El combate que empezó en Malvinas y terminó en Londres
Hace treinta y dos años, durante un combate en la Isla Gran
Malvina, el entonces teniente primero José Martiniano Duarte mató a Gavin John
Hamilton, un capitán de las fuerzas especiales británicas. En abril de 2001, la
viuda de Hamilton quiso conocer a Duarte para decirle que, gracias al
testimonio que dio sobre la bravura de su enemigo, la valentía de su esposo no
había sido olvidada. Ambos se reunieron en la agregaduría militar argentina en
Londres. "Usted no es un asesino - dijo Victoria Hamilton a Duarte - Estaba
luchando por su país". Duarte le dijo entonces que el destino pudo ser
diferente: "El muerto pude haber sido yo. Si hubiera sido así, un oficial
británico estaría hoy hablando con mi mujer".
Las huellas que deja esa extraña miseria humana que es la
guerra tardan en cerrar. Las que cierran. El primer paso de esta historia se
dio el 10 de junio de 1982, en Puerto Yapeyú, Isla Gran Malvina. Los ingleses
llaman a ese lugar Puerto Howard [en la toponimia argentina es Puerto Mitre].
Pero en aquellos días el Regimiento de Infantería 5 de Corrientes lo habían
rebautizado como Puerto Yapeyú porque custodiaban la casa natal de San Martín.
Allí actuaba un grupo comando de la Compañía 601 al mando del hoy general de
división Mario Castagneto. A las 11 de la mañana de aquel 10 de junio, el
teniente primero Duarte y tres suboficiales, que buscaban un sitio para vigilar
a las tropas inglesas de San Carlos, oyeron voces. Duarte, hoy coronel,
recuerda:
- Pensé que podían ser kelpers. O gente nuestra, otra
patrulla, O el enemigo. Uno de los sargentos que venía conmigo, Eusebio Moreno,
quiso tirar una granada. Le dije que esperara. En eso veo que avanza un
soldado, morocho, de bigotes, con un pasamontañas. Le grité entonces que alzara
las manos. Por las dudas lo grité en inglés también: "Hands up" El
tipo pegó un salto al costado con los ojos así de grandes. Ahí le vi el
uniforme. Me tiró con su M-16 y las balas pegaron frente a mi cara, en la
piedra detrás de la que estaba a cubierta: se me llenaron los ojos de tierra.
Minutos después, el fuego de Duarte alcanzó a uno de los
británicos. El otro se rindió enseguida. Era el cabo primero Roy Fonseca que
pasó a ser prisionero de las fuerzas argentinas. Ya de regreso en Puerto Yapeyú,
Duarte envió a uno de sus oficiales a recoger a quien, sabía por Fonseca, era
el capitán John Hamilton, de las fuerzas especiales inglesas (SAS).
- Lo velamos en el regimiento que entonces comandaba el
coronel Mabragaña, y lo enterramos con honores militares. Había muerto
protegiendo a su compañero, lo que me hizo respetarlo como soldado. Yo sé que
estas cosas a veces no se entienden muy bien pero, en la desgracia enorme que
es una guerra, estas actitudes tal vez la humanicen un poco. Pero tres días
después, los prisioneros éramos nosotros. Le comenté entonces a un coronel
inglés que habíamos enterrado a Hamilton y le di sus placas identificatorias.
Le dije que había combatido con mucho valor y que me gustaría quedarme de
recuerdo con el cubrecabeza de Hamilton. El coronel se emocionó y es él quien
hace el informe en el que cita lo que yo le dije.
Las palabras de Duarte hicieron que el gobierno británico
condecorara a Hamilton. Su viuda recibió la distinción de manos de la reina. Y
veinte años después de Malvinas, creyó que era el momento de conocer al hombre
que había matado en combate a su esposo. El 9 de abril de 2002, Duarte y Victoria Hamilton se encontraron en la Embajada Argentina en Londres.
- Yo estaba un poco nervioso porque no es algo muy común,
como se imaginará. Pero se ve que la mujer quería conocerme porque fue lo
primero que me dijo: "Quería conocerlo y agradecerle, porque gracias a su
gestión la valentía de mi esposo fue reconocida". Para ellos no es poca
cosa que un enemigo exprese su reconocimiento a la bravura de un soldado. Y me
contó que la reina le dijo que sabía de esa valentía, lo que para ella era muy
importante. Es una mujer muy aplomada, me dio la impresión de que tiene una
calidad y una calidez humana muy grande. Mire, yo viajé para encontrarme con
esta mujer por la gestión de un diario británico. Y cuando el periodista inglés
le habló a ella de "su héroe", en referencia al marido, esta mujer lo
frenó y le dijo: "Un momento: también él es un héroe".
Para mí, ese encuentro con la viuda del capitán Hamilton
cerró un círculo. Tuvo mucho más de sentimental que de racional. Con los años,
de todo ese muestrario de miserias que es una guerra, a sus hijos, a los míos,
lo único que les va a quedar es eso: las buenas acciones, los buenos sentimientos.
Malvinas fue una guerra en la que uno le vio la cara al enemigo. Y cuando el
enemigo muere, siempre queda una herida. No es que uno se sienta responsable
por el adversario, pero siempre hay algo que no es natural en la muerte de una
persona, en matar a una persona. No sé si se puede decir "matamos a una
persona". Combatimos, y uno de los dos murió. Pude ser yo.
El por entonces Teniente 1º José Martiniano Duarte pertenecía al Regimiento de Infantería 5 General Félix de Olazábal, al mando del coronel Juan Ramón Mabragaña.
Este regimiento tenía su asiento de paz en la ciudad de Paso de los Libres, en la provincia de Corrientes, siendo sus efectivos parte de la IIIª Brigada de Infantería.