaron al VGM Julio Aro la "Orden a los servicios distinguidos al mérito civil en el grado de Caballero".

martes, 2 de octubre de 2018

Darwin abraza al Nº 100. El último combate en Malvinas del capitán PM Rubén Eduardo Márquez


En el día de hoy se conoció que el capitán PM Rubén Eduardo Márquez se transformó en la tumba individualizada Nº 100, localización según plano D.B.5.9, es decir, sector B, fila 5 tumba 9, del cementerio argentino en Darwin. Sus familiares más directos recibieron la confirmación de la identificación que realizaron los miembros del EAAF.
En 1982, como teniente primero del arma de ingenieros y la especialización comando, pertenecía a la 2ª Sección de Asalto de la Compañía de Comandos 602, al mando del entonces mayor Aldo Rico.


29 y 30 de mayo de 1982

…La segunda sección del capitán Fernández llevaba una radio, y cuando comenzaron a oírse los tiros y verse bengalas en la noche sobre los hombres de Ferrero, pretendieron comunicarse, aunque sin resultado, porque la interferencia británica barría las comunicaciones, anulándolas. Sin disipar la incógnita, pues, el jefe de la patrulla se adelantó acompañado del subteniente Dámaso Soraides para explorar el cerro Bluff Cove Peak que estaba a su frente, dejando a sus hombres detrás. El teniente primero Daniel Oneto serviría de enlace. No detectándose ningún peligro, la mitad de la sección subió – la otra mitad estaba con el capitán Villarruel – y alcanzo la cresta luego de dos horas de difícil ascensión, tanto por las dificultades del monte, con paredes lisas en su cumbre, como por el excesivo peso de las mochilas, cargadas para abastecerlos en su espera del sobrepasaje enemigo. A la distancia, en dirección a Puerto Argentino, se percibía el rutinario cañoneo naval, iluminándose el horizonte con las explosiones, lo que sirvió para orientarlos.
Al día siguiente, apenas aclaró, Fernández reunió a sus hombres para impartir órdenes. Señalando una piedra situada en un punto más elevado de donde se hallaban, indicó al sargento primero Julio César Véliz que fuera a observar los alrededores, y al teniente primero Rubén Márquez que se dirigiera con su pareja en dirección a donde se habían oído los disparos, hacia el peñasco inmenso que se levantaba en la cima misma del Monte, a quinientos metros:
-Véliz, se sube allá y me dice que ve, y mantiene el enlace con estos dos hombres.
Márquez comento que su dúo había quedado en Puerto Argentino por falta de lugar en los helicópteros, y entonces el capitán instruyó al sargento primero Oscar Blas que lo acompañase. En teniente primero Oneto se ofreció a ir él, ya que Blas era su pareja, pero Fernández mantuvo su determinación…

…Se adelantó el sargento primero Véliz como enlace y tras él fueron Márquez y Blas. Se desplazaron por la ladera del cerro y desaparecieron de la vista al rato, al aproximarse al gran peñasco. Habían pasado 20 minutos cuando desde esa dirección se oyeron tiros, gritos y ráfagas de ametralladora.
No quedaban dudas: la patrulla estaba rodeada. Varios de sus componentes escucharon voces en inglés que traía el viento, y casi inmediatamente un helicóptero se posó en el valle. Todos tomaron posiciones de defensa, preparando sus armas. Tomás Fernández consultó con el capitán Durán, dándole su parecer:
- Vamos a esperar aquí hasta que oscurezca. No sabemos cual es la capacidad de los ingleses que están en esta zona; y si ellos, o uno de ellos -refiriéndose a Márquez y a Blas- logró escapar, se va a venir con nosotros.
De día era imposible pensar en una retirada sin ser ubicados; y aquellos dos hombres, de haber zafado de la emboscada, podían estar ocultos entre piedras del fondo del valle. Cambiaron, pues, de lugar y se dispusieron a aguardar la noche. Un intento de enlace radial con el mayor Aldo Rico para comunicarle lo acaecido no dio resultado. Lo cierto era que se encontraban en medio del dispositivo británico y que muy posiblemente hubieran perdido a sus dos compañeros. Oneto recordaba que Márquez había recibido auxilios espirituales esa misma tarde, sintiendo una gran tranquilidad, al punto que una hora antes de salir en jeep para subir al helicóptero, le había confiado:
- Realmente ahora estoy listo para morir, en gracia de Dios.

Extracto del libro Comandos en acción. El ejército en Malvinas. Isidoro Ruiz Moreno

miércoles, 25 de julio de 2018

Columnas de opinión: Los caranchos de nuestros muertos y heridos de Malvinas


Una excelente obra cinematográfica puso al descubierto las prácticas abominables de algunas mafias que se dedicaban a cobrar seguros por accidentes. En Carancho, de Pablo Trapero, pudimos ver cómo estas organizaciones eran capaces de fraguar todo tipo de situaciones que obligaban a las empresas o al Estado a pagar indemnizaciones por lastimaduras o muertes forzadas.
En los últimos años asistimos al decadente espectáculo de los caranchos trabajando sobre la carne de nuestros muertos y heridos de la guerra de las Malvinas.
Todo se inició con la persecución ideológica de las fuerzas armadas utilizando los derechos humanos y los delitos de lesa humanidad en forma indiscriminada. La aplicación de estos conceptos sublimes, nacidos para defender la dignidad humana por el solo hecho de nacer, se aplicó en Argentina de manera tergiversada, al punto de generar una conspiración que traicionó a los combatientes de Malvinas y puso en cuestión una gesta nacional. La traición es aviesa porque hiere profundamente el honor y el prestigio de los denunciados. Es más lacerante porque los acusados son denunciados por algunos de sus soldados, pero lo más grave es que el propio Estado que los formó para defender a la Patria integra una parte central de esta ruin acción.
El 17 de abril pasado, un fiscal de Tierra del Fuego solicitó al Juez subrogante de la causa la detención e indagatoria de veintiséis oficiales y suboficiales del Regimiento de Infantería 5 por supuestas torturas a soldados durante la guerra. Resulta llamativo que los veintiséis cuadros que el fiscal pretende imputar pertenezcan al mencionado regimiento. Esto no es casualidad. Esa unidad fue la que sufrió el mayor aislamiento logístico durante la guerra. El Regimiento se desplegó en Howard (para nosotros Puerto Yapeyú) en la Gran Malvina (*) entre el 26 y 28 de abril de 1982, cuando el bloqueo aeronaval británico ya se había concretado. Todo intento de reabastecerlo fracasó. El buque Islas de los Estados fue hundido y tres helicópteros que intentaron cruzar el estrecho de San Carlos fueron derribados. Este implacable aislamiento es aprovechado en la acusación para esgrimir "hambre y desnutrición de los soldados planificados desde la conducción", argumento falaz que podría apoyar la tesis de que los británicos finalmente "liberaron" a los conscriptos de sus propios oficiales. Al conocer los detalles de lo que tuvieron que pasar aquellos valientes hombres para sobrellevar ese aislamiento afirmo que, en vez de ser juzgadas, las acciones del Regimiento 5 deberían incluirse en las páginas de mayor heroísmo de nuestra historia militar.
La guerra es la situación más espantosa, cruel y exigente que un ser humano puede atravesar. Al peligro de muerte por la acción violenta del enemigo se suman las privaciones, el frío y las inclemencias de un tiempo que en ese teatro de operaciones fueron terribles. Nos espantan las escenas narradas de la guerra del Chaco, donde miles de valientes soldados murieron de sed, simplemente porque no había modo de hacerles llegar el agua. En el sitio de Filipinas muchos soldados murieron de hambre hasta que el general Mc Arthur pudo romper el cerco y liberarlos. Estos y tantos otros ejemplos históricos ilustran la crueldad de la guerra, los terribles sufrimientos de los combatientes.
Un regimiento es una organización compuesta por hombres entrenados y con un equipamiento que les da un poder de combate y fuego importantes. De la misma manera que el regimiento 12 que combatió en Goose Green, como describe su jefe el teniente coronel Ítalo Piaggi en su libro, estas unidades no recibieron el equipamiento ni la logística necesaria para sostenerse en la guerra. De regimientos solo tenían el nombre. En el caso del regimiento 5, disponía de una sola cocina de campaña que por falta de glicerina quedó inutilizada. La solución fue cocinar con tambores de 200 litros los cuales, a pesar de ser lavados reiteradamente, nunca se les pudo quitar el olor a gas oil. La única fuente de combustible existente en la zona era la turba seca que se conoce como muy pobre en energía, por lo cual la cocción era lentísima. Se podía cocinar sólo una vez al día.
Cuando los víveres se terminaron, el único alimento disponible eran las ovejas del lugar. Se llegó a un acuerdo con los kelpers para que entregaran treinta y cinco ovejas faenadas por día, las que eran distribuidas entre las compañías según sus efectivos. Allí se las fraccionaba a razón de un trozo de cordero por hombre. Se ordenó que solo esa ración se entregara como alimento a todo el regimiento y desde el jefe al último soldado comían lo mismo. Por esta razón, la caza indiscriminada de ovejas estaba prohibida terminantemente, pues comprometía la única fuente de alimentación disponible. El liderazgo de su Jefe, el Coronel Juan Mabragaña, para administrar la alimentación y mantener cohesionada y en aptitud de combate a su unidad, fue encomiable. Muchos años debió realizar tratamientos a causa de la desnutrición que sufrió durante la guerra.

El armado de la causa

Desde el año 2007, las organizaciones de derechos humanos trabajan para convertir una gesta heroica y cargada de sufrimientos para todos los protagonistas en un relato infame sobre torturas a los soldados. La Secretaría de Derechos Humanos de la provincia de Corrientes, conjuntamente con el CECIM de la Plata, una organización que gozó de privilegios y prebendas durante el kirchnerismo, reclutó a soldados veteranos para que denunciaran a los oficiales y suboficiales por provocar hambre y torturas. A cambio, les ofrecieron recompensas económicas. Está filmada la confesión de varios sobre estos ofrecimientos, develando lo que alguien llamó "el curro de los derechos humanos". Sin embargo, solo un puñado de soldados aceptó hacer las denuncias. La gran mayoría se comportó con la hidalguía que se esperaba de hombres que ganaron esa condición en combate. El CECIM de la Plata es el abanderado de la inficionada memoria y justicia, pero es el único, ya que existen más de doscientas agrupaciones de veteranos que no comparten esa posición ideologizada. Ninguno de ellos niega su condición de soldados que defendieron a su Patria con heroísmo. Ninguno de ellos acepta el transformismo moral de presentarse como pobres chicos vejados por sus oficiales.
Con respecto a la Justicia, existen dos fallos de tribunales superiores, la Cámara de Casación Penal y la Suprema Corte de Justicia de la Nación, que se expidieron negativamente respecto del encuadramiento de los supuestos hechos denunciados como "delitos de lesa humanidad." Insistir en la acusación constituye un acto jurídico intolerable, una clara acción persecutoria obsesiva, incompatible con los deberes de un funcionario del sistema judicial. Los fallos de tribunales superiores son como los hechos, duros como piedra. Quienes insisten en soslayarlos seguramente desean distraer la atención lejos de sus propias falencias o lo que es peor, abren la sospecha de recompensas inconfesables.
El 14 de junio, con el cese del fuego se perdió una batalla, pero no la guerra. Mientras se mantenga viva en el pueblo argentino la gesta de Malvinas, se sostendrá la voluntad nacional de recuperarlas. En ese contexto, el coraje y el espíritu de lucha de los hombres del Regimiento 5 que combatieron en condiciones misérrimas servirá de inspiración a las futuras generaciones. Las privaciones y sufrimientos de esos combatientes en un clima riguroso, aislados ante un enemigo muy poderoso, nunca los llevó a desear que la lucha terminara a cualquier precio. Todos querían ganar y cuando llegó la derrota un sentimiento de frustración arrasó su alma. Creo que todos los veteranos nos llevaremos a la tumba esa terrible sensación.
Cuando llegaron los infantes al continente la frustración aumentó ante la indiferencia del Estado y de la sociedad civil. Seguramente todos sufrieron la misma frustración y la proyectaron sobre los que combatieron. Pero aun así nadie bajó la cabeza. A muchos sostuvo la mística de la gesta, la hermandad forjada en el combate y la adversidad. La legitimidad de la causa y el honor de haber combatido constituyeron el andamiaje moral que dio sentido a esas vidas. Hoy, ese orgullo es atacado. El buen nombre y honor es afectado en esos soldados que sienten el lacerante filo de la traición más vil: tratarlos como torturadores de sus propios hombres. ¿Dónde se fueron las horas compartidas, las charlas dándose ánimo, los tantos rosarios que rezaron juntos para que el Creador los protegiera? Aquellos que creen que es posible que en una guerra los oficiales torturen a sus soldados desconocen lo más elemental del fenómeno bélico.
Allí, la camaradería se fortalece entre los hombres ante las situaciones límites ¿Es posible enfrentar a un enemigo que quiere destruirnos torturando al hombre que combate a nuestro lado? Solo ignorantes, mal intencionados o enemigos mortales de las fuerzas armadas pueden sostenerlo. Sin embargo, los perpetradores de esta traición son sólo una minoría. Y saben que no lograrán mancillar ni quebrar el espíritu de hombres rectos. A pesar del dinero que tienen, del poder comunicacional, de los apoyos internacionales de agencias ingenuas, nunca romperán la hermandad de los veteranos.
No podemos soslayar, sin embargo, que la traición más grave proviene de agentes del propio Estado que favorecen la perversa acción de organismos que pretenden destruir a las fuerzas armadas y todo lo que ellas simbolizan. Esto debe terminar. En los Estados Unidos aquellos que atacaron a los veteranos como Jane Fonda, llamada despectivamente Hanoi Jane, debieron pedir perdón. El gobierno de Ronald Reagan desarrolló una vasta política de recuperación del respeto hacia los soldados y hace más de treinta años que las fuerzas armadas figuran en las encuestas como las instituciones más confiables. Aquí se ha dejado de medir, tal vez por temor a llevarse una sorpresa.
En esta empresa está en juego el interés nacional. Además de los beneficiarios económicos, el Reino Unido y los kelpers son los más favorecidos por estas acciones miserables. No cabe duda de que éstas denuncias son el producto de las políticas llevadas adelante durante doce años por funcionarios corruptos, sospechados de traición a la Patria. Afortunadamente, los argentinos ya han advertido el gran negocio de los derechos humanos. Estas mezquinas maniobras son los últimos estertores de quienes mucho han ganado con la manipulación de la sangre de los muertos, los suyos y los nuestros. Es hora de que se ponga fin a semejante agravio a los protagonistas de una guerra donde se defendió el territorio nacional.

Fuente: Infobae por el Coronel (R) VGM Horacio Sánchez Mariño 25 de julio de 2018

(*) Nota del editor: Vale aclarar que en la toponimia argentina el nombre oficial es Puerto Mitre, el término Puerto Yapeyú fue puesto por el regimiento cuando se desplegó en la Gran Malvina.

domingo, 28 de mayo de 2017

Malvinas, 28 de mayo de 1982: combatiendo heroicamente en Pradera del Ganso ofrenda su vida el Teniente Roberto Estévez


Las acciones valientes del teniente 1º post mortem Roberto Estévez fueron reconocidas por la Nación Argentina otorgándole el máximo reconocimiento, la Cruz de la Nación Argentina al heroico valor en combate. 
Revistando como oficial del Regimiento de Infantería Nº 25, ubicado en la localidad de Sarmiento, provincia de Chubut, tuvo el honor de ser parte de la primera unidad del Ejército Argentino en pisar Malvinas.

En el año 2013 fue emplazado un busto en la plaza de armas del regimiento que lleva su nombre.



Entrada previa del año 2013:

Emplazamiento del busto del Teniente 1º Roberto Estévez en el RI 25 de Sarmiento, provincia de Chubut


domingo, 26 de marzo de 2017

Malvinas 35 años: los preparativos de las fuerzas de desembarco de la operación Azul


Día D, hora H: el desembarco argentino en Malvinas en primera persona

El capitán de fragata José Luciano Acuña partió de Puerto Belgrano al mando de un buque repleto de tropas y con cinco sobres lacrados. Cuando recibió la orden de abrir uno de ellos, supo que estaba ante un momento histórico para el que se había preparado toda su vida.

En febrero de 1982, el hoy contraalmirante retirado José Luciano Acuña, entonces capitán de fragata, se presentó en la base naval de Puerto Belgrano, a donde había sido destinado a fines de 1981, tras una breve licencia por la muerte de su esposa. A poco de llegar a su nuevo destino, fue asignado como comandante del buque de desembarco de tanques "Cabo San Antonio" y notó que "había una actividad que no era normal para esa altura del año". Las prácticas y preparativos que les eran ordenados alimentaban todo tipo de especulaciones entre los propios marinos.
"A mediados del mes de marzo me mandaron al Golfo San José, al norte de Península de Valdez", cuenta Acuña: embarcó al Batallón de Infantería de Marina N° 2 en el "Cabo San Antonio" y realizaron una serie de operaciones de práctica, que por su precisión ayudaron a alimentar aún más los rumores sobre la proximidad de una operación militar. Sin embargo, como el resto de los comandantes navales de esa época, Acuña no tenía la menor idea de lo que se estaba gestando: "Uno de los méritos que tenía la Operación Rosario es que pudimos guardar tanto secreto que el enemigo no se enteró. Cosa que es dificilísimo ante un servicio de inteligencia tan bueno como el británico", explica. Pero su intuición comenzaba a vislumbrar lo que sería su futuro próximo.
Tras las prácticas en Golfo San José, el "Cabo San Antonio" regresó a Puerto Belgrano y desembarcó los vehículos anfibios y las tropas. Pocos días después, cuando se conoció la orden de volver a embarcar, sumando esta vez a tropas del Ejército, todos avizoraron la proximidad del comienzo de la guerra.
El 28 de marzo fue un día radiante: "un día que da gusto ser marino", recuerda Acuña, quien zarpó con la flota ese mañana aunque todavía sin tener certezas sobre cuál sería su destino final. Antes de partir, el comandante de la flota, el contraalmirante Carlos Büsser, le entregó cinco sobres lacrados con el mandato de esperar órdenes para abrirlos, según se le indicara. Al llegar a bordo, un oficial trató de convencerlo de abrir el primer sobre y ver su contenido, algo que él descartó: "Cuando llegue la orden lo vamos a abrir", respondió.
La orden de abrir el sobre número 5 llegó cuando el "Cabo San Antonio" estaba en el punto donde comienza el canal de acceso a Puerto Belgrano: "En ese momento me enteré que formaba parte del grupo de tareas que iba a recuperar las Islas Malvinas", cuenta el marino. "Yo nunca supuse que iba a tener tanta responsabilidad. Me había estado preparando desde 1954 para esto", añade Acuña, quien al recibir la noticia cayó en la cuenta de que apenas conocía a su tripulación -acababa de ser transferido- y atravesaba el duelo por la repentina muerte de su esposa. "No quería que mis oficiales miraran y vieran a un viudo lloroso", sostiene al recordar cómo debió buscar fuerzas dentro de sí mismo.
El desembarco de los cerca de 400 infantes de Marina y Ejército que se encontraban a bordo quedó programado para "el día D a la hora H". Una vez que supo su destino, Acuña se lo comunicó a la tripulación y comenzó a navegar rumbo a Malvinas, con una trayectoria oblicua: debía evitar que los barcos que navegaban cerca la costa los vieran, pero también a los pesqueros que suelen navegar cerca de la zona de las 200 millas.
El 29 de marzo, el tiempo comenzó a desmejorar: "el 29, el 30 y el 31 soportamos un temporal del suroeste que nunca en mi vida había tenido que afrontar". El buque de desembarco de tropas y tanques Cabo San Antonio tenía portalones que se abren y bajan para permitir el desembarco, pero no muy resistentes a los "golpes de mar". Acuña sabía que "dos buques gemelos habían tenido problemas en un temporal y no habían podido abrir las compuertas", por lo que debió navegar evitando que se dañaran. "En ese temporal me di cuenta que tenía una tripulación muy marinera", explica.
El día "D" estaba originalmente previsto para el primer día de abril, pero el mal clima retrasó los planes dado que era preciso al menos un día de mar calmo para organizar el desembarco. La ocupación de las Malvinas había sido bautizada inicialmente como "Operación Azul", pero en medio del fuerte temporal el entonces teniente coronel Mohamed Alí Seineldín, embarcado en el Cabo San Antonio, recordó que cuando ocurrieron las invasiones inglesas al Río de la Plata, el general Liniers había enfrentado similares inclemencias, que cesaron cuando invocó a la Virgen del Rosario. Por su sugerencia, el almirante Büsser, jefe de la fuerza de desembarco, rebautizó la operación como "Operación Rosario": el cambio en las condiciones climáticas que posibilitó el inicio de las operaciones el 2 de abril quedó para siempre adjudicado a la intercesión de la Virgen.
Cuando el capitán Acuña dio la orden de alistar a las tropas para el desembarco, notó con sorpresa que no había movimientos en el buque: nadie había dormido en la noche del 1° al 2 de abril y ya todos estaban en sus puestos. Antes del desembarco, el comandante Büsser pronunció una arenga que se transformaría en mítica: instó a sus subordinados a ser duros con el enemigo pero amables con los habitantes, previno a las tropas de asalto acerca de que actuaría con máxima severidad ante delitos como el abuso de autoridad o el pillaje, prohibió el ingreso a las propiedades privadas y exigió el respeto a las mujeres y niños. La dictadura argentina apostaba a una operación "limpia" que no impidiera futuras negociaciones. "El viva la Patria que escuché en ese momento fue como un grito que salía de las entrañas del buque. Nunca me voy a olvidar de eso, cómo me emocioné", explica Acuña.
El "Cabo San Antonio" entró a Puerto Groussac sin radar ni sonda, en medio de la noche, y sólo una vez que recibió la contraseña por parte de los barcos que le daban cobertura. Antes, un grupo de buzos tácticos habían inspeccionado el lugar indicado para el desembarco, tras lo cual llegaron un grupo de comandos anfibios. "Siempre me acuerdo cuando estoy en un semáforo, porque la contraseña era 'luz verde'", recuerda Acuña con nostalgia. A las 6 se abrieron las compuertas y los vehículos anfibios se lanzaron al agua. Con el mar calmo y en la oscuridad de la madrugada malvinense, venciendo al temor natural que inspira la guerra, las tropas pisaron tierra firme e iniciaron la marcha por la turba, esquivando alambrados y obstáculos naturales. Horas después, centenares de soldados argentino tomaban el control de las islas sin producir bajas británicas.
Si bien la resistencia de los Royal Marines fue débil, en esas operaciones se produjo la primera baja argentina: el capitán Pedro Edgardo Giachino avanzaba con algunos de sus hombres sobre la casa del gobernador, que estaba cercada por fuerzas propias, cuando fue alcanzado por balas enemigas.
Treinta y cinco años después, Acuña recuerda aquellos días del desembarco y reflexiona: "La parte táctica estuvo muy bien. Muy pero muy bien. Fuimos justos, mostramos estar adiestrados, hicimos las cosas bien". Y añade: "Si alguna vez escuchan esas palabras 'los chicos de la guerra', por favor no lo repitan. Los conscriptos que estaban en el "San Antonio" eran marineros hechos y derechos, que cumplían con su obligación y querían más. Antes de terminar la guerra, cuando llegó una nueva camada de conscriptos, los que estaban a bordo no se querían ir".
En la "Operación Rosario" intervinieron unos 700 Infantes de Marina y 100 integrantes de fuerzas especiales. La cantidad de tropas fue decisiva para la toma de todos los objetivos planificados sin encontrar resistencia. Tras más de un siglo y medio de soberanía británica, las Islas Malvinas volvían a estar bajo bandera argentina.

Fuente: Infobae por Fernando Morales 26 de marzo de 2017

domingo, 12 de junio de 2016

Batalla de Monte Longdon: A 34 años de uno de los combates más encarnizados que demostraron el valor y el compromiso de muchos compatriotas en Malvinas


La Compañía “B” del Regimiento de Infantería 7 y una Sección de ametralladoras de la Infantería de Marina se encontraban emplazadas cubriendo el Oeste, Noroeste y Norte de la primera línea de posición defensiva, en las alturas de Monte Longdon.

A las 20.30 horas del 11 de junio de 1982 se intensificó el fuego de artillería enemigo y se cortaron los tendidos telefónicos. Las distintas secciones quedaron comunicadas sólo por radio. Personal de comunicaciones, bajo el fuego inglés, inició su reparación, logrando reestablecer el tendido una hora después. A las 2130 el Subteniente Juan Domingo Baldini, Jefe de la 1ra Sección, informó que el enemigo había alcanzado su posición, comunicando que se aprestaba a lanzar un contraataque. Este valiente Oficial pasó a la acción y cayó sin vida junto al Cabo Ríos.
A las 2300 se inició el masivo ataque inglés sobre Monte Longdon. Sobre la medianoche, el Jefe del subsector ordenó al Teniente Hugo Aníbal Quiroga, Jefe de la 1ra Sección de la Compañía de Ingenieros 10, que lanzara un ataque sobre el sector donde estaba cercada la 1ra Sección de Baldini, con el fin de recuperar posiciones o facilitar el repliegue de esos efectivos.
Los ingenieros se enfrentaron a los británicos, logrando que éstos se replegaran. Pero la fuerza de este ataque terminó deteniéndose, pues nuevas tropas inglesas presionaban sobre los flancos. Los combates cuerpo a cuerpo se multiplicaron lográndose, finalmente, detener el avance inglés y estabilizando la situación del sector. Entretanto, y desde las 2300 la 2da y 3ra Sección del RI 7 eran presionadas por el enemigo desde el Oeste, Suroeste y Noroeste. En esas circunstancias, se solicitó al Jefe del RI 7 el envío de efectivos para emprender un nuevo contraataque sobre el enemigo. El 12 de junio llegó al Puesto de Comando la Primera Sección “C” bajo el mando del Teniente Raúl Castañeda, quien había marchado hasta allí, hostigado por el fuego inglés. Se le ordenó entonces ejecutar un contraataque en dirección Noroeste para envolver a los británicos que asediaban a la Sección de Ingenieros 10 y lo que quedaba de la 1ra Sección (de Baldini). A las 0300 del 12 de junio, Castañeda entró en combate, enfrentando a importantes fuerzas del enemigo.
Su embestida logró el repliegue de los británicos. Pero un masivo fuego de morteros detuvo el ímpetu argentino y propició un nuevo ataque inglés, ahora reforzado con nuevos efectivos. A las 0500 del 12 de junio, el enemigo atacaba desde el Norte, Noroeste, Oeste y Suroeste con seis Compañías, apoyado por masivo fuego de artillería y morteros. Las bengalas iluminaban el cielo nocturno. Para ese entonces, los argentinos ya no tenían efectivos disponibles para intentar un contraataque y sus municiones estaban casi agotadas. A pesar del fuego de nuestra artillería, que castigaba las posiciones inglesas, el ataque británico no cedía. A las 0630, el Comandante de la Agrupación Puerto Argentino ordenó el repliegue de la Compañía “B” del RI 7 hacía Wireless Ridge y también ejecutar fuego masivo de artillería sobre las alturas de Monte Longdon, una vez que el RI 7 se retirara. Después, se ordenó el repliegue de estos valerosos y extenuados combatientes a Puerto Argentino.
De los trescientos efectivos empeñados en este combate, sólo noventa de ellos pudieron llegar a la capital malvinera. El resto quedó muerto, herido o prisionero. Monte Longdon fue el combate más encarnizado de la campaña de las Malvinas y en aquella oscuridad poblada de bengalas, trazadoras de municiones y relámpagos de bayonetas y cuchillos, nuestros soldados ofrecieron la más enconada resistencia y el supremo sacrificio en la lucha por la Soberanía Nacional.


Fuente: Informe Oficial del Ejército Argentino - Conflicto Malvinas
FotosEl RI Mec 7 y el Esc Expl C Bl 1 presentes en el homenaje a Monte Longdon @Ejercito_Arg 

lunes, 6 de abril de 2015

Semblanzas de nuestros héroes: la historia épica del cabo Roberto Baruzzo en Malvinas relatada por Nicolás Kasanzew


La silenciada proeza del cabo Baruzzo

De todos los suboficiales de Ejército que estuvieron en Malvinas, solo dos recibieron la máxima distinción a que puede aspirar un hombre de armas argentino: la Cruz al Heroico Valor en Combate.
Uno, el sargento primero Mateo Sbert, muerto en el combate de Top Malo House. El otro, se trata del cabo Roberto Baruzzo del Regimiento 12 de Infantería de Mercedes.
Su unidad había sido ubicada primero en el Monte Kent, para después ser enviada a Darwin. Pero una sección compuesta mayormente de personal de cuadros, con Baruzzo incluido, se quedó en la zona, al mando del teniente primero Gorriti.
En los días previos al ataque contra Monte Longdon, los bombardeos ingleses sobre esa área se habían intensificado. El mismo Baruzzo fue herido en la mano por una esquirla. En una de las noches, el cabo oyó gritos desgarradores. A pesar del cañoneo, salió de su pozo de zorro y encontró a un soldado con la pierna destrozada por el fuego naval enemigo. Sin titubear, dejó su fusil y cargó al herido hasta el puesto de enfermería, tratando de evitar que se desangrara.
Lo peor aún estaba por venir.
En la noche del 10 al 11 de junio, estuve observando desde Puerto Argentino el espectáculo fantasmagórico que ofrecía la ofensiva británica. En medio de un estruendo ensordecedor, los montes aledaños eran cruzados por una miríada de proyectiles trazantes e intermitentemente iluminados por bengalas. Se me estremecía el alma de imaginar que allí, en esos momentos, estaban matando y muriendo muchos bravos soldados argentinos.
Allí, en medio del fragor, la sección de Baruzzo ya se había replegado hacia el Monte Harriet, sobre el cual los ingleses estaban realizando una acción envolvente. Varios grupos de soldados del 12 y del Regimiento 4 quedaron aislados. El teniente primero Jorge Echeverría, un oficial de Inteligencia de esta última unidad, los agrupa y encabeza la resistencia, Baruzzo se suma a ellos y ve a al oficial parapetado detrás de una roca, disparando su FAL.
Baruzzo despoja a uno de los caídos británicos de su visor nocturno. “Ahora la diferencia en recursos ya no será tan despareja”, piensa. Con el visor va ubicando las cabezas de los ingleses que asoman detrás de las rocas, y tanto Baruzzo, como su jefe afinan la puntería. Los soldados de Su Majestad, por su parte, los rocían de plomo e insultos.
Las trazantes pegan a centímetros del cuerpo del oficial, hasta que finalmente este es herido en la pierna y cae en un claro, ya fuera de la protección de la roca. Cuando Baruzzo se le quiere acercar, un inglés surge de la oscuridad y le tira al cabo. Yerra el primer disparo, aunque la bala pega muy cerca, pero antes de que pueda efectuar el segundo, Echeverría, disparando desde el suelo, lo abate. Otro inglés le tira a Echeverría, pero Baruzzo lo mata de un certero disparo. Cerca de ellos, el conscripto Gorosito pelea como un león. Los adversarios están a apenas siete u ocho metros uno del otro y sólo pueden verse las siluetas en los breves momentos en que alguna bengala ilumina la zona.
Echeverría está sangrando profusamente: tiene tres balazos en la pierna. El joven cabo – de apenas 22 años – con el cordón de la chaquetilla del oficial, le hace un torniquete en el muslo. La pierna de Echeverría parece teñida de negro y también luce negra la nieve a su alrededor. El teniente primero dice empero que no siente nada, solo frío. Baruzzo trata de moverlo. Echeverría se levanta y empiezan a caminar por un desfiladero, mientras a su alrededor siguen impactando las trazantes. De repente, de atrás de un peñasco, entre la neblina y las bengalas, surge la silueta de un inglés, quien dispara, y le da de lleno a Echeverría. Baruzzo contesta el fuego y el atacante se desploma muerto.
Esta vez Echeverría había sido herido en el hombro y el brazo: una sola bala le causó dos orificios de entrada y dos de salida. EL teniente primero cae boca abajo y Baruzzo ve que le está brotando sangre por el cuello. “¡Se me está desangrando!”, se desespera el cabo.
Aún hoy, el suboficial no puede hablar de su jefe sin emocionarse:
“Él es uno de mis más grandes orgullos. Un hombre de un coraje impresionante. Allí, con cinco heridas de bala, estaba íntegro, tenía una tranquilidad increíble, una gran paz. Con total naturalidad, me ordenó que yo me retirara, que lo dejara morir allí, que salvara mi vida. Me eché a llorar. ¿Cómo iba a hacer eso? ¡Yo no soy de abandonar! ¡Y encima a este hombre, que era mi ejemplo de valentía! Tenía conmigo intacta la petaquita de whisky que la superioridad nos había dado junto a un cigarrillo; es que yo no bebo ni fumo. Y le di de tomar. “Eso si que está bueno¨, me comentó. En cierto momento, no me hablaba más, había perdido el conocimiento. La forma en que sangraba, era una guarangada. Lo cubrí, lo agarré de la chaquetilla y empecé a arrastrarlo”,
Súbitamente, Baruzzo se vio rodeado por una sección de Royal Marines del Batallón 42. Sin amilanarse, desenvainó su cuchillo de combate, pero uno de los ingleses con el caño de su fusil le pegó un ligero golpe en la mano, como señalándole que ya todo había terminado. Baruzzo, cubierto de pies a cabeza con la sangre de Echeverría, dejó caer el arma, y el mismo soldado enemigo lo abrazó con fuerza, fraternalmente. “Eran unos señores”, me comenta el cabo.
Al amanecer, al ver que no tenía heridas graves, sus captores le ordenaron que, con otros argentinos, se dedicara a recoger heridos y muertos. “Yo personalmente junté 5 o 6 cadáveres enemigos”, me cuenta Baruzzo. “¡Pero en internet los ingleses dicen que en ese combate sólo tuvieron una baja!”
Echeverría fue helitransportado por los británicos al buque hospital “Uganda”, sobrevivió, recibió del Ejército Argentino la medalla al Valor en Combate y hoy vive con su mujer y dos hijas en Tucumán (la menor tenía dos años en 1982).
Baruzzo también tiene dos hijas, a las que bautizó Malvina Soledad y Mariana Noemí, y vive en su Corrientes natal. En su pago chico ha tenido un par de halagos que merecía: hay una calle con su nombre y hasta le fue erigido un busto en vida. Pero aún así, nadie repara en su existencia, ni conoce su proeza.
Poco después de la guerra, el 15 de noviembre de 1982, Baruzzo recibió una carta del teniente primero, donde este le agradece su “resolución generosa y desinteresada, su sentido del deber hasta el final, cuando otros pensaron en su seguridad personal. Toda esa valentía de los “changos”, son suficiente motivo para encontrar a Dios y agradecerle esos últimos momentos. Pero, así Él lo decidió, guardándome esta vida que Usted supo alentar con sus auxilios”.
El oficial le cuenta que lo ha propuesto para la máxima condecoración al valor y le manifiesta su “alegría de haber encontrado un joven suboficial que definió el carácter y el temple de aquellos que forman Nuestro Glorioso Ejercito, y de los cuales tanto necesitamos”.
Personalmente, Baruzzo volvió a encontrarse con Echeverría recién 24 años después de aquella terrible noche. Ambos lloraron, el oficial le mostró sus heridas, dijo que el cabo había sido su ángel de la guardia, y le regaló una plaquetita, con la inscripción: “Estos últimos 24 años de mi vida testimonian tu valentía”. También le contó que en el buque-hospital los médicos británicos dejaron que le siguiera manando sangre un buen rato, para que así se lavara el fósforo de las balas trazantes.
“You have very good soldiers” (“Usted tiene muy buenos soldados”), le espetaron los militares ingleses al ensangrentado teniente primero.
Un reconocimiento que la sociedad argentina, en pleno, aún le debe a Echeverría, a Baruzzo, a Gorosito, a Pinzos y a tantos otros callados y acallados héroes de Malvinas.

Fuente: Nicolás Kasanzew

lunes, 30 de junio de 2014

De Gran Malvina a Gran Bretaña, los comandos argentinos versus los SAS


El combate que empezó en Malvinas y terminó en Londres

Hace treinta y dos años, durante un combate en la Isla Gran Malvina, el entonces teniente primero José Martiniano Duarte mató a Gavin John Hamilton, un capitán de las fuerzas especiales británicas. En abril de 2001, la viuda de Hamilton quiso conocer a Duarte para decirle que, gracias al testimonio que dio sobre la bravura de su enemigo, la valentía de su esposo no había sido olvidada. Ambos se reunieron en la agregaduría militar argentina en Londres. "Usted no es un asesino - dijo Victoria Hamilton a Duarte - Estaba luchando por su país". Duarte le dijo entonces que el destino pudo ser diferente: "El muerto pude haber sido yo. Si hubiera sido así, un oficial británico estaría hoy hablando con mi mujer".
Las huellas que deja esa extraña miseria humana que es la guerra tardan en cerrar. Las que cierran. El primer paso de esta historia se dio el 10 de junio de 1982, en Puerto Yapeyú, Isla Gran Malvina. Los ingleses llaman a ese lugar Puerto Howard [en la toponimia argentina es Puerto Mitre]. Pero en aquellos días el Regimiento de Infantería 5 de Corrientes lo habían rebautizado como Puerto Yapeyú porque custodiaban la casa natal de San Martín. Allí actuaba un grupo comando de la Compañía 601 al mando del hoy general de división Mario Castagneto. A las 11 de la mañana de aquel 10 de junio, el teniente primero Duarte y tres suboficiales, que buscaban un sitio para vigilar a las tropas inglesas de San Carlos, oyeron voces. Duarte, hoy coronel, recuerda:
- Pensé que podían ser kelpers. O gente nuestra, otra patrulla, O el enemigo. Uno de los sargentos que venía conmigo, Eusebio Moreno, quiso tirar una granada. Le dije que esperara. En eso veo que avanza un soldado, morocho, de bigotes, con un pasamontañas. Le grité entonces que alzara las manos. Por las dudas lo grité en inglés también: "Hands up" El tipo pegó un salto al costado con los ojos así de grandes. Ahí le vi el uniforme. Me tiró con su M-16 y las balas pegaron frente a mi cara, en la piedra detrás de la que estaba a cubierta: se me llenaron los ojos de tierra.


Minutos después, el fuego de Duarte alcanzó a uno de los británicos. El otro se rindió enseguida. Era el cabo primero Roy Fonseca que pasó a ser prisionero de las fuerzas argentinas. Ya de regreso en Puerto Yapeyú, Duarte envió a uno de sus oficiales a recoger a quien, sabía por Fonseca, era el capitán John Hamilton, de las fuerzas especiales inglesas (SAS).
- Lo velamos en el regimiento que entonces comandaba el coronel Mabragaña, y lo enterramos con honores militares. Había muerto protegiendo a su compañero, lo que me hizo respetarlo como soldado. Yo sé que estas cosas a veces no se entienden muy bien pero, en la desgracia enorme que es una guerra, estas actitudes tal vez la humanicen un poco. Pero tres días después, los prisioneros éramos nosotros. Le comenté entonces a un coronel inglés que habíamos enterrado a Hamilton y le di sus placas identificatorias. Le dije que había combatido con mucho valor y que me gustaría quedarme de recuerdo con el cubrecabeza de Hamilton. El coronel se emocionó y es él quien hace el informe en el que cita lo que yo le dije.
Las palabras de Duarte hicieron que el gobierno británico condecorara a Hamilton. Su viuda recibió la distinción de manos de la reina. Y veinte años después de Malvinas, creyó que era el momento de conocer al hombre que había matado en combate a su esposo. El 9 de abril de 2002, Duarte y Victoria Hamilton se encontraron en la Embajada Argentina en Londres.
- Yo estaba un poco nervioso porque no es algo muy común, como se imaginará. Pero se ve que la mujer quería conocerme porque fue lo primero que me dijo: "Quería conocerlo y agradecerle, porque gracias a su gestión la valentía de mi esposo fue reconocida". Para ellos no es poca cosa que un enemigo exprese su reconocimiento a la bravura de un soldado. Y me contó que la reina le dijo que sabía de esa valentía, lo que para ella era muy importante. Es una mujer muy aplomada, me dio la impresión de que tiene una calidad y una calidez humana muy grande. Mire, yo viajé para encontrarme con esta mujer por la gestión de un diario británico. Y cuando el periodista inglés le habló a ella de "su héroe", en referencia al marido, esta mujer lo frenó y le dijo: "Un momento: también él es un héroe".
Para mí, ese encuentro con la viuda del capitán Hamilton cerró un círculo. Tuvo mucho más de sentimental que de racional. Con los años, de todo ese muestrario de miserias que es una guerra, a sus hijos, a los míos, lo único que les va a quedar es eso: las buenas acciones, los buenos sentimientos. Malvinas fue una guerra en la que uno le vio la cara al enemigo. Y cuando el enemigo muere, siempre queda una herida. No es que uno se sienta responsable por el adversario, pero siempre hay algo que no es natural en la muerte de una persona, en matar a una persona. No sé si se puede decir "matamos a una persona". Combatimos, y uno de los dos murió. Pude ser yo.



Adaptación del artículo aparecido el sábado 15 de junio de 2002 en el diario argentino Clarín. 
[Entre corchetes aclaro las diferentes toponimias para mejor ubicación cartográfica]

El por entonces Teniente 1º José Martiniano Duarte pertenecía al Regimiento de Infantería 5 General Félix de Olazábal, al mando del coronel Juan Ramón Mabragaña.
Este regimiento tenía su asiento de paz en la ciudad de Paso de los Libres, en la provincia de Corrientes, siendo sus efectivos parte de la IIIª Brigada de Infantería.

domingo, 17 de junio de 2012

Testimonios en primera persona: emotivo relato del VGM Marcelo Vallejo sobre la entrega de su compañero del RIMec 6 Sergio Azcarate

Sergio Omar Azcarate, un héroe de la Patria!!!

Sergio nació el 11 de agosto de 1962 en Lobos, provincia de Buenos Aires.
Hizo el Servicio Militar en el Regimiento de Infantería Mecanizado 6 General Viamonte.
Sergio se presentó como la gran mayoría de los soldados que ya estaba de baja y no dudó ante el llamado de la patria en presentarse al Cuartel, como a todos, la incertidumbre de lo que podía pasar se terminaba cuando los soldados se encontraban con aquellos compañeros del Servicio militar, todos pensábamos en Malvinas, la Bandera, la Patria!!
Pero había algo muy fuerte y eran los compañeros, los camaradas, si vos vas, vamos todos, y así fue como la mayoría de los soldados, para sorpresa de muchos, se presentaron para cumplir con el juramento… Defender la Bandera!!!
En el Regimiento 6 no faltó un soldado!!!
Sergio llegó a Malvinas el 13 de abril, y su destino y lugar de combate fue el monte Williams, siempre le puso el pecho a los trabajos, desde aquella larga caminata con el mortero con todo el equipo al hombro, casi 20 km dando todo y transmitiendo fuerzas a sus compañeros, para muchos la guerra fue corta, para Azcarate y su grupo, fue duro cada paso que dimos en Malvinas, hacer un pozo para un mortero pesado no era un trabajo fácil y menos en aquel lugar, cargar con los cajones de municiones y esperar…
Las guardias, las lluvias, el viento, las noches donde nos veíamos las caras por las explosiones de las bombas, tantas cosas para contar…
Estaba con su grupo para dar apoyo a los compañeros que tendrían que combatir en el frente. Esa era su misión. La misión de los morteristas. La espera fue larga. Resistiendo muchos bombardeos a partir del primero de mayo. Nunca quebraron el espíritu de este soldado. Muchas veces puteaba y decía porque no los vamos a buscar, que esperamos?
Muchos de los que estábamos en el monte sentíamos la impotencia de ver como por las noches la artillería enemiga nos tenía en alerta y sin descanso. Y pasaron los días.
El frío nos calaba los huesos, pero siempre estuvo dispuesto. En las guardias interminables, en las noches que pasamos en el pozo esperando órdenes de tiro, esperando al enemigo. Siempre había algún alerta de infiltraciones, de bombardeos, de ataques finales…
Y allá salía Sergio con su fusil a cuidar de aquella posición con sus compañeros. Si alguien no tenía el fusil para la guardia nunca dudaba en darle el suyo, gestos como estos no se olvidan nunca!
12 y 13 de junio. Aquellos morteros hicieron sus primeros disparos entre los gritos de Viva la Patria!! O tomen hijos de puta!!
El apoyo que necesitaron nuestros compañeros se pudo hacer con muchas dificultades ya que cada disparo hundía en el barro la placa base y nuestra arma quedaba inutilizada entre la bronca y la impotencia de no poder seguir tirando.
Ya no importaba el bombardeo. Malvinas era un infierno. Entonces a trabajar en la oscuridad metidos con el barro hasta las rodillas, nuestro compañero no aflojaba. En un momento le pidió al resto que descansen que el los llamaría cuando aquel fierro de más de 100 kilos esté en condiciones de sacarlo. Con los pies duros pero el corazón caliente.
Aquella noche se volvieron a armar los morteros.
El 13 de junio fue un día donde cada uno se protegía como podía, ya sin pozo y a la intemperie esperamos nuevas órdenes de tiro…
Una bomba dio de lleno en el pozo del mortero 3 donde horas antes se encontraba el grupo tirando…
Llegó la madrugada del 14 de junio. Aquel día conseguimos algo de comida que compartimos entre todos y no es cuento cuando digo una cucharada para cada uno porque fue lo que pasó.
Se combatía en Tumbledown a 500 o 600 metros nuestros. Todo eran gritos y órdenes.
Con el amanecer del 14 de junio se veían soldados por todos lados, Sergio y su grupo firmes al pie del cañón.
Entonces llegó la orden de limpiar las armas para el combate cuerpo a cuerpo. Aquel grupo era de 18 soldados. Teníamos pocos fusiles pero nadie se movió de su puesto de combate. Puedo recordar y sentir las palabras de aliento: -¡Matar o morir!
¿Qué más quedaba en aquella batalla? ¿Miedo? Si, por supuesto, ya no se pensaba en lo que podía pasar mañana, todo cambiaba minuto a minuto…
Hasta que nos llega la orden de tomar las armas de mano, las municiones y replegarnos a Puerto Argentino. Tal vez la última orden y la más dura.
Había mucha bronca porque ese era nuestro lugar y Sergio, como varios compañeros, se resistían a tener que irnos.
El grupo se reunió y bajamos hasta el camino después de destruir nuestros morteros y entre discusiones por quedarnos o replegar. El nuestro fue el último de los grupos en dejar aquel monte. Serían las 10 de la mañana. La misión se había cumplido, se había hecho mucho más de lo que todos imaginan, el olor a pólvora y humo acompañaba aquel repliegue de los soldados del 6, pero ya nos tenían en la mira y entonces las bombas empezaron a caer por todos lados, esta vez en un camino donde no teníamos refugio alguno.
A lo lejos el pueblo, y nosotros todavía en el campo de batalla, en el infierno.
Sergio Azcarate, en un momento de retraso, venía con dos cajas de municiones de ametralladora, unas cajas muy pesadas que no quiso dejar a pesar del pedido nuestro. No pensaba en rendirse, el decía que esas balas nos iban a hacer falta. Con otros compañeros le pedimos que apure el paso porque teníamos que salir de esa zona, todo podía pasar en aquel momento, pero Azcarate, a pesar de la situación en que nos encontrábamos, sacó unas municiones trazantes y dijo, mostrándolas con la mano levantada -¡todavía tengo esto para estos hijos de puta!
En ese momento una ráfaga dio de lleno sobre nosotros, volamos por el aire y cada uno se levantó como pudo. Aturdidos. Pero Sergio, nuestro compañero, nuestro amigo, no se levantó y allí quedó en paz… Qué se puede agregar!
Para muchos un soldado más, para nosotros un soldado que no se guardó nada, compartió, se la jugó por sus camaradas, tal vez fue uno de los últimos que cayó, por eso digo que el cumplió con lo que tenía que hacer, dar apoyo a sus compañeros, resistió hasta el último día y cayó con honor. Cuando se llenan la boca hablando de lo profesionales que eran los soldados ingleses...
Este héroe de la patria soportó casi 70 días en un pozo, combatió, dio su vida y no pidió nada a cambio.
POR DEFENDER SU BANDERA. POR DEFENDERTE A VOS...
ESTOS HEROES DE LA PATRIA NOS PIDEN QUE NO LOS OLVIDEMOS…
HONOR Y GLORIA A NUESTROS HEROES DE MALVINAS!!!
Y A LOS 11 GUERREROS DEL REGIMIENTO 6 VIVA LA PATRIA!!!
VOLVEREMOS!!!


Fuente: VGM Marcelo Vallejo, 13 de junio de 2012
Agradecimiento: Diego Olavarría

domingo, 10 de junio de 2012

Semblanzas de nuestros héroes caídos en Malvinas. Recordando al soldado Julio Rubén Cao. Sus cartas desde las islas

Hace exactamente treinta años, un 10 de junio de 1982 caía en combate el soldado Julio Cao, esta es su historia:

El soldado Julio Rubén Cao nació en Ramos Mejía el 18 de enero de 1961. Se recibió de docente, cursando luego el profesorado de literatura y de magisterio. Ejerció la docencia en las escuelas Nº 95, 96 y 32 de La Matanza y en el año 1981 cumplió el Servicio militar obligatorio en el RIM III "General Manuel Belgrano" de La Tablada, provincia de Buenos Aires.
Terminado el Servicio militar obligatorio, volvió a ejercer la docencia hasta que, con motivo de la recuperación de las islas, se presentó como voluntario un 12 de abril de 1982, y fue destinado con su unidad a Puerto Argentino.
En plena guerra, Julio Cao escribió varias veces desde Malvinas. La carta más extensa iba dirigida a la directora del colegio en el que daba clases y a sus alumnos de 3º grado. En ella les pide disculpas por su repentina partida hacia las islas.
La carta completa está fechada en Puerto Rivero, el nombre con el que se llamó a la capital de las islas en un primer momento.
Su muerte ocurrió el 10 de junio de 1982 durante la ofensiva británica sobre Puerto Argentino. La escuela Nº 32 de La Matanza, donde ejerció como docente antes de partir hacia las Malvinas, lleva su nombre.

Esta es la carta completa:

"Puerto Rivero, 24 de abril de 1982

Sra Directora: He recibido carta de mi esposa quien me transmitió la preocupación de todo el personal de la escuela en cuanto a mi presencia luego de mi inesperada desaparición debido a mi incorporación al Ejército.
Deseo hacer llegar a ud y por su intermedio a todo el personal de la escuela mi mayor gratitud por haberme hecho sentir tan a gusto durante el corto lapso en que me conté entre uds.
Espero que no se tomen en cuenta la incorrecta redacción y caligrafía de estas líneas pues es un soldado no un maestro quien las escribe.
Considero que uds desearán saber las condiciones en que vivimos aquí los soldados, que según tuve oportunidad de comprobar son muy distintas a las que describen en los diarios.

Formo parte de la sección Atam del Regimiento de Infantería Mecanizada 3. Nuestra misión es dar apoyo de artillería a la primera línea de las compañías de Infantería de nuestro regimiento que se encuentran sobre las costas. Nosotros nos encontramos 100 o 150 metros a retaguardia, prácticamente en el frente.
Estamos a unos 3 km del Puerto Rivero (Puerto Argentino), en la isla Soledad y vivimos en pozos de 1m por 2m aproximadamente (pozos de zorros) en parejas, de a dos soldados; la humedad de la tierra es nuestro mejor compañero. Comemos bien, pero la ansiedad hace que sintamos mayor apetito, no hay comida que alcance. Hace frío, frío, mucho viento y el clima en general es muy húmedo. Las noches son muy largas y se hacen más largas porque cumplimos 2 hs de guardia.


Releyendo la carta me doy cuenta de que los estoy describiendo un panorama para nada alentador, pero la realidad es que no es nada que no pueda soportarse; principalmente porque la moral de la tropa es muy alta en general.
Con respecto a la situación en general, recibimos las informaciones de la radio local que no son otras que las que "la superioridad" quiere que sepamos; sobre el ataque a las Georgias y demás, en general muy escasas. Por otra parte ya hubo enfrentamientos acá en la isla Soledad que no sé si son de dominio público: el día 27 de abril a las 2130hs, comenzamos a oír que la artillería que se encuentran a retaguardia tiraba sobre las costas; recibimos órdenes de alistarnos y de mantenernos atentos dentro de las posiciones. No teníamos otra información más que el hecho de que el fuego continuaba ininterrumpidamente. Nos encomendamos a Dios y esperamos. No sé si temblaba de frío o de miedo, pero temblaba. Hasta las 330 hs del día siguiente continuó el fuego y algunos tiroteos aislados que seguramente eran producto de algún miedoso (que constituyen un verdadero peligro) a las 4 hs aproximadamente recibimos noticias de que el peligro había pasado y podíamos dormir. Por la mañana, el teniente coronel, Jefe del Regimiento, nos informó por radio lo sucedido: el radar había detectado lanchones de desembarco (aproximadamente 100 efectivos) y un submarino a 1000 metros de las costas. El fuego de la artillería los cerró y puso fuera de combate, el submarino se alejó. Más que ese susto no pasó nada y esto nos sirvió para darnos cuenta de que un desembarco en esta zona es prácticamente imposible.

Señora deseo recordarle que esta información y todo lo que se refiere a mi ubicación no he hecho llegar ni a mi esposa ni a mi familia, con el objeto de no alarmarlos más de lo que por el hecho mismo se encuentran. Igualmente tengo la seguridad de que las cosas no van a llegar a mayores y que esto va a terminar muy pronto; no sabe cuánto deseo volverme a encontrar frente al grado cumpliendo esa misión mucho más gratificante y provechosa que la que tengo encomendada.


Desearía que hiciera llegar a la maestra de 3ro D este mensaje para mis alumnos:

"A mis queridos alumnos de 3ro D:

No hemos tenido tiempo para despedirnos y eso me ha tenido preocupado muchas noches aquí en Malvinas, donde me encuentro cumpliendo mi labor de soldado: Defender la Bandera. Espero que ustedes no se preocupen mucho por mi porque muy pronto vamos a estar juntos nuevamente y vamos a cerrar los ojos y nos vamos a subir a nuestro inmenso Cóndor y le vamos a decir que nos lleve a todos al país de los cuentos que como ustedes saben queda muy cerca de las Malvinas. Y ahora como el maestro conoce muy bien las islas no nos vamos a perder. Chicos, quiero que sepan que a las noches cuando me acuesto cierro los ojos y veo cada una de sus caritas riendo y jugando; cuando me duermo sueño que estoy con ustedes. Quiero que se pongan muy contentos porque su maestro es un soldado que los quiere y los extraña. Ahora sólo le pido a Dios volver pronto con ustedes. Muchos cariños de su maestro que nunca se olvida de ustedes. Señora, además desearía hacer llegar mi recuerdo y saludos a todo el personal a la señora Bibiana, al Sr Galo, Cristina, Nora, Mercedes, Bárbara, Isabel y a todos los docentes de mi turno y de la escuela; a la señora Alicia quisiera que sepa que extraño mucho su mate de las 13 hs, y espero pronto volverlo a saborear ya que aquí el desayuno es una especie de mate cocido mezclado con cal de albañil y hasta un poco de cemento, nada de azúcar. Habiendo distraído demasiado su atención pero sintiéndonos por un instante con uds me decido a concluir estas líneas con la esperanza de encontrarme a la brevedad con ustedes.

Afectuosamente, JULIO".