sábado, 17 de abril de 2010

Los héroes del conflicto de Malvinas. El Capitán de Fragata Pedro Edgardo Giachino y su actuación al frente del BIM Nº 2 durante el 2 de abril de 1982


Nació el 28 de mayo de 1947 en la provincia de Mendoza, donde realizó sus estudios primarios y secundarios. Ingresó a la Armada Argentina el 3 de febrero de 1964 como cadete del Curso Preparatorio de la Escuela Naval Militar. Se inclinó por la Infantería de Marina, destacándose rápidamente por su elevado espíritu militar.
Luego de finalizar el Viaje de Instrucción a bordo de la Fragata ARA "Libertad”, se recibió de Guardiamarina de Infantería de Marina el 30 de diciembre de 1967, integrando la Promoción 96 de cadetes navales.
En febrero de 1968 realizó un intensivo curso de Comandos para Infantes de Marina en Tierra del Fuego. Su primer destino fue el Batallón de Infantería de Marina N°5.
Sus inclinaciones por el combate en circunstancias especiales, lo llevaron a realizar el curso de Reconocimiento Anfibio en el año 1970.
En 1971 aprobó el curso de Comandos para Personal Superior en la Escuela de Infantería del Ejército Argentino, en el que sobresalió por sus condiciones profesionales.
Completó su formación como comando anfibio al calificarse como paracaidista militar en la Brigada de Infantería Aerotransportada del Ejército Argentino, en Córdoba.
Ascendió a Teniente de Navío el 31 de diciembre de 1975.
Luego, en el Batallón de Infantería de Marina N°1 fue Jefe de una Compañía de Tiradores. Posteriormente ocupó el cargo de Jefe de Operaciones de la Agrupación Comandos Anfibios y más tarde el de Ayudante del Jefe de Operaciones e Inteligencia de la Fuerza de Apoyo Anfibio. El 31 de diciembre de 1981, ya como Capitán de Corbeta, asume su último cargo: Segundo Comandante del Batallón de Infantería de Marina Nº2.
Para las operaciones de recuperación de nuestras Islas Malvinas, Giachino fue Jefe de una patrulla de Comandos Anfibios y Buzos Tácticos que desembarcó el 1 de abril de 1982 durante la noche, en una playa al Sur de Puerto Argentino. Su misión era lograr la rendición del Gobernador británico antes de que el grueso de las tropas argentinas irrumpiera en la localidad. Con ello Giachino debía evitar un sangriento e inútil combate en plena planta urbana.


La patrulla desembarcó desde el Destructor ARA "Santísima Trinidad", logrando llegar a las playas en botes de goma; las fuerzas enemigas de la zona no advirtieron el desembarco nocturno de los hombres de Giachino.
A las seis de la mañana del 2 de abril de 1982, Giachino rodeó con sus hombres la casa del Gobernador británico y le intimó rendición; los británicos, sorprendidos, abrieron fuego sobre la patrulla. Tal como prescribían las órdenes recibidas, Giachino procedió sin provocar bajas ni daños al oponente; sin duda, estas órdenes son las más difíciles que pueda recibir un militar, pero Giachino estuvo a la altura de las circunstancias.
Repite varias veces su intimación; los británicos redoblaron sus disparos sin dar indicación de tregua alguna.
Treinta minutos después, la primera ola de asalto de la Fuerza de Desembarco Argentina toca tierra en las playas distantes unos siete kilómetros de donde Giachino estaba tratando de lograr la rendición del Gobernador. La recuperación de las Islas se estaba consumando. Pocos minutos después, los vehículos anfibios blindados de la Infantería de Marina Argentina rodaban hacia Puerto Argentino, mientras naves de la Flota de Mar hacían ver sus siluetas en la bahía.
Si las tropas argentinas entraban a la localidad, se iniciaría el combate con los británicos en el mismo pueblo, circunstancia que debía evitarse a toda costa. Giachino supo que debía actuar para impedirlo, de acuerdo con sus órdenes. En su condición de Jefe, tornó la decisión más importante de su vida. En la evidencia de la inutilidad de lograr la rendición británica, avanzó solo hacia el interior de la casa del Gobernador, derribó una puerta. Una ametralladora enemiga le hizo fuego a quemarropa, cayó hacia atrás. Gritó a sus hombres que se cubrieran.
Su segundo (Teniente de Fragata Diego García Quiroga) quiso sacarlo de la línea de fuego, recibiendo a su vez una descarga que lo hirió gravemente. El cabo enfermero Urbina intentó rescatar a sus dos jefes, siendo también herido; aun así, logró dar los primeros auxilios a los oficiales y a sí mismo. La presión de la situación general, motivó al Gobernador británico a ordenar la suspensión del fuego y pedir parlamento.
La misión del Capitán Giachino se había cumplido: el Gobernador se rindió antes de que las tropas argentinas hicieran su entrada a Puerto Argentino. El precio fue la vida de nuestro héroe, quien muere minutos después a causa de las severísimas heridas recibidas.
Ascendido "Post Mortem" al grado de Capitán de Fragata de Infantería de Marina. Sus restos descansan en Mar del Plata, donde reside su familia. Fue condecorado "Post Mortem" con la máxima distinción que otorga la Nación Argentina: "La Cruz al heroico valor en combate".
La Armada Argentina reconoce en el Capitán Giachino al arquetipo del jefe, que lidera a sus hombres en combate asumiendo personalmente los riesgos mayores y que, ante órdenes recibidas, las ejecuta puntillosamente, aun a costa de su propia vida. No delegó en sus subordinados la tarea más peligrosa. La tomó para sí, lo que es privilegio de los grandes.

Fuente: Armada Argentina.

viernes, 19 de marzo de 2010

Testimonios en primera persona: Sapper Hill, islas Malvinas. Emotivo relato de uno de los miembros del Grupo de Artillería Aerotransportado Nº 4


"Hoy tan lejos en el tiempo y tan cerca en mi corazón, debo reconocer cuando fue mi bautismo de fuego, se que fue el 11 de junio, pero no se a que hora, creo que fue de noche, ya que al ser apuntador izquierdo, me costó encontrar la luz roja para ajustar la deriva de tiro, pero cuando el obús estuvo apuntado, esos segundos que pasan desde que la munición está dentro del cañón hasta que dan la orden de fuego, son eternos, cuando yo bajara el percutor y la explosión me dijera con su bravo ruido que era artillero, mi vida cambiaría para siempre!
Cuando el cabo Sánchez dijo fuego! y el proyectil salió, el nos dijo, siéntanse dichosos, son artilleros!!! todos al unísono gritamos, ¡viva la patria!
Fue un momento inolvidable, único! Fue algo hermoso, sentirme artillero y haberme recibido luchando por mi patria, hacia que fuera todo más especial, pero lo importante, era e iba a ser por todo el resto de mi vida, artillero.
Fueron días muy extensos, casi no había descanso, las piezas tiraban día y noche sobrecargando la cadencia de tiro recomendada para el obús Oto Melara, eso hacía que llegado el 13 de junio, empezaran a quedar algunas piezas fuera de servicio, se agotaba el material.
En la bruma de los horarios recuerdo que en un momento, hubo una falsa orden de repliegue, en ese fallido, cuando estábamos reunidos una bomba enemiga cayó cerca de la reunión y hubo heridos, el cabo Aguirre y el soldado Hernandorena, pero en ese momento recibimos la orden de que debíamos volver a las piezas inmediatamente, cosa que hicimos, y seguimos tirando, y nos seguían tirando permanentemente, fue en esos momentos, que se agigantó la figura de un cabo fuera de lo común, el cabo Quiroga, fue el comienzo de un comportamiento extraordinario de alguien que fue más allá de su función, nos daba fuerza, verlo venir con los cilindros de mate cocido con leche endulzado en medio del bombardeo enemigo para darnos, a nosotros los de las piezas, ese líquido caliente que nos daba fuerzas.
En la vorágine del combate, varias veces nos metimos en los refugios más cercanos a las piezas que estaban en funcionamiento.
Cuando salimos del refugio, y fuimos a buscar la pieza que quedaba en pie, éramos el negro Moyano y yo de la sexta pieza, cuando nos acercamos a esa pieza el negro me dijo: Walter, andate, yo me quedo, vos salvate.
Yo le dije que no, que nos quedábamos los dos, si estuvimos en la guerra juntos, o nos salvávamos los dos o moríamos juntos, pero nunca lo iba a dejar solo, asi que fuimos a esa pieza, donde se contaban sólo 20 hombres más nosotros.
Tuvimos la suerte, Dios mediante, que esa pieza estaba comandada por alguien que me enseñó todo lo que sabía sobre la guerra, era y es, el tipo que me dio el ejemplo que aún hoy me sirve para manejarme en la vida, me enseñó, de lealtad, de patriotismo, de eso que dijo Jesús alguna vez “no hay sacrificio más grande que dar la vida por un amigo”
Ese señor, a mi criterio, un grande, un señor que debería tener el pecho lleno de medallas, fue, es y va a ser por siempre mi jefe, era el subteniente Gabino Suarez.
Éramos sólo 22, y en un minuto el subteniente Suarez organizó la resistencia, unos a apuntar, otros a cargar municiones, otros a prepararlas y cada uno de nosotros con una función específica.
Me es muy difícil recordar esos momentos y no emocionarme, porque nunca fui testigo de tanta valentía, tanta decisión, de decir, por acá no pasaran!, aún hoy lo recuerdo al subteniente Suarez a los gritos al lado del cañón dándonos fuerzas, con su ejemplo, mientras nosotros hacíamos lo que debíamos hacer.
En mi caso, en un momento iba a traer municiones del montón que estaba a un costado de la posición, cerca del camino, cuando llegábamos a la pieza, en medio del bombardeo inglés, que nos tiraban con todo lo que tenían, teníamos un hacha con el que abríamos los cajones y los tubos en donde venían los proyectiles, de última, los cajones los tirábamos contra una piedra y se despedazaban, también cuando algunos seguían trayendo munición, yo cargaba el obús, todos hacíamos de todo, y todo esto en medio del bombardeo inglés.
Una de las cosas que más orgullo me da, es que durante todo este período nadie se protegió en los refugios, seguíamos trayendo, preparando y cargando la pieza, en esos momentos el enemigo estaba muy cerca, más o menos a 600 metros, por lo cual a las vainas debíamos sacarles seis de los siete sacos de pólvora para poder hacer puntería directa sobre las tropas enemigas, lo recuerdo al soldado Maidana trabajando sobre las espoletas de tiempo, a las órdenes de los suboficiales, estos proyectiles son los que hicieron un daño terrible a los británicos, y nosotros veíamos que hacíamos daño.
No tengo ni idea si pasaron horas o minutos, pero fue muy intenso, era todo un movimiento, coordinado por el subteniente Suarez. Recuerdo con mucho respeto al cabo 1º Dattoli, otro grande, dándonos fuerzas y cuidando a cada uno de los soldados.
Había mucha actividad en esos metros cuadrados de la pieza, era una locura, teníamos que patear las vainas servidas para no chocarnos con ellas, ya que eran tantas que casi no había lugar para moverse, el ruido que hacia nuestro obús era hueco, y no había una explosión fuerte, pero cada uno de los proyectiles tenía un gran poder de destrucción, además iba con toda la bronca y las ganas de que no pasen, estábamos dispuestos a dejar la vida, pensando que no pasarían si quedaba uno de nosotros vivo y tuviera algo para tirar.
A medida que tirábamos, y las municiones iban mermando, sabíamos que el final se acercaba, pero nunca nos iríamos mientras nos quedara algo para tirar.
Sabíamos inconscientemente que era inútil, estaba perdiéndose la batalla, ya que con solamente mirar al frente veíamos que nos superaban por mucho en la cantidad de personal.
Hay cosas que uno entiende con el tiempo, (o no le encuentra explicación), que era lo que hacía que estos 22 locos estuvieran en ese momento y en ese lugar combatiendo, en inferioridad absoluta, tirando, y con la convicción de no irse pasara lo que pasara, los detalles se van perdiendo con el tiempo, pero las sensaciones son las mismas, el olor a pólvora, los ruidos, los silencios momentáneos, muchas cosas que pasaron en esos momentos se asocian hoy con los olores, y cuando recuerdo esos momentos se viene a mi mente el olor a la pólvora cuando tirábamos.
Sólo el que estuvo en ese lugar en esos momentos sabe cuan hombres eran todos, no se puede entender de otra manera, que un tipo como el petiso Heredia, que creo que pesaba menos que una caja de municiones, pudiera traerla, corriendo desde el lugar en donde estaban hasta la pieza, o ver a Salas, abriendo las cajas contra las piedras, sin importarle que pasara, sólo pensábamos en tirarle y hacerlos mierda.
Después de 24 años alguien me dijo que lo que hicimos esas últimas horas salvo a miles de hermanos de la muerte.
Y llego el último proyectil, que no fue lanzado, porque por esperar unos minutos quedo trabado en el tubo del obús, y supimos, con tristeza y dolor, que eso era lo último que podíamos hacer. Habíamos agotado las municiones.
Aún hoy recuerdo la cara de mis hermanos, la resignación y la bronca nos llenaba el corazón de argentinos bien nacidos, y alguien dijo, bueno, hicimos todo, repleguemos!
Esos 200 metros que había entre la pieza y el puesto comando fueron un infierno.
Nos tiraron con todo, ninguno de nosotros pensábamos que saldríamos con vida de ese repliegue. Pero salimos.
En un momento quedamos cuerpo a tierra cara a cara con el negro Moyano, y después de mucho tiempo, nos reímos, y él me dijo algo asi como: ”la puta, no nos vamos a morir ahora, no? tenemos que ir a comer pizza a mi casa”
También en esos momentos se escuchaban los gritos de los jefes, nos guiaron de a poco hasta el puesto comando, cuando llegamos ahí, el cabo 1º Dattoli contó a todos y faltaba uno, el loco, volvió al refugio a ver si estaba, esto en medio de un terrible bombardeo, pero el soldado, que no recuerdo quien era, estaba con nosotros, volvió, con la bandera del grupo con él; hoy esa bandera está en el museo del Grupo de Artillería, hoy el cabo 1º Dattoli está sin ser reconocido.
Y tomamos la decisión de volver al pueblo.
Los metros que recorrimos hasta el pueblo me sirvieron para entender que lo que habíamos hecho era inolvidable, y cuando miraba a mis jefes, los subtenientes Suarez y Pucheta, el sargento Squaglia, el cabo 1º Dattoli, el cabo Sánchez, esos que alguna vez puteé con ganas, eran unos gigantes, que jamás serían vencidos, porque nos dieron la mejor instrucción que un militar de carrera le podía dar a un conscripto, eso nos salvó, además estuvimos juntos hasta lo último, y eso no tiene precio, ese hecho nos hermanó para siempre, hoy están en mi mente, las lágrimas de muchos de ellos, la desazón de todos, el cansancio.
El camino hacia el pueblo era una total desolación, nadie por ningún lado, el silencio era absoluto, se escuchaban los pasos nuestros al golpear los borceguíes en el asfalto mojado, sólo se veía humo en algunos lados, (luego me enteré de que no fue asi lo del silencio, ya que ellos destruyeron el lugar en donde estuvo el GA4 totalmente, asi que el silencio solo es una sensación que yo tuve).
Además de los suboficiales y oficiales, estábamos los conscriptos, mis hermanos de la clase 62 y 63, con algunos de ellos compartimos desde la incorporación en el distrito militar La Plata hasta ese momento, con otros fueron los días de la guerra, pero ese camino recorrido fue algo que nos amalgamaría para siempre, ellos son distintos, son especiales, me doy cuenta cuando nos vemos en la actualidad, como dice Saint Exupery, solo se ve con el corazón, lo esencial es invisible a los ojos, por eso la unión entre nosotros es invisible a los ojos, está en nuestros corazones. Para mi fue un gran honor haber combatido junto a ellos. me siento honrado de haber formado parte de ese grupo. fue un honor.
Al llegar a la parte céntrica del pueblo, estaba el teniente coronel Quevedo parado sobre una pequeña altura de tierra mirando hacia el lado desde donde veníamos, solo nos vio cuando estábamos casi en frente de él, según su cara se sorprendió enormemente, el subteniente Suarez se abrazó a él y hablaron un rato.
Luego vino todo lo que nosotros sabemos, la vuelta a casa. y el silencio durante muchos años.
Nunca terminaré de agradecer a todos y cada uno de los integrantes del Grupo de Artillería Aerotransportado 4, por haberme permitido luchar junto a ellos.
Agradezco muy especialmente a mi querido jefe, Juan Gabino Suarez y a todos los que de una manera u otra me dieron una instrucción excelente.
Señores, fue un gran honor!
Viva la patria"

“Combatimos con honor y volveremos"

Fuente: Oscar Walter Rubíes, G.A. Aerot 4, Batería de Tiro “C”, 5º pieza

viernes, 22 de enero de 2010

Las banderas de guerra de las unidades que volvieron al continente luego de la contienda en las islas Malvinas


Al amanecer del 14 de junio de 1982, en Bahía Fox, Isla Gran Malvina, el jefe del Regimiento 8 de Infantería, teniente coronel Ernesto Repossi llamó al teniente 1º Marcelo Giglio para decirle lo que todos imaginaban: se avecinaba la rendición. De paso le dio una orden: "Hágase cargo de la bandera del regimiento. No la puede tocar ningún inglés." Giglio llamó a dos de sus camaradas, los tenientes 1º Rafael Barreiro y Hernán Vecchieti. Los tres jóvenes oficiales se juramentaron para evitar que la bandera cayera en manos británicas.
Ese 14 de junio, en su primera entrevista con los ingleses para negociar la rendición, el gobernador de Malvinas, general Mario Benjamín Menéndez, planteó a los británicos el derecho que tenían sus tropas de regresar con sus banderas al continente. Los británicos accedieron. Pero nada de eso se sabía en el frente de batalla y la obsesión de muchos oficiales fue evitar que los enemigos se alzaran con las banderas como trofeo de guerra, en especial las de los regimientos históricos que lucen las condecoraciones ganadas en la Guerra de la Independencia. Y el 8 de Infantería era uno de ellos.
El ya retirado capitán Giglio y el hoy coronel Vecchietti recuerdan veinte años después: "Decidimos descoser la bandera en dos paños. Uno azul y blanco y el otro azul, desprendimos las medallas de la corbata y llamamos a dos suboficiales de nuestra más absoluta confianza a los que les confiamos a uno las medallas y a otro la cuja. No recordamos cómo hizo uno para hacer pasar la cuja, pero el otro disimuló las condecoraciones como medallas suyas que se colgó en la cadena que llevaba al cuello. Y ocultó otra en un llavero."
Giglio y Vecchietti descosieron también sus chaquetas. Vecchietti tajeó el cuello de la suya, que todavía conserva, con habilidad suficiente como para que pareciera gastada por setenta y cuatro días de campaña. Giglio escondió entre el duvet y su cuerpo el paño azul y blanco. Vecchietti aplanó como pudo la corbata y el moño de la bandera. El subteniente Barreiro hizo lo mismo con el restante paño blanco. Y se encomendaron a Dios. Horas después eran prisioneros de los británicos.
Lejos del 8 de Infantería y mucho más cerca de Puerto Argentino, el hoy teniente coronel Miguel Angel Cargnel era entonces teniente y abanderado del Regimiento 7 de Infantería y batallaba en Wireless Ridge. "El 12 de junio, cuando los ingleses atacaron Longdon, vimos que estábamos muy comprometidos. Y dijimos: La bandera no. Con el teniente Jorge Guidobono enterramos el asta y los herrajes en nuestra posición de combate. Guidobono se cosió el paño en el interior de la campera de duvet, yo me quedé con la corbata y el moño y repartimos las condecoraciones entre otros oficiales. Así nos replegamos el 14 a Puerto Argentino, cuando ya se sabía de la rendición."
Al este de Bahía Fox el joven subteniente Leandro Villegas ya se había envuelto la bandera de la Compañía de Ingenieros 9 como un chiripá. Tenía 21 años, hacía apenas tres meses que era oficial del Ejército y estaba metido en una guerra y en una disyuntiva: el jefe de su unidad, el mayor Oscar Minorini Lima, le había pedido que quemara la bandera antes que cayera en manos inglesas. "Lo convencí de que intentáramos llevárnosla escondida. Quemamos el asta en una típica cocina malvinera de la casa que nos servía de apoyo. Todo fue muy a las apuradas, pero cuando fuimos prisioneros, la bandera no fue descubierta en las tres revisaciones que nos hicieron."
En la que era residencia de Menéndez, antes de que amaneciera, dos miembros de su staff personal, los entonces mayores Carlos Doglioli y Agustín Buitrago, se habían alzado con cuanta bandera argentina encontraron, aún las pequeñas que estaban en algunos de los escritorios de la casa. Salieron a la todavía noche, iluminada sólo por el resplandor del fuego de artillería, y no vieron la bandera que flameaba en el mástil de la residencia. Esa bandera fue vista recién cerca de las nueve de la mañana, por el hoy capitán retirado Luis Daniel De Urquiza, entonces oficial del Batallón Logístico 10. "Se venían los ingleses, estarían a seiscientos metros, y aunque ya se hablaba de un cese del fuego, había intercambio de disparos: el clima bélico no se distiende así nomás. Corté la cuerda del mástil y me envolví la bandera al cuerpo, la cubrí con la campera y subí el cierre hasta el cuello. Así fui a parar a un galpón, ya prisionero."
La bandera del 8 de Infantería llegó a Comodoro Rivadavia en manos de Giglio, Vecchietti y Barreiro. Cuando desembarcaron del buque inglés "Norland" en Puerto Madryn, compraron hilo y aguja y la bandera fue cosida en el trayecto Madryn-Comodoro Rivadavia. Entró flameando al regimiento. Al hoy teniente coronel Cargnel tampoco le descubrieron la suya: ni en los diecisiete días que estuvo preso en un frigorífico destartalado de la Bahía San Carlos, ni en los trece días que pasó a bordo del buque inglés "St. Edmund" que lo dejó el 14 de julio en Madryn. Al joven subteniente Villegas sí se la descubrieron a bordo del "Norland". Los ingleses pidieron la bandera y Villegas, según sus herméticas palabras, se puso "un poco inquieto". Hasta que el jefe de su compañía le dijo: "Listo Villegas, déme la bandera" Fue entregada, se labró un acta y, al llegar a Puerto Madryn reclamada. "Ya van a tener noticias...", fue la respuesta al reclamo. Pero la bandera fue entregada ese mismo día por los británicos. Durante el viaje del "St. Edmund", De Urquiza tuvo que desnudarse para ser revisado: "Allí apareció la bandera. Cuando el inglés la vio hizo como un amague de algo. Pero le dije: Don't touch my flag (No toque mi bandera) y el tipo, muy respetuoso, no la tocó. Volvió conmigo y con el último contingente de prisioneros. Al año siguiente, la llevé por disposición del Ejército a la Sala de Banderas del Monumento a la Bandera de Rosario. Allí deberían estar todas."
Muchas otras banderas, en otras manos, gracias a otros trucos, volvieron de Malvinas al continente. Algunas cayeron en poder de los británicos. Todas son hoy un pedazo de historia.

Fuente: Alberto Amato para el diario Clarín

sábado, 3 de octubre de 2009

Familiares de los caídos durante el conflicto con el Reino Unido se dirigen hacia las islas Malvinas


Luego de muchos años de idas y venidas y marchas y contramarchas, 170 familiares de los argentinos caídos en la guerra, arribaron esta mañana a las islas Malvinas para participar en la inauguración de un monumento en honor a los 649 argentinos muertos en el conflicto del Atlántico Sur.
El avión de la aerolínea LAN partió de Río Gallegos y aterrizó en el aeropuerto de Mount Pleasant de Puerto Argentino, donde los familiares fueron recibidos por el vicegobernador de las islas bajo administración británica, Paul Martínez, y el comandante responsable militar del archipiélago, Gordon Moulds.
Luego fueron trasladados en ómnibus hacia el cementerio de Darwin, donde están enterrados 230 soldados argentinos. En éste mismo lugar fue levantado en 2004, el cenotafio en su memoria, pero que recién ahora, cinco años más tarde, podrá ser inaugurado. Un segundo contingente de 205 familiares viajará el próximo sábado.
El contingente argentino permanecerá unas seis horas en las islas, donde se oficiará una misa en el camposanto, donde algunos podrán, por primera vez, rendirle homenaje a sus padres, hijos y hermanos.


Fuentes: Diarios La Nación y Clarín. Fotos: Archivo Hernán Favier.

domingo, 20 de septiembre de 2009

Actuación de la Gendarmería Nacional Argentina durante el conflicto de Malvinas



Gendarmería Nacional Argentina, destacó en las Islas Malvinas la compañía de Tropas Especiales 601. La cual por iniciativa de sus integrantes tomó el nombre de Escuadrón “Alacrán”, éste fue su nombre de combate. Los hombres que integraban esta unidad poseían una capacitación especial para llevar a cabo operaciones de tipo comando siendo esa su misión en el teatro de operaciones.
El Escuadrón “Alacrán” participó en el Teatro de Operaciones del Atlántico Sur, juntamente con los Comandos del Ejército ya que eran una fuerza de “Elite”. Recibió la responsabilidad de un sector de defensa específico, en el cual se hallaba el Regimiento de Infantería 25.
El 26 de mayo fecha en la cual la contienda se hallaba próxima a su instancia mas dura, el entonces Comandante José Ricardo Spadaro, fue encomendado para iniciar el alistamiento. Los gendarmes de distintas unidades se reunieron en la localidad chubutense de Comodoro Rivadavia, a las 18:00 horas del 27 de mayo. Inmediatamente un grupo consiguió una bandera y con cinta adhesiva negra escribieron Gendarmería Nacional - Escuadrón Alacrán.
El 28 de mayo, partieron a bordo de un avión Hércules C-130 de la Fuerza Aérea Argentina cuarenta gendarmes, serían los únicos en poder cruzar a las islas. Por razones de seguridad el piloto que trasladaba al resto de los integrantes de la Unidad decidió retornar al continente, tras intentar llegar a las islas en dos oportunidades.
El Hércules toco la pista malvinense, luego de un vuelo rasante sobre el mar. Una vez descendidos, fueron recibidos por un oficial del Ejército perteneciente al Centro de Operaciones Logísticas.
Al día siguiente el Comandante Spadaro fue presentado ante el General Mario Benjamín Menéndez, Gobernador de las Islas. En esa oportunidad el Jefe del Escuadrón Alacrán le informó sobre la organización y las capacidades del Escuadrón que comandaba.
El 29 de mayo se efectuó la reunión de coordinación con los comandos del Ejército. Se estableció que se realizaría una operación en conjunto. El transporte lo realizarían helicópteros del Ejército siendo los efectivos de Gendarmería quienes primero debían ocupar sus posiciones.


El 30 de mayo por la mañana, después de sobrepasar las últimas posiciones argentinas, el aparato se aproximaba a su objetivo, cuando fue alcanzado por un misil disparado por un avión Sea Harrier, impactando a la altura de la cola del helicóptero.
El piloto logró evitar que se estrellara la nave. En tierra comenzó a incendiarse y a explotar debido a la gran cantidad de munición que transportaba. El sargento ayudante Ramón Acosta logra rescatar al subalferez Oscar Aranda tirando de su mano, era lo único visible en medio del denso humo.
El segundo comandante Jorge San Emeterio y el sargento 1º Miguel Pepe sacan de entre las llamas al sargento Justo Guerrero, quien poseía heridas de gravedad en sus dos piernas, una de ellas prácticamente seccionada. Este pedía a gritos ser dejado allí, temiendo por la vida de sus camaradas. Fue rescatado apenas segundos antes de que el helicóptero explotara, muriendo el primer alférez Ricardo Sánchez, el subalferez Guillermo Nasif, los cabo 1º Marciano Verón y Víctor Guerrero, el cabo Carlos Pereyra y el gendarme Juan Carlos Treppo.


Los sobrevivientes se replegaron a Puerto Argentino. El herido junto con tres integrantes son rescatados después de esperar una tensa hora. El humo podría delatarlos y ser emboscados; entre los cerros apareció un helicóptero Bell del Batallón de Aviación de Ejercito 601 para rescatarlos. La última mirada al helicóptero abatido trajo lágrimas a los rostros y el saludo final a los compañeros caídos. La Patria los llamo y ellos respondieron, seis gendarmes fallecidos en la primera misión.
El mismo día se recibió la orden de alistarse para una nueva tarea. La misma consistía en brindar seguridad a un grupo de ingenieros de la Infantería de Marina, se debía ocupar posiciones en las cercanías del cerro Dos Hermanas, por espacio de 24 horas. La misión se realizó en forma satisfactoria tras lo cual se regresó a Puerto Argentino en horas de la noche.
El 10 de junio, en cercanías del Monte Kent, los hombres de gendarmería fueron emboscados, resultando herido el gendarme Pablo Parada y herido de muerte por el fuego enemigo el sargento ayudante Ramón Acosta. Otro valiente caía en Malvinas, con la tranquilidad del deber cumplido, los Montes Kent y Dos Hermanas lo vieron pasar por última vez.
El día 14 de junio con las noticias del cese de fuego, se iniciaron los repliegues hacia Puerto Argentino, preparados para resistir, si fuese necesario, hasta el final. En ese momento acude a despedirse el padre Astolfo, capellán de Gendarmería, que partía rumbo al continente con un grupo de heridos. Con conocimiento de las horas críticas que se vivían, el Comandante Spadaro cerró el Libro de Guerra de la Unidad, encomendándole al sacerdote lo hiciese llegar a la Dirección Nacional de Gendarmería.
Finalizados los combates, dos días después, el grueso del Escuadrón Alacrán es embarcado en el buque británico Canberra, zarpando rumbo al continente, volviendo la bandera del Escuadrón escondida entre las ropas del subalferez Aranda.
El día 14 de julio, un mes después de producida la rendición, el buque Saint Edmund entraba a Puerto Madryn, trayendo de regreso al Jefe y al segundo Jefe del Escuadrón Comandantes Spadaro y Díaz, junto a otros oficiales y suboficiales de las Fuerzas Armadas.


Fuente: Gendarmería Nacional Argentina. Escuadrón Alacrán.

domingo, 23 de agosto de 2009

Reseña de Campaña de la Fuerza de Submarinos de la Armada Argentina en Malvinas


A comienzos de 1982, la fuerza submarina de la Armada Argentina se encontraba en etapa de transición, con un inventario más bien modesto: sólo cuatro unidades. Dos de ellas eran veteranos sumergibles del Tipo Guppy, de origen norteamericano, el ARA Santiago del Estero, que había agotado su vida útil, y su gemelo, el ARA Santa Fe, aún en servicio y dos del Tipo IKL 290, de origen alemán, el ARA Salta y el ARA San Luis.
El ARA Santa Fe zarpó de la Base Naval de Mar del Plata el 27 de marzo de 1982.
Llevaba a bordo la Unidad de Tareas 40.1.4 compuesta por trece buzos tácticos. Su misión original era la captura del Faro San Felipe, en Cabo Pembroke en las islas Malvinas, y la demarcación de la playa de desembarco para los vehículos anfibios (VAO) que participarían de la Operación Rosario, el 2 de abril.
El comando argentino del Teatro de Operaciones del Atlántico Sur le asignó a la Fuerza de Submarinos la tarea de "destrucción de los buques enemigos mediante el uso efectivo de sus armas".
El ARA Santa Fe, ya en el teatro de operaciones, recibió la orden de alistarse para una patrulla que duraría sesenta días, a cuyo efecto embarcaría suficiente combustible, comida y armas. Debido a la antigüedad del sistema de control de tiro, los torpedos sólo serían efectivos sobre blancos ubicados a menos de 2000 yardas. Como misión inicial de su patrulla, el submarino debía transportar veinte infantes de marina para reforzar la guarnición en Georgias del Sur.
El 23 de abril, el ARA Santa Fe fue informado desde el continente sobre la presencia de buques enemigos. Pese a la proximidad de los británicos, el capitán Bicaín aún tenía restringido el uso de sus torpedos sólo para el supuesto de resultar inequívocamente atacado. El submarino nuclear británico HMS Conqueror ya estaba en el área.


Tras burlar el bloqueo inglés, en la oscuridad de la noche de la jornada siguiente el ARA Santa Fe emergió frente a la Bahía Cumberland y comenzó el desembarco en Grytviken, Islas Georgias, de los hombres y abastecimientos de refuerzo.
Cerca de la madrugada, cuando la tarea había sido completada, zarpó navegando en superficie para ganar velocidad y alejarse. Llevaba una segunda misión, más importante y ultrasecreta: atacar si era posible, la línea de reabastecimiento británica entre la isla Ascensión y la Fuerza de Tareas que navegaba hacia aguas malvinenses. Entre las nubes bajas y la neblina matinal que rodeaban las islas apareció, de pronto, un helicóptero proveniente de la fragata HMS Antrim que avistó al Santa Fe. En unos segundos el submarino se vio asediado por otros cuatro helicópteros que le dispararon un torpedo, dos cargas de profundidad y cuatro misiles, además de ráfagas de ametralladoras, provocando daños en su casco que lo obligaron a regresar a Grytviken, donde horas más tarde se produjo la rendición de la guarnición argentina. Luego de atracar, y aprovechando la distracción de los británicos por un incidente que le había costado la vida al suboficial Félix Artuso, tripulantes del submarino lograron burlar la guardia y abrieron disimuladamente válvulas y escotillas de la nave, provocando su hundimiento. En esta acción no sólo el ARA Santa Fe quedó así inutilizable sino también el muelle.
La pérdida del ARA Santa Fe dejaba a la Fuerza de Submarinos, bajo el mando del capitán de navío Eulogio Moya Latrubesse, con sólo una unidad operativa: el ARA San Luis, que, bajo el comando del Capitán de Fragata Fernando Azcueta, había zarpado de la Base Naval Mar del Plata el 11 de abril de 1982. El 29 de abril recibió la noticia de que se habían modificado las reglas de enfrentamiento. Quedaba autorizado a disparar libremente sus torpedos en las zonas de patrulla al norte de las islas, pero dentro de la Zona de Exclusión, lo que inmediatamente lo hizo entrar en combate.


El submarino argentino detectó en su sonar a tres buques y se preparó para el ataque. Como su computadora de control de tiro operaba en forma defectuosa, la tripulación realizó manualmente los cálculos necesarios para efectuar el disparo.
Eran las 2205 cuando, a unas 10.000 yardas del blanco escogido y en óptima posición de disparo, el capitán Azcueta dispuso el lanzamiento de un moderno torpedo SST-4 filoguiado. Fueron tres interminables minutos durante los cuales se aguardó impacientemente el sonido de la explosión. Pero ésta no llegó. El cable que unía el torpedo al submarino se había cortado. Los ingleses detectaron la aproximación del torpedo y se lanzaron furiosamente sobre el submarino argentino. La cacería duraría más de veinte infructuosas horas, las maniobras exitosas de evasión del ARA San Luis no permitieron el cometido.
Más adelante, cerca de las 1900 del 08 de mayo, tuvo lugar un nuevo contacto. Esta vez no era en la superficie. En las pantallas de la sala de control del ARA San Luis se observó un desplazamiento a una velocidad de 6 a 8 nudos, y a una distancia de cerca de 3000 yardas. Resultaba difícil la identificación del blanco. Igual, se disparó un torpedo MK 37 antisubmarino. Transcurrieron doce interminables minutos hasta que se escuchó una explosión. No existen confirmaciones de las consecuencias de este lanzamiento.
La fragata británica HMS Alacrity en misión de patrulla en toda la longitud el estrecho de San Carlos, detectó un blanco de superficie y efectuó una ráfaga de disparos, haciendo desaparecer el contacto de sus pantallas. Había hundido al buque logístico argentino Isla de los Estados, cuya misión era reabastecer de pertrechos a las guarniciones militares argentinas. En la boca del estrecho estaba el ARA San Luis, al que se le apareció, la oportunidad de vengar al buque Isla de los Estados. La fragata HMS Alacrity estaba ubicada entre el submarino y la costa. Luego de preparar manualmente la información para el lanzamiento -la computadora seguía fuera de servicio-, decidió el lanzamiento de torpedos SST-4 a una distancia de 5000 yardas. Era la 0130 del 11 de mayo. Sin confirmación del resultado del lanzamiento y sin posibilidad de solucionar los percances en el sistema de tiro, recibió la orden de regreso. El 19 de mayo ingresó a la Base Naval de Puerto Belgrano, luego de 39 días de patrulla y 864 horas de inmersión.



Fuente: ARA. Armada República Argentina. BNMP.

sábado, 11 de julio de 2009

Reconocimiento al programa radial sobre el conflicto: Malvinas Su Historia

Para todos aquellos que quieran compartir historias del conflicto y de sus actores, el programa MALVINAS SU HISTORIA es una realidad.
Se emite los jueves de 1800 a 1930 por la FM 87.5, la primera del dial; también se puede acceder por internet a través del sitio www.ejercito.mil.ar.
Los conductores del envío son el coronel (RE) José Negretti (en 1982 con el grado de capitán fue oficial de logística de la Compañía de Comandos 601) y Esteban Tries, soldado clase 1962 de la Compañía A "Tacuarí" del Regimiento de Infanteria 3 "Gral. Manuel Belgrano" de La Tablada.


Nota: En el Diario La Nación del 11 de julio de 2009 se publica un artículo excepcional y muy emotivo del Soldado Tries y el Sargento Villegas, escrita por Jorge Fernández Díaz bajo el título Rescatando al sargento Villegas.

viernes, 3 de julio de 2009

Operación Mikado. La verdad de las acciones británicas realizadas desde territorio chileno


En mayo de 1982, la guerra en las Malvinas había comenzado y los pilotos navales argentinos habían usado los misiles franceses Exocet en sus aviones Super Etendard contra el destructor británico "Sheffield" después del hundimiento del crucero "General Belgrano".
El efecto fue devastador y los mas de veinte muertos y decenas de heridos shockearon a Gran Bretaña. La inteligencia británica descubrió que había más Exocet que podrían ser lanzados por los argentinos. Si le pegaban al PAL Hermes o al PAL Invincible, buques madres de su flota, los resultados podrían ser catastróficos. El gabinete de guerra de Margaret Thatcher decidió que los misiles debían ser descubiertos y destruidos. La misión recayó en el Escuadrón B del SAS en una operación secreta que bautizaron Mikado.. 
[El autor debería haber considerado mencionar la operación Plum Duff, una operación de inteligencia previa que permitiría después a los hombres de Mikado aterrizar en la base de Río Grande con los dos Hercules y personal del SAS].
Debían volar hasta la base naval de Río Grande, en Tierra del Fuego, donde estaban los misiles. Aterrizar en dos Hércules C-130, destruir los misiles, los aviones Super Etendard, matar a los pilotos y refugiarse en Chile, "territorio neutral" con la excusa de un desperfecto técnico. Reagan le advirtió a Thatcher que esta clase de operaciones forzaría la intervención de otros países latinoamericanos en la guerra como Perú.
Como primer paso, el capitán del SAS Andrew H. viajó hacia Chile bajo la cobertura diplomática de asistente del agregado militar. Su trabajo era reconocer las rutas, la frontera y planear cómo se abastecerían. El comando pretendía infiltrar un grupo desde Chile para dar una alerta temprana e informar al SAS cuando los Super Etendard despegaban de la base de Río Gallegos. Pero luego se descubrió que los aviones Harrier británicos no alcanzarían a los aviones argentinos antes de que lanzaran su misil Exocet.
El escuadrón empezó a entrenar en las montañas de Escocia. El general Peter de la Billiere, jefe del SAS, pensaba mandar un helicóptero de avanzada al territorio argentino para el reconocimiento del objetivo, la ubicación de los aviones y del combustible. Pensaban que los Hércules británicos serían detectados 30 millas antes por el radar y recibirían una bienvenida de misiles antiaéreos. Por eso preferían la noche para actuar y aterrizar. Divididos en dos grupos de quince hombres, el proyecto era destruir los aviones, identificar los oficiales y matarlos uno a uno. Si los aviones sobrevivían al aterrizaje y al ataque, escaparían por aire y si no, hacia Chile por la tierra helada y húmeda, un terreno donde los comandos británicos se sienten más que cómodos y se vuelven imbatibles.


Las fotos satelitales de los norteamericanos mostraban una estancia cercana a la base, la de Sara Braun. Uno de los comandos dijo que había que matar a todos sus moradores. El 17 de mayo de 1982 partió desde el portaaviones "Invincible" un helicóptero con tres comandos del SAS. Armados y con equipos de comunicación satelital, el grupo se dirigía hacia Río Grande cuando el radar mostró a 20 kilómetros del objetivo que habían sido detectados. El capitan L. consideró "la misión comprometida". Se miraron entre todos angustiados y decidieron avanzar hacia el oeste, rumbo a Chile, en dirección a Punta Arenas. "Mision abortada" transmiten por el equipo y abandonan el helicóptero. El Ministerio de Defensa británico dice oficialmente que se trató de un aterrizaje de emergencia. Pero el mundo sabe que las fuerzas especiales británicas están operando en el continente argentino o tratando de hacerlo. Los pilotos del SAS parten en ropas civiles en un vuelo de línea de Santiago a Londres. Más tarde hubo otro intento para llevar adelante la Operación Mikado. Pero ocho comandos del escuadrón D murieron cuando un helicóptero se cayó al mar al trasladar a integrantes del SAS de un barco a otro en el Atlántico Sur pocas semanas después del primer fracaso. La señal que llegó desde los cuarteles de Hereford fue terminante: la misión se pospone.
El vicealmirante Horacio Zaratiegui, a cargo de la zona Austral en Tierra del Fuego, siempre tuvo sospechas de las intenciones británicas. Por algo lo habían entrenado los propios británicos en su Escuela de Inteligencia en Gran Bretaña. Obsesionado con un posible ataque chileno, el oficial creía que había una alianza silenciosa entre Chile y el Reino Unido que le permitiría a los chilenos avanzar desde el oeste en recuerdo del diferendo del Beagle. En 1983 el ex comandante de la zona austral relató lo siguiente: "Nuestros radares observaron que el helicóptero se desplazaba desde el territorio chileno hacia la Argentina. Cruzó la frontera, luego quedó suspendido en el aire por unos minutos y desapareció del radar, clara señal de que había descendido. Volvió a aparecer a los 5 minutos en las cercanías de la planta de combustible y a 5 kilómetros de la estancia de Sara Braun, al sur de Río Grande y casi sobre el mar. Todo esto sucedió la noche antes que se descubriera al `Sea King' incendiado en las cercanías de Punta Arenas. Zaratiegui estaba convencido que el helicóptero británico regresaba de una misión de reconocimiento, con un grupo de comandos que intentaba volar la planta de combustibles de la Bahía de San Sebastián, en Tierra del Fuego. La planta abastecía de combustible de aviación, JP1, a los 5 aviones Super Etendard de la Armada, a los 6 Mirage Dagger y a los viejos Neptune de reconocimiento que actuaban contra la flota británica. El helicóptero británico apareció en las pantallas de los únicos tres radares de la isla de Tierra del Fuego con capacidad de interceptar señales. El primero en avistarlo fue el cabo operador del destructor "Bouchard", que estaba fondeado en la bahía Esperanza. Sin usar el lenguaje cifrado, se lo comunicó a su colega del destructor "Piedrabuena" que estaba más al norte. También lo detectó el radar de la base aeronaval y diagosticaron que se desplazaba a 90 nudos de velocidad y rumbo 090, con dirección al este. Al día siguiente, seis helicópteros argentinos e infantes de marina se desplazaron por la isla en busca de sus rastros. No encontraron nada. Pero por precaución y a la espera de un ataque, la base de Río Grande había sido minada y se había alistado una compañía de infantes de marina para defenderla. La aviación naval argentina comenzó la guerra con cinco aviones Super Etendard y cinco misiles AM-39 Exocet y la finalizó con las cinco aeronaves intactas (sólo cuatro de ellas se utilizaron durante el conflicto). Estaban pendientes del envío de Francia otros nueve aviones Dassault Super Etendard que no llegaron durante el conflicto por las presiones británicas.


Fuente: Extracto de “The Secret war for the Falklands” de Nigel West, seudónimo del diputado conservador británico Rupert Allason. 1998.
[Entre corchetes mi aclaración]

martes, 23 de junio de 2009

1982 - 12 de junio - 2009 27º Aniversario de los combates de Monte Longdon en Malvinas


El jueves 11 de junio, en el Regimiento de Infantería Mecanizado 7, ubicado en la localidad de La Plata, provincia Buenos Aires, se llevó a cabo la ceremonia conmemorativa del 27º aniversario del Combate de Monte Longdon, bautismo de fuego del mencionado regimiento en la Guerra de Malvinas.
Se rindió homenaje al personal caído en el conflicto del Atlántico Sur a través de una representación del combate y participó la Banda Militar “Paso de los Andes”, del RI Mec 7.
Se contó con la presencia de veteranos de la Guerra de Malvinas; ex jefes del Regimiento; autoridades civiles, eclesiásticas y militares; representantes de las Fuerzas de Seguridad; docentes; vecinos de la ciudad de La Plata y familiares de los caídos.

Fuente: Resumen semanal de Noticias Nº 6 EA.

sábado, 13 de junio de 2009

Bravos pilotos de Malvinas II. Misión del 13 de junio de 1982



Foto tomada el día previo a la misión en San Julián, provincia de Santa Cruz: Teniente Luis Cervera, Capitan Antonio Zelaya y Capitán Carlos Varela.

Los "Nene" y los "Chispa"

13 de junio de 1982. San Julián, provincia de Santa Cruz. Dos escuadrillas de Skyhawk A4B con tres bombas BRP cada uno. Una misión a realizar. El espíritu de combate de nuestros pilotos intacto.




Escuadrilla NENE:
Capitán Antonio Zelaya, (C-230)
Teniente Omar Gelardi, (C-227)
Teniente Luis Cervera, (C-212)
Alférez G. Dellepiane, (C-221)




Escuadrilla CHISPA:
Capitán Carlos Varela, (C-222)
Teniente Mario Roca, (C-250)
Teniente Sergio Mayor, (C-235)
Alférez Marcelo Moroni, (C-237)



A partir de aquí el relato de uno de los protagonistas: Luis Alberto Cervera.

-Nos comunican que debíamos realizar la primera, que a la postre termino siendo la única misión que hubo de apoyo de fuego cercano, específicamente bombardear tropas británicas acantonadas en las proximidades del Monte Dos Hermanas. Una vez coordinados todos los detalles a tener en cuenta para dicha misión nos dirigimos cada uno a su avión y a mi me tocaba volar el Skyhawk A4B C-212 cuya matrícula me quedó grabada, por lo que detallaré más adelante.
En absoluto silencio de radio procedimos a realizar el reabastecimiento de nuestros aviones y fue cuando vi a mi jefe de escuadrilla, el Capitán Zelaya, no completar su recarga, desacoplar en forma violenta y comenzar un brusco descenso; consultado lo ocurrido, me contesta que tenía una sobre temperatura en el reactor debido a la ingesta de combustible por una fuga en el reabastecimiento y que en esas condiciones no podía continuar con la misión por lo cual tuvo que regresar a la base y nuevamente quedé al mando de la escuadrilla, como en reciente oportunidad, para cumplimentar la misión asignada.
A partir de esos momentos el Capitán Varela a cargo de la escuadrilla ¨Chispa¨ me pide ir adelante debido a su mayor experiencia, así, él paso a comandar el ataque y yo debía mantenerme a 15/30 segundos atrás, para no tragarme las esquirlas de sus bombas. Terminado el reabastecimiento de todos los aviones comenzamos el descenso manteniéndome a la vista de los Chispas y controlando mi navegador Omega así nos manteníamos en la ruta correcta, cosa que se cumplió al pie de la letra en tiempo y espacio.
Una vez a ras del agua me era más fácil mantenerme a la vista de la escuadrilla que me precedía debido a que ellos iban tan bajo, que el chorro de sus reactores dejaban una notable estela en el agua, como si fueran cuatro lanchas, era realmente impresionante verlos tan pegados al agua. Así llegamos a la Isla Soledad por la parte noreste y entramos de norte a sur, ya sobrevolando tierra firme escuchamos al controlador de nuestro radar en Malvinas preguntando ¿ hay alguien en el aire? A lo que respondimos los dos jefes de escuadrillas dando nuestro rumbo de aproximación y posteriores intenciones con respecto al objetivo a batir.
Fue entonces cuando el radar nos da la valiosísima información donde estaban las patrullas aéreas de combate (PAC) británicas; una sección de Sea Harrier sobrevolando en la zona de Bahía Agradable, una en la desembocadura sur y otra en la desembocadura norte del estrecho de San Carlos, cosa que nos hacía ver que estábamos rodeados y que no tendríamos por donde salir después del ataque.
Contemplando la situación, le dije al Capitán Varela que si le parecía bien volviéramos por el mismo lugar que habíamos entrado sabiendo que estaba desprotegido, corriendo el riesgo al hacer un 180º sobre el enemigo, pero desde ya menos peligroso para las PACs, a lo que contestó afirmativamente.

Mientras transcurría nuestra breve comunicación, ya estábamos muy cerca del objetivo y cada vez se me hacia más complejo seguir y mantener la distancia con los Chispas, ya que los cambios de rumbo eran frecuentes y lo ondulado del terreno no me permitía verlos con claridad. Yo empeñado en eso, me llenó de sorpresa cuando escucho al Capitán Varela dar la orden a su escuadrilla de ¨tirar!!, tirar!!¨, fijo mi atención en ellos y veo las explosiones de las doce bombas lanzadas. Fue entonces cuando bruscamente y lamentándome por mis numerales, puse rumbo hacia las explosiones ya que allí estaba nuestro objetivo.
Ya en la aproximación final comencé a disparar mis cañones como medida preventiva y defensiva ya que el avispero de los británicos había sido tocado y sorprendido con la guardia baja. Ya estando muy próximo al objetivo el humo de las bombas de la Escuadrilla Chispa no me permitía ver con claridad el mismo y sobrevolando el lugar, ví aproximadamente unos cuatro o cinco helicópteros destruidos como así también casillas y refugios; observando al mismo tiempo como tropas británicas corrían en todas direcciones, por lo que decidí no tirar ya que me parecía un desperdicio hacerlo donde ya todo estaba prácticamente destruido.
Pasado el humo y la confusión reinante ví más helicópteros y tropas que ya comenzaban a correr y ahí fue donde di la orden a mi escuadrilla de lanzar nuestras bombas. En mi escape me cruce con un helicóptero Sea King que volaba en forma perpendicular de derecha a izquierda a la misma altura mía; como yo traía la mira regulada con 260 mils para bombardeo rasante, comencé a disparar a ojo con mis cañones y veía el reguero de munición trazante perderse en esa mole que es el Sea King; ya estando muy cerca del helicóptero cuyo piloto llevaba casco celeste y a punto de chocarlo se terminó mi munición y pude esquivarlo con cierta facilidad.
Posterior a esta maniobra y cuando yo ya tenía mi avión nivelado y estabilizado lo escucho al Alférez Dellepiane (Piano) que en forma desesperada me decía que me fuera por derecha ¨por derecha Tucu!!, por derecha¨ cosa que acaté en forma inmediata y casi instintivamente coloque unos 90º de inclinación tratando de cerrar el viraje lo máximo que podía, en ese momento eyecté todas las cargas externas (tanques suplementarios y TER bombera, ambos para ahorro de combustible y mejorar la aerodinamia). Simultáneamente vi pasar dos misiles por mi izquierda y muy cerca, a todo esto el golpe del pie eyector de los tanques y TER hizo deslizar mi avión hacia abajo, que por poco no toco la tierra cosa que habría sido trágica, al verme en semejante situación nivelé los planos sacando viraje y ascendiendo un poco para poder continuar con una evasión más segura.
A partir de esos momentos no vi más a mis numerales, cosa que lamente muchísimo porque presentía que en el regreso necesitaríamos estar juntos. Así llegue al mar por la parte noreste de la isla en el que aproveche a pegarme bien a ras del agua y mientras tanto continuaba clareando la zona por si algún Sea Harrier me seguía. Cuando me convencí de que estaba solo comencé a prestarle más atención a la navegación y fue entonces cuando vi que tenía 2.000 libras de combustible y el mínimo para llegar a la base de San Julián era de 1.900 libras. En el momento de comenzar el ascenso ví a unos 500/700 metros adelante una fragata atravesada en mi línea de vuelo, fue como si hubiese brotado del agua, ya que tendría que haberla visto mucho antes. Sin perder de vista la fragata puse un suave viraje por izquierda hasta estar paralelo, observándola si me tiraban con cañones o lanzaban algún misil. Inexplicablemente la fragata no se defendió ante mi proximidad, cosa que me costaba creer y no me dejaba tomar altura, algo que ineludiblemente debía hacer por estar debajo del mínimo de combustible.
Cuando creí estar lo suficientemente retirado de la misma comencé el ascenso y a los 10.000 pies entré en nubes y salí de las mismas por encima de los 30.000 pies, continuando el ascenso hasta los 45.000 pies. Una vez nivelado coloque la potencia Bingo para ahorrar combustible ya que me parecía que no llegaba a continente.

Todavía me quedaba la esperanza de reabastecerme pero no pude hacerlo ya que mi numeral el Alférez Dellepiane había sido tocado en los tanques de ala, venía perdiendo combustible y si no reabastecía se tendría que eyectar en medio del atlántico, por lo que opté dejarle libres las dos mangueras del KC-130 reabastecedor para que pudiera hacerlo con más comodidad, ya que la situación para él era de vida o muerte. Los momentos vividos en ese acople fueron espeluznantes ya que lo logró cuando el indicador de combustible de su avión estaba en cero.
Luego de esos eufóricos momentos, el vuelo hasta la base continuó con cargadas y bromas entre los integrantes de la escuadrilla y la tripulación del Hércules y la gente que estaba en operaciones de la base.
Estando a unas 110 millas de San Julián, a 45.000 pies y con tan solo 300 libras de combustible remanente, puse el motor en Idle (todo reducido) y comencé un suave descenso tratando de planear lo máximo posible, así perforé unas tres capas de nubes hasta que vi la pista de aterrizaje.
En esos momentos le pedí a la torre de San Julián que me despejara el circuito porque pensaba aterrizar en forma directa por estar en emergencia de combustible. Cuando estaba a unas 10 millas de la pista, divisé delante mío un A4-B también con intenciones de aterrizar, le pregunté cuanto combustible tenia y el Alférez Moroni me contesto 1000 libras. Entendiendo que tenía suficiente combustible le pedí que realizara un 360º y me dejara la pista libre, cosa que accedió con gusto y en forma inmediata.
Así pude efectuar un satisfactorio aterrizaje con tan solo 100 libras en el tanque principal, fui a plataforma y detuve el motor de mi avión. Me quedé sentado en el mismo, muy nervioso y a la espera de ver que suerte corría mi numeral, el Alferez Dellepiane. Mientras esperaba ese tan ansiado aterrizaje veía que paulatinamente se iban reuniendo mecánicos que señalaban la cola de mi avión y hablaban entre ellos, me intrigaba saber que era lo que pasaba con mi C-212. En esos momentos apareció el Hércules con el Alférez Dellepiane acoplado hasta final corta, donde desacopló y procedió a aterrizar, cuando éste tocó la pista una nube de combustible pulverizado cubrió por completo el avión, lo detuvo en la pista y con premura abandonó el mismo por lo que pudiera pasar.
Ya un poco más tranquilo debido al final feliz que tuvo la misión decidí descender de mí avión y pude observar los cuatro agujeros que tenía en la base del timón de dirección, increíblemente habían pasado entre los conductos de hidráulico sin tocarlos, entonces fui al encuentro de los demás y comenzaron los abrazos y festejos, motivos no faltaban, la alegría era total después de tantos nervios y tensiones contenidas en la primera y única misión de apoyo de fuego cercano que realizó la Fuerza Aérea Argentina que era para lo que nosotros estábamos preparados y entrenados.



Fuente, fotografías y agradecimiento: Capitán (R) Luis Alberto Cervera, "Tucu".

Nota: El reabastecedor, Hercules KC-130 TC-69 al mando del Vicecomodoro Luis Litrenta, despegó de Río Gallegos a las 09:15 y se dirigió al puesto de control de reabastecimiento aéreo. Al regreso de los A-4B Skyhawk, gracias a su pericia y constancia recuperó al "Nene 4", tripulado por el Alférez Dellepiane que regresaba sin combustible, regresando ambos al continente a las 14:20.

jueves, 11 de junio de 2009

Curiosidades de la guerra de Malvinas, modificación y uso exitoso del misil MM38 Exocet


Ante la escasez provista de los misiles AM 39 Exocet, probados exitosamente desde los aviones Super Etendard, se tomó la decisión de utilizar los MM 38 que estaban montados en buques y acondicionarlos como plataformas costeras de ataque. Fue así que dos contenedores-lanzadores de la corbeta Guerrico fueron desmontados y modificados en la base de Puerto Belgrano; uno de los mentores de este novedoso e inusual proyecto fue el Capitán de Navío Julio Pérez. Terminada la construcción de la parte mecánica que consistía en una rampa de lanzamiento con grupo electrógeno, tomando para ello un chatón y sobre él una estructura de hierro como plataforma, se pudieron instalar dos misiles Exocet MM 38. Sólo el chatón pesaba seis toneladas, y cada misil embalado mil ochocientos kilos.
Graciosamente a esta plataforma se le dio la sigla ITB “Instalación de Tiro Berreta”.
Para el traslado desde Puerto Belgrano, Provincia de Buenos Aires, la Fuerza Aérea, dispuso dos aviones Hércules.
Una vez en Malvinas, se coordinó con el almirante Otero los lugares donde emplazar la rampa de lanzamiento. Pérez y los tenientes Mario Abadal y Edgardo Rodríguez vieron que la única posibilidad era el camino que unía Puerto Argentino con el aeropuerto.
Desde el 11 de junio, ya en su emplazamiento y su puntería reglada por un radar Rasit del GA 3 del Ejército Argentino, quedó a la expectativa y en sigilo al paso de buques británicos y como su amplitud de tiro estaba limitada a solo unos pocos grados, era necesario esperar que una nave enemiga pasara por su mira de disparo. Así ocurrió el día 12 de junio a las 03:15, el objetivo resultó ser el destructor “HMS Glamorgan”.
Una vez que el buque estuvo en punto de lanzamiento, el misil fue disparado. Su trayectoria errante se niveló al detectar el blanco, se estabilizó y, a gran velocidad, se acercó a su objetivo. El Glamorgan, que había detectado su disparo, intentó denodadamente interceptarlo con el disparo de misiles Sea Cat, pero era demasiado tarde. Intentó lanzar los señuelos chaff, que tampoco pudieron frenar el inminente impacto. Habiendo recorrido una distancia aproximada de treinta kilómetros, dio en la popa del destructor. Fallecieron trece tripulantes y resultaron heridos de consideración una veintena de ellos.


Según fuentes británicas el misil Exocet impactó en el Glamorgan, pero no explotó. Se afirma que la explosión se debió a un helicóptero Wessex hangarado, que al entrar en contacto con el fuego, se incendió. Cierto o no, cosa que sucede a menudo con la información que brindan los británicos, es un hecho que el buque quedó fuera de combate para el resto del conflicto.
Parte de la ITB permaneció como testigo silencioso en las cercanías de Punta Caballo (Hookers Point) varios años después de finalizada la guerra.


Fuentes: ARA. Arsenal Naval Puerto Belgrano. Aérospatiale. 

miércoles, 10 de junio de 2009

1829 - 10 de Junio - 2009 Día de la Reafirmación de los Derechos Argentinos sobre las Islas Malvinas, Islas del Atlántico Sur y Sector Antártico


El diez de junio de 1829 se produce la creación de la "Comandancia Política y Militar de las Islas Malvinas y las adyacentes al Cabo de Hornos en el Mar Atlántico", por decreto del gobernador interino de la provincia de Buenos Aires, brigadier general Martín Rodríguez, designando Gobernador del Archipiélago a Luis Vernet, quien estaba trabajando en la colonización de puerto Soledad.


Gobernador Luis María Vernet

viernes, 5 de junio de 2009

Reseña de campaña del Grupo de Artillería 3 del Ejército Argentino en Malvinas


El Grupo de Artillería 3 arriba a las islas el día 14 de abril a las 07:50 horas, conformado por un Escalón Comando y Servicios y tres Baterías de Tiro a seis piezas, obuses Oto Melara calibre 105 mm de 10 km de alcance.
El día 27 de abril, a las 19:50 horas, se recibe en el Puesto Comando del Jefe del Grupo de Artillería 3 la novedad de que el Radar del RI 3 detectó presencia de elementos extraños y desconocidos al sur de Puerto Argentino. A las 21:35 horas la Batería de Tiro “B” abre fuego sobre probables lanchones de desembarco enemigos captados por el Radar del RI 3 y ratificado por la observación visual de los observadores adelantados de la Unidad, en un lapso de dos horas se disparan 160 proyectiles.
El 14 de mayo se recibe una pieza 155 mm. Citefa de 20km de alcance proveniente del Grupo de Artillería 101, con asiento en la localidad de Junín, en la provincia de Buenos Aires. De inmediato se iniciaron los reconocimientos para su emplazamiento, en la ladera Este de Sapper Hill, dado el gran peso del material y la poca consistencia del terreno se recurrió al empleo de una retroexcavadora y planchas de aluminio para lograr la sustentación y firmeza del suelo necesarias para el tiro, en días sucesivos se recibió dos piezas más con las cuales se conformó una Batería dependiente del GA 3 (Batería de Tiro “D”), a las 23:30 la pieza abrió fuego contra un buque enemigo detectado por radar (distancia 17 km). A esta Batería se le asigna una misión no común en la Artillería: hostigamiento a los buques enemigos que desde el 1ro de mayo cañoneaban sistematicamente la posición de Puerto Argentino.
El GA 3 ejecutó fuegos de contrabatería destinados a neutralizar la actividad de la Artillería enemiga como fuegos de neutralización y de hostigamiento en apoyo de los propios elementos de combate, fuegos de hostigamiento contra el accionar de buques enemigos, mediante el empleo de cañones 155 mm, apoyados por los radares de Ada Cardion de 360 km de alcance y de vigilancia terrestre Rasit y fuegos de neutralización y de marcación de blancos en coordinación con acciones que cumplía la FAA.
A partir del 05 de junio el GA 3 inició su apoyo de fuego a los elementos de maniobra que ocupaban las alturas hacia el Oeste (Monte Dos Hermanas, Monte Harriet, Monte Tumbledown y Monte Longdon).
Hasta esa fecha las posiciones habían sido sometidas a intensos fuegos navales, y a partir de esa oportunidad se comenzó a recibir fuego de contrabatería ejecutado por las Baterías británicas (Tres Grupos de Artillería de Campaña, cañones Light Gun, calibre 105 mm, alcance 17 km).


Como consecuencia de su ubicación en el terreno fue la Batería de Tiro “C” la que recibió inicialmente los fuegos de contra armas más intensos y sostenidos (día y noche).
Los días 09 y 10 de junio, el GA 3 apoyó con sus fuegos, incursiones de la Compañia de Comandos 602 en la zona de Monte Wall y Monte Challenger.
El 11 de junio muere en combate el Teniente Alberto Rolando Ramos, quien se desempeñaba como Observador Adelantado de la Batería de Tiro “C”, quien se encontraba agregado al RI 7.
El día 12 de junio se recibió otro Cañón Citefa, calibre 155 mm., perteneciente al Grupo de Artillería 121, con asiento en la localidad de La Paz, provincia de Entre Ríos, que reemplazó a otro cañón del mismo calibre que había quedado fuera de servicio.
El mismo día a las 08:30 el GA 3 realizó una acción coordinada con la Fuerza Aérea. El Grupo abrió fuego sobre la ladera Oeste del Monte Kent, a efectos de neutralizar las armas antiaéreas y marcar la zona con proyectiles fumígenos, a fin de permitir y guiar el ataque de tres máquinas IA-58 Pucará.
Durante todo el día 12 de junio el GA 3 apoyó al BIM 5 y al RI 7, a las 13:00 horas aproximadamente, el enemigo intenta emplazar una Batería en la ladera oeste de Monte Longdon, desistiendo de su propósito al ser derribado, por el fuego de la Batería de Tiro “B”, uno de los helicópteros que transportaba una pieza de Artillería. La Batería “C” ejecutó un cambio de posición, bajo el fuego enemigo, y se reunió con el resto del GA 3.
El mismo día el Radar Rasit del GA 3, que se encuentra operando en la plataforma Exocet de la Armada Argentina, proporciona una distancia y rumbo sobre un blanco de oportunidad. El operador del radar fue quién proporcionó los datos correctos y el buque alcanzado fue el destructor Glamorgan de la Task Force.
En la noche del 12 al 13 junio el GA 3 cumplió misiones de fuego sobre Monte Harriet, Goat Ridge, Dos Hermanas, Monte Longdon, Saddle Backs, Norte de Monte Kent, Bluff Cove Rincón; en algunos casos superó la cadencia máxima de tiro, el total de munición consumida fue de aproximadamente 2500 proyectiles calibre 105 mm.
El 13 de junio se desarrollaron los fuegos de contra armas más intensos por ambas partes, verdaderos duelos de artillería. Entre las 13:00 y 13:45 horas la posición del GA 3 recibió intenso fuego de Artillería.
Durante toda la noche del 13 al 14 junio el GA 3 y GA Aerot 4 apoyaron el repliegue del RI 7 y el BIM 5, se batieron blancos entre Monte Longdon y Port Harrier Point. A las 08:30 horas el GA 3 continuó apoyando el repliegue del BIM 5 a fin de permitir el desprendimiento de dicha unidad.
A partir de las 10:30 horas no se recibieron más misiones de fuego y se produjo el Silencio en el Campo de Combate.
El día 16 de junio se recibió la orden de marchar a Puerto Argentino, el GA 3 lo hizo a pie con su Jefe a la cabeza.


Fuentes: Diario de Guerra del GA 3 Paso de los Libres, Corrientes. Horacio Rodríguez Mottino: “La Artillería Argentina en Malvinas” Editorial Clio, 1984.