La Marina argentina ya
tenía 22 años de experiencia con aviación embarcada ya que en 1958 había
adquirido a los británicos el Warrior, rebautizado ARA Independencia, un portaaviones
pequeño de la clase Colossus, idéntico al portaaviones Arromanches francés.
La aviación naval argentina operaba los Corsair F4-U a hélice, de los cuales se habían comprado 62 ejemplares a Estados Unidos los años precedentes.
En 1968 la Argentina adquiere el Karel Doorman, rebautizado ARA 25 de Mayo, un antiguo clase Colossus modernizado con nuevas calderas, una trampa de apontaje y una catapulta a vapor, equipamiento que le permitía operar aviones más modernos.
Para la época la elección recayó en los Skyhawk A-4 de Douglas, un avión robusto, de pequeña envergadura, que evitaba el costoso repliegue de alas, capaz de cargar cuatro toneladas de bombas.
La Argentina encarga a Douglas de manera escalonada quince ejemplares del A-4Q y setenta ejemplares del A-4P entre 1966 y 1975.
En 1980 en Francia se preguntaban porque la Argentina abandonaba un avión que conocían muy bien por otro de la competencia, como el Super Étendard, que aún no había hecho sus pruebas. A la época confluyeron tres explicaciones posibles, primero, la cadena de ensamblaje del Skyhawk A-4 en Long Beach, que durante 26 años produjo 2.960 aviones cerraba a principios del año precedente. Segundo, la política del presidente Carter consistía en subordinar sus ventas de armas a la manera en que los países clientes respetaban los derechos humanos localmente. Y por último, la Argentina conocía muy bien los aviones franceses, ya que la Fuerza Aérea ya operaba 25 Mirage III y 18 Mirage V, construidos por Dassault, el mismo constructor que los Super Étendard.
La aviación naval argentina operaba los Corsair F4-U a hélice, de los cuales se habían comprado 62 ejemplares a Estados Unidos los años precedentes.
En 1968 la Argentina adquiere el Karel Doorman, rebautizado ARA 25 de Mayo, un antiguo clase Colossus modernizado con nuevas calderas, una trampa de apontaje y una catapulta a vapor, equipamiento que le permitía operar aviones más modernos.
Para la época la elección recayó en los Skyhawk A-4 de Douglas, un avión robusto, de pequeña envergadura, que evitaba el costoso repliegue de alas, capaz de cargar cuatro toneladas de bombas.
La Argentina encarga a Douglas de manera escalonada quince ejemplares del A-4Q y setenta ejemplares del A-4P entre 1966 y 1975.
En 1980 en Francia se preguntaban porque la Argentina abandonaba un avión que conocían muy bien por otro de la competencia, como el Super Étendard, que aún no había hecho sus pruebas. A la época confluyeron tres explicaciones posibles, primero, la cadena de ensamblaje del Skyhawk A-4 en Long Beach, que durante 26 años produjo 2.960 aviones cerraba a principios del año precedente. Segundo, la política del presidente Carter consistía en subordinar sus ventas de armas a la manera en que los países clientes respetaban los derechos humanos localmente. Y por último, la Argentina conocía muy bien los aviones franceses, ya que la Fuerza Aérea ya operaba 25 Mirage III y 18 Mirage V, construidos por Dassault, el mismo constructor que los Super Étendard.
Los nueve aparatos
restantes del contrato arribarían al país luego de terminada la guerra de
Malvinas, a fines de ese mismo año de 1982.
En 2019 amanecía la
posibilidad de una segunda vida para la Segunda Escuadrilla Aeronaval de Caza y
Ataque de la ARA, con el arribo de cinco Super Étendard Modernisé (SEM) desde el puerto de Le Havre, cinco aparatos que
habían sido parte de la caza embarcada de la Marine nationale hasta 2016 y que se mantuvieron preservados en el EAR 279 de Châteaudun hasta que fueron adquiridos por la Argentina en 2018.
Lamentablemente quedó en apenas una expresión de deseos hasta la fecha.
Fuente: Texto: Efemérides 1980 Le
Télégramme; despacho de AFP. Fotos: 1981, Claudio Meunier. 2019, ARA.
Editado y traducido por Lic. Hernán Favier