"El pabellón
argentino ondea nuevamente en Puerto Argentino"
Tarde o temprano ese momento
llegará.
Han pasado 35 años del
conflicto bélico que cerro 149 años de usurpación y clausuró una vía de
resolución y nuestra diplomacia no ha podido, ni ha sabido, ni contaba con los
medios, para hacer sentar al Reino Unido a la mesa de negociaciones para
dirimir el contencioso que ya lleva más de 180 años, poniendo como punto de
inflexión la expulsión del gobernador Luis Vernet de Puerto Soledad en enero de
1833.
Hoy es momento de aceptar
que de la única manera de recuperar la soberanía de las islas sin ningún
condicionamiento ni cesión es por manu
militari, algo muy improbable; por lo tanto, llegó el día de pensar formalmente
y con amplitud de criterio qué estamos dispuestos a ceder, a consensuar o a ofrecer
para que en un futuro no tan lejano el pabellón argentino ondee en Puerto
Argentino.
A partir de la aceptación
de que en una mesa de negociaciones hay que acercar posiciones tan antagónicas
como suele ocurrir en una disputa por la soberanía de un territorio, más allá
de que los derechos argentinos son mucho más contundentes que los enarbolados
por el Reino Unido, la búsqueda de un acuerdo requiere paciencia, conocimientos
y tenacidad, y una pizca de picardía para saber leer el contexto geopolítico
mundial al momento de dirimir los puntos de conflicto a franquear.
Hoy vemos al Brexit, la
salida del Reino Unido de la Unión Europea, como un hito que puede influenciar
sobre el posicionamiento, no sólo de los británicos con respecto a sus
territorios de ultramar, sino sobre otros países del concierto mundial, la
fluctuación o la desaparición de intereses compartidos en algún momento de la
historia son elementos que la diplomacia debe estudiar muy profundamente;
aunque el contencioso es entre la Argentina y el Reino Unido, los países o
bloques regionales pueden ser potenciales “buffers” en las conversaciones sobre
la soberanía del territorio en disputa. Y como la autodeterminación ya fue
excluida por la ONU en la cuestión Malvinas lo que hay que garantizar son los
derechos de los kelpers como ciudadanos, pero no sus deseos, que chocan con el
reclamo legítimo argentino al ser una población implantada en territorio usurpado.
Localmente es difícil
despegar del inconsciente colectivo el “Malvinas es un sentimiento” y más aún
el renovado reconocimiento a nuestros veteranos de guerra; es teniendo en
cuenta estos dos pilares que la diplomacia argentina deberá contemporizar el
dolor, la sensación de entrega o la no aceptación de algunas concesiones en la
mesa de discusiones.
Por eso ya es tiempo de
pensar cuales son los lineamientos diplomáticos y los límites a establecer a
las pretensiones británicas para que haya una cesión de soberanía. Es ingenuo
pensar que el modelo Hong Kong pueda ser replicado casi con exactitud sobre
Malvinas, el mundo, o mejor dicho las potencias militares, se están orientando
más hacia el control de nudos logísticos que hacia extensos espacios territoriales,
hacia plataformas y vías de comunicaciones que les permitan controles de áreas
o regiones de gran valor geopolítico militar y económico, son políticas a largo
plazo menos onerosas pero que otorgan gran valor estratégico, y según los
defensores de esta postura permite dinamizar el despliegue del instrumento
militar contra las fuerzas estáticas requeridas para mantener el control de
posesiones lejanas, como las existentes en la base militar británica de Mount
Pleasant en Malvinas.
España ofreció
recientemente la “co-soberanía” del Peñón de Gibraltar al Reino Unido, algo
rechazado de plano por estos últimos; es difícil que ese modelo salga desde
nuestra diplomacia pero sirve como ejemplo para entender que algunas decisiones
u ofrecimientos resultarán inaceptables si no hay una contraprestación o
beneficio tangible para las aspiraciones argentinas.
Por último, sería
interesante que nuestra Cancillería, en la medida de lo posible y sin
entorpecer las futuras negociaciones, fuera liberando informes o resúmenes de
la posición de partida, las expectativas de sentar a los británicos en la mesa
de negociaciones, y el derrotero de la disputa en los foros y cumbres
internacionales. Contar por anticipado con perspectivas, enfoques y distintos
escenarios posibles para la solución del contencioso es un buen ejercicio de
diplomacia bilateral, o como se ha puesto de moda últimamente, un buen ejercicio
de multilateralismo.
Aún no están echadas todas
las cartas, tampoco están marcadas, está en nosotros jugar de la mejor manera
con las cartas que nos toquen.
Lic. Hernán Favier